Qué nos enseñan los tangos sobre la vida

Este artículo es el segundo capítulo de un trabajo de investigación en el que estudié los presupuestos culturales, intereses y aspiraciones de los grupos sociales populares que crearon el tango, mediante el análisis de las metáforas que tales grupos utilizan y que se manifiestan en las letras de sus canciones (García-Olivares 2004).

En un artículo previo (Qué nos enseñan los tangos sobre el saber), se estudiaron las metáforas que los tangos conocidos utilizan para hablar del saber y del conocimiento. Nuestra conclusión fue que el contenido de tales letras constituye y deja traslucir una auténtica epistemología popular, que coincide parcialmente con la generada por grupos sociales diferentes, aunque de una extracción social también humilde, como son aquellos que se manifiestan a través del cante flamenco.

En aquel artículo citado subrayábamos la capacidad del análisis metafórico de revelarnos directamente aquello que para un grupo social es evidente y consabido, esto es, sus presupuestos, muchas veces implícitos, y también aquello que para el grupo es misterioso y quiere iluminar con lo que le es más familiar. Por lo tanto, el análisis de la forma de hablar de la vida que tiene el tango, nos puede dar una valiosa información sobre cómo concibe la vida el grupo social que creó esta notable manifestación musical.

Que la vida no es un camino de rosas, sino una experiencia enormemente dura, es una evidencia elemental para la gran mayoría de los grupos sociales en casi cualquier sociedad, pese a la retórica ampliamente divulgada por sus élites sobre el supuesto progreso y desarrollo universales. Como describió incisivamente el filósofo Schopenhauer, en mayor o menor grado, todo el mundo pasa su vida en un continuo oscilar entre demandas exteriores difíciles de satisfacer, ambiciones propias que se ven frustradas una y otra vez, satisfaciones que no da tiempo a saborear pues dan paso enseguida a nuevas insatisfaciones, y momentos de tedio. Y ello en el mejor de los casos, pues con bastante frecuencia el azar nos arroja sin preguntarnos a la cruda violencia física y psicológica, o a la pura injusticia inevitable.

Veremos que las letras de los tangos traslucen una auténtica filosofía popular de notable profundidad, que define la vida de un modo pesimista, cercano a Schopenhauer y Unamuno. Además, proporcionan un amplio conjunto de soluciones ante la dureza y arbitrariedad de la vida, que podríamos clasificar en las siguientes siete clases de
solución: pragmática, baudeleriana, conformista, voluntarista, estoica, romántica y nietzscheana. Las soluciones propuestas parecen aptas para siete distintos grupos temperamentales humanos. El conjunto de soluciones propuestas muestra una notable amplitud de análisis filosófico y una coherencia sorprendente entre los contenidos metafóricos utilizados.

¿Cómo define la vida el tango?

Comenzaremos a resumir el análisis efectuado, sintetizando el modo como el tango define a la vida y el vivir. Las familias de metáforas encontradas con mayor frecuencia aparecen resumidas en los encabezamientos de los apartados que siguen. Tras ellos, pondremos algunos ejemplos de la metáfora correspondiente, extraída de tangos concretos.

Un misterio cósmico.

(La vida) es un raro misterio infinito que cae de los cielos.

Un sueño imposible que busca la noche, para olvidarse del mundo, del tiempo y de todo. Esto es, un sueño que sueña una voluntad desconocida para nosotros.

Un lugar no buscado y mezquino, lleno de indiferencia y crueldad.

Vivir es la trampa donde naufragamos. O Vivir es la tragedia griega de vivir. O un lugar al que somos arrojados sin poder decir que no.

Y otros precisan: La vida … no es un Edén. (…) tiene duros los peldaños. Y añade Eladia Blázquez: Es sólo prosa dolorida que va ahogando lo mejor (…) y el lirismo es un billete sin valor. Discépolo esta de acuerdo: La vida es tumba de ensueños. La vida no sólo es prosaica y opaca a los ideales humanos, sino que ahoga y agota todos los valores del idealista.

Muchos tangos hablan de la crueldad e indiferencia del mundo: La indiferencia del mundo, que es sordo y es mudo, recién sentirás. Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, … aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor. De modo que resulta difícil hasta encontrar un pecho fraterno para morir…abrazao.

valle de lágrimas

 Finalmente, otros tangos definen a la vida como mezquina y usurera: te da un poco de alegría, pa cobrarte el dolor.

Un intervalo fugaz.

 Otro rasgo de la vida es su fugacidad: La vida es la suerte que se da por el retardo medio haragán de la muerte, o bien es como un dorado que se nos va de la mano cuando menos lo esperamos. O un día un beso, y otro, un adiós. O una estrella que cruza en la noche dejando una estela. Por ello, muchos tangos parecen aconsejar: “¡No te distraigas, no eres eterno!”

Otros tangos hablan de la vida como un hilo que nos permite colgar unos instantes en el vacío: La vida, que importa! Si es tan finita y tan corta que al fin, el piolín[1] se corta. O bien: Total qué importa, la muerte corta el hilo de cristal.

[1] Piolín: hilo fino, como el que se usa para controlar una cometa.

pendiente de un hilo

Un flujo, un fluir.

Otros tangos describen la vida como un flujo de algo (que a veces se llama tiempo) que se va. El tiempo va encadenando de algún modo al deseo, transformándolo de ilusionado (el estado propio del deseo infantil) a apenado. Lo que me gusta, de Roberto Díaz y Cosentino, añade la siguiente curiosa teoría: El tiempo mece (o sea, cría) los fantasmas de recuerdos y apegos (…) Me gusta que la vida no me lleve a matar los duendes y a decir que no. Esto es, parece sugerir que esos apegos son contrarrestados, no sabemos si total o parcialmente, por unos duendes que generan una continua inquietud vital.

Pa’Repartir lo Vivido  sugiere que cuando la arbitrariedad de la vida provoca un completo desconcierto (vino una tormenta y se me borró el destino) la memoria es entonces una fuente de orientación (los duendes recuerdos … que lindo cantaban). Y sugiere que el yo se constituye en el choque entre esas experiencias biográficas recordadas (que son a la vez fuentes de orientación) y nuevas resistencias dolorosas a ese flujo del vivir: Yo soy mi propia memoria, coplitas que voy juntando, Pa’ repartir lo vivido, como quien siembra cantando … No hay río cantor sin piedras, Amor y dolor se juntan, Bailando en la polvareda.

Otros tangos no llaman explícitamente tiempo a la sustancia que fluye en la vida: La vida es río que va golpeando la piedra. Nuestras vidas son agua que fluye perdiéndonos en el mar y que fueron oro fugaz al sol. La vida es un viento que se lo lleva todo o bien un soplo.

vida como flujo

Otro tango sugiere que la vida tiene una superficie visible y un fondo difícil de entender, metáfora compatible con la de la masa fluvial, que en este caso sería profunda y parcialmente opaca.

Un cambio permanente, un devenir impermanente.

Otra familia frecuente de metáforas es la que hace referencia a la impermanencia, en primer lugar, de la vida, y en segundo lugar, de todo lo que ésta contiene: el presente no es mejor, pues lo mismo que el pasado, se deshace entre las manos, cual las pompas de jabón. (…) al igual que los sueños, nuestra vida se va.

Sin embargo, algunos tangos invierten el razonamiento habitual: Como (en la vida) nada es duradero, ni la dicha ni el pesar (…) conseguí cerrar la herida. O bien: Quien te dijo que en la vida todo es mentira, todo es dolor, si tras la noche oscura siempre asoma el sol. Y de la vida hay que reírse igual que yo.

En algún tango se sugiere que el responsable de esta impermanencia es el tiempo, que al principio broncea o impregna las cosas, pero luego tiene un efecto similar al de la carcoma sobre ellas: Esas casas de ayer … que el tiempo bronceó … El tiempo cruel, con su buril, carcome y hay que morir. Y entonces las cosas: llevando a cuestas su cruz, como las sombras, se alejan y esfuman, ante la luz (Casas viejas).

casa-vieja

Pocas formas líricas distintas al tango consiguen generar imágenes tan poderosas en tan pocas palabras.

Un juego de azar.

Otra característica que se otorga al mundo y a la vida es la de azarosos e impredecibles, a la manera de un juego de azar: En el naipe del vivir, para ganar, primero perdí. O: En la timba de la vida, sos un punto sin arrastre sobre el naipe salidor. O: Ya se tiró el último dado de mi suerte.

Naipe del vivir

Debido a esta naturaleza azarosa, el mundo y la vida saben también traicionar, esto es, no responden por lo general a las expectativas de los sujetos: Tres esperanzas tuve en mi vida … una mi madre … otra la gente, y otra un amor … Dos me engañaron, y una murió.

 Esta imprevisibidad se da también en el momento y la forma en que la muerte se deja caer. Tras la muerte completamente inesperada de un amigo, Homero Expósito exclamaba: “No hay derecho a morirse a los 21 años!” y decía, en su memoria, en el tango Oyeme: Tu forma de partir, nos dio la sensación, de un arco de violín, clavado en un gorrión. ¡Extraordinaria forma de acusar al destino de arbitrario, rebuscado y artificioso! y en el más puro estilo expresivo del tango.

¿Qué actitud tomar ante la imprevisibilidad de la vida? Tita Merello sugiere, en Decíme Dios donde estás, que a pesar de todo hay que tomar decisiones, porque si no es peor: Yo me jugué a cara o cruz … Si sos audaz te va mal (pero) si te parás, se te viene el mundo encima.

Lito Bayardo, en Cuatro lágrimas, sugiere que a la larga es mejor evitar las complicaciones y conformarse con las referencias más estables y los ambientes sencillos: Tuve que enfrentarme mano a mano con la vida (…) estaba solo para iniciar la partida … Al final … ¿para qué vivir la vida con tantas complicaciones? Estoy bien con mis amigos, en este ambiente sencillo, y soy feliz como soy.

Otra actitud es la de Eladia Blázquez: Si inevitablemente la vida es un juego de azar, ¿por qué no jugar con alegría?: Si la vida es lotería, no hay mejor filosofía, que jugarse a suerte y verdad. En la misma línea, Naipe (Cadícamo y Troilo) proclama: hoy me aguanto en el dolor, porque es de buen perdedor, no andar contando pesares… de azares. Esto es, si la vida es un gigantesco juego, lo adecuado es comportarse como un buen jugador, y no elegir actitudes fuera de lugar.

Un teatro, un sueño de otro ser.

Otro grupo de metáforas es el que define la vida como una obra de teatro, un drama o el sueño soñado por otro ser: el teatro de todos los días (…) tu drama no es tuyo ni es nuevo tu rol (…) sos el viejo muñeco con alma … que espera la paz de la muerte, buscando el alivio sin luz de un rincón. O: torpe pavoneo de hombres feos en función. O: La vida es un recuerdo, que vive en la extensión, un ansia que se agita. O como en Last tango en Paris: We don’t exist, we are nothing but shadow and mist (…) the blood in your vein, is as lifeless as yesterday’s rain? … Two illusions who touch in a trance, making love not by choice, but by chance.

barcelona-nochevieja-en-el-teatro

Estas afirmaciones tienen cierta analogía con las del filósofo Schopenhauer: No somos sino el resultado y marioneta de esa Voluntad cósmica actuando ciegamente. En otros tangos el sujeto es parte, no de un espectáculo, sino de una canción. Las metáforas de la familia de la vida es un sueño, inciden en la misma idea filosófica: Vivir es morirse soñando mentiras, vivir es un sueño que cuesta la vida.

Una expresión muy empleada, la de la indiferencia de la vida, es consistente con la metáfora de la vida como espectáculo o como voluntad exterior al sujeto, especialmente cuando se contrasta con los deseos y pensamientos del sujeto: La vida no tiene dueño, ni cruza el ceño ni sufre mal.

Un viaje, un camino, un navegar.

Otra familia importante de metáforas describen la vida como un viaje, un camino, un caminar o un navegar: un viaje sin retorno, con boleto de ida sola. La zamba lloraré, especifica: la muerte es un camino de sombras, de donde se deduciría que la vida sería un caminar al sol, tal como en el tango en que se define la vida como una carreta de bueyes que se encamina lentamente hacia el atardecer (el lugar donde están las sombras). Otros tangos describen la vida como un caminar largo y cansado sin poder llegar a ningún sitio concreto, y otros definen el quedarse sin afectos como un perderse y quedarse sin rumbo.

Otro define vivir como ir cargando el fardo de uno mismo (…) sentir que hay hechos, rostros y paisajes, rumbos, tiempos y verdades que jamás veremos (en nuestro camino particular), camino que se hace entre inocentes y culpables. Y (la metáfora del espectáculo de nuevo): (…) todo es casi, casi nuestro y casi ajeno, casi cierto y casi sueño.

Otros tangos unen la metáfora del camino con la del espectáculo: El último acto, define la vida como nuestra comedia, con un escenario, en el que hay un camino, el cual tiene trampas, algunas mortales. Y añade que nunca sabemos cuándo estamos representando el último acto.

El tango  En pie, de Eladia Blázquez, une la metáfora del camino con la del juego y con la de la lucha. Así,  identifica el jugarse uno mismo en el juego de la vida con el elegir un camino concreto de los mil caminos por andar, y dice que ese caminar es una lucha por llegar y un deseo de vencer. Ese caminar, además hay que hacerlo poniéndose continuamente en pie ante el sopapo de la suerte.

 Otros tangos hablan del fracaso en términos de pérdida de la orientación o del camino y en términos de naufragio de la nave que viaja. Por ejemplo: hacíamos barquitos con hojas de esperanza … barquitos de papel, caminos para el mar ! … guiarse sin estrellas por un mundo de asechanzas, borrasca desatada (…) y al fin nos encontramos (…) boyando a la deriva sin saber por qué. El tango Niebla del riachuelo  da una vívida imagen de los que fracasan y pierden la esperanza tras los múltiples naufragios de la vida: barcos que en el muelle para siempre han de quedar; sombras que se alargan en la noche del dolor; náufragos del mundo que han perdido el corazón; puentes y cordajes donde el viento viene a aullar; barcos … que jamás han de zarpar; … triste caravana sin destino ni ilusión, como un barco preso en la botella del figón.

Telamon en Lanzarote 1981

Utilizando la metáfora del camino, La vida yo la reviento sugiere una solución matizadamente optimista para la actitud adecuada ante la vida: Dado que no hay una meta fija, pues al pegar la vuelta, en cualquier esquina, se nos va la vida, la meta debe ser vivir el propio camino. Por tanto: mi vida yo la reviento, hasta la hora final … sin herir a nadie. Y sugiere que en esta situación los sueños y la ambición son errores.

Una lucha.

Una de las características que se achacan a la vida es su capacidad de herir y provocar llagas y cicatrices en el sujeto, por la facilidad con que acoge el egoísmo, la injusticia, la mentira y la ingratitud.

Estas expresiones son coherentes con todo un grupo de metáforas que caracterizan a la vida del sujeto como una lucha continua entre éste y el mundo o entre éste y la vida: La vida individual es un batallar, ese batallar causa heridas, incurables muchas, y esas heridas no se cierran porque se ha perdido la esperanza de que se cierren y porque se les coge apego también.

samurai

En muchos casos, el fracaso de mi vida es visto como una derrota en la batalla contra el mundo, y en alguno de estos casos la muerte es el logro de la paz.

En esa lucha de la vida, la bondad y el altruismo sólo confieren desventaja y vulnerabilidad, como en Qué buena fe!, de Eladia Blázquez o en algunos tangos de Discépolo.

Un lugar de tedio.

Otra característica que muchos tangos asignan a la vida es el tedio, el esplín [2].

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Imagen del tedio. Obra El ajenjo, de Degas.

Para Schopenhauer, el tedio y el dolor son precisamente las características esenciales que definen la vida humana, por lo que podríamos decir que la concepción que el tango tiene de la vida se acerca notablemente a la definición schopenhaueriana. Los paralelismos con este filósofo aparecerán en muchos otros lugares de este trabajo.

[2] Palabra castellana poco usada en España: hastío, tedio.

Un lugar esencialmente injusto.

Consistentes con la visión de la vida plena de dolor y arbitrariedad, muchos tangos siguen la siguiente fórmula semántica: subrayan las situaciones de injusticia irreparable, situaciones que pueden llegar a ser aberrantes y fuera de toda medida, a las que pueden llevar las debilidades, mezquindad o egoísmos (a veces pequeños) de la gente. Un ejemplo explícito de este mecanismo trágico lo proporciona el tango Estampa tanguera, de Yiso y Aieta: Aquel baile de patio de pronto enmudeció, una mujer vencida llegando hasta su hombro, con voz entrecortada de esta manera habló: «No vengo a reprocharte tu ausencia de mi nido[3], ni a suplicar cariño … yo vine por tu hijo … el pibe se nos marcha camino del Señor … Llorando me pidió: «decíle que yo lo llamo, que tengo frías las manos y en el pecho mucha tos» (…) Del brazo de la otra se desprendió el malevo, y el patio de ladrillos temblando lo cruzó, y esa mujer sin fuerzas, vencida, vacilante, se fue tras de sus pasos, soltando un lagrimón… Se oyó «La Cumparsita», el tango de los tangos, … y fue la vez primera que en ese viejo patio, mientras lloraba un tango, ninguno lo bailó.

[3] Nido: En lunfardo, aposento, hogar.

La conjunción entre la arbitrariedad de la vida, de la que avisan otros tangos, y la debilidad y mezquindad de las personas, en este caso el padre vividor, han llevado a la madre ante una situación vital de la que ninguna compensación en el mundo podría repararla. Y, conscientes del mecanismo trágico, el coro de gentes queda tan sobrecogido, que nadie se atreve a bailar. Otros tangos exponen ejemplos distintos de este mecanismo contra el que no parece poderse luchar (por ejemplo, Fea, de Navarrine y Pettorossi: el alma buena en un cuerpo irremediablemente feo, a la que la gente lleva al suicidio). Aunque la exposición del mecanismo es una forma de avisar de su posible aparición, y hace reflexionar sobre las consecuencias, a veces involuntarias, de nuestros propios actos.

COROGRIEGODEMASCARASENLAOBRAPLUTO[1]

Coro griego de máscaras

En este contexto evidente de la vida como dolor, tedio e injusticia, la muerte puede ser vista como un descanso o liberación: Usted que es hombre sabio (…) concédame su cálido consejo buen señor, no es cierto que morir es descansar?

Muchos otros tangos denuncian la injusticia, muchas veces trágica, de la vida. Un ejemplo es Moneda de cobre, de Sanguinetti y Vivan, que ilustra además muy bien esa concisión punzante que tiene el tango para decir las cosas:

Tu padre era rubio, borracho y malevo, / tu madre era negra con labios malvón; / mulata naciste con ojos de cielo / y mota en el pelo de negro carbón. / Creciste en el lodo de un barrio muy pobre, / cumpliste veinte años en un cabaret, / y ahora te llaman moneda de cobre, / porque vieja y triste muy poco valés. / Moneda de cobre, / yo sé que ayer fuiste hermosa, / yo con tus alas de rosa / te vi volar mariposa / y después te vi caer… / Moneda de fango, / ¡qué bien bailabas el tango!… / Qué linda estabas entonces, / como una reina de bronce, / allá en el ‘Folios Berger’. / Aquel barrio triste de barro y de latas / igual que tu vida desapareció… / Pasaron veinte años, querida mulata, / no existen tus padres, no existe el farol. / Quizás en la esquina te quedes perdida / buscando la casa que te vio nacer; / seguí, no te pares, no muestres la herida… / No llores mulata, total, para qué!

¡Qué veintiséis líneas! Parecen los tambores del destino. Si éste hablase, no creo que sus frases pudieran tener una densidad mayor.

En este caso, la protagonista ha sido bendecida con la belleza y las ganas de vivir, pero toda su vida, como la de tantos otros casos parecidos, está injustamente predestinada desde el principio por un origen social muy pobre. Y toda esa vida, pasa delante de nuestros ojos en unos instantes, dejándonos ese recuerdo final del que la conoció: «¡qué bien bailabas el tango!…». Recuerdo que parece susurrarnos: Una mujer capaz de bailar así poseía una nobleza propia, que contradice todo el desprecio social con que fue tratada.

Una realidad de doble cara.

La caracterización tan pesimista que hemos visto hasta ahora de la vida empieza a matizarse en muchos tangos con la idea de que en realidad la naturaleza de la vida es ambivalente, bi-faz, como en La manija de la vida, de Carlos Santin: La vida tiene dos caras, una es la que sonríe, y la otra, la que te mira mal.

Esta ambivalencia abre una vía a la esperanza, dado que las calidades perceptibles en la vida serán muy dependientes del modo subjetivo que tengamos de mirarla, y también de nuestra habilidad para evitar el lado amargo y caminar hacia el positivo. Así, en La luz de un fósforo, de Cadícamo y Suarez Villanueva, se dice: En todo, siempre el color es del cristal con que se mira… La vida es toda ilusión y un prisma es el corazón. De modo que la soledad puede ser amarga, pero también inmensamente tranquila: Amargas noches de inmensa paz y hasta la amargura de la pérdida es compensada por el incremento de la libertad: Te fuiste como el humo (…) y así quedar sin nada, para que nada, nos amarre nunca. De esta ambivalencia de las cosas participa el propio sujeto, como parece sugerir Marisol, de Iturburo y Piana: El duende de las risas, camina a su costado, del otro lado un ángel, que no sonrió jamás. En esta línea, hasta la desesperanza es ambivalente, pues cuando esta llega, las cosas se hacen sin ansiedad: qué apuro tengo?, ya todo da lo mismo para mí, (…) No hay un camino que invite a seguir, ni una esperanza que apure a llegar.

Dos perspectivas

Tanto la vida como la forma de mirarla son ambivalentes, según el tango

Y María Elena Walsh, en Como la cigarra, sin negar que la vida pueda ser una lucha y un naufragio, insiste en que es agridulce y ambivalente más que un completo horror:  Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando. Gracias doy a la desgracia … porque me mató tan mal … Tantas veces te mataron, tantas veces resucitarás, … A la hora del naufragio y la de la oscuridad, alguien te rescatará.

Existir plantea la ambigüedad de una manera alternativa, quizá schopenhaueriana: todo es casi, casi nuestro y casi ajeno … Cómo puedo, Dios, salir de mí? … Es fatal ser uno y los demás. 

La ambivalencia de las cosas y del sujeto, se traduce también en la ambivalencia e impermanencia de sus estados de ánimo, como en el ciclo de fracaso, humor y desaliento que describe Alfredo de la Fuente en Mufa: Hay días … que quisiera volver a la entraña materna … Hay instantes que hasta me causa gracia la lucha por la vida, ese romperte todo, que poco y pocas veces gratifica … Sucede a veces que todo da lo mismo … si no soy dueño de nada … Hay días en fin, como este … que convendría no tener en cuenta, para seguir viviendo.

Pero incluso en medio de la desgracia, es posible mirar la cara positiva de los acontecimientos: Reíte hermano, no llorés nunca, bebé tu llanto como un licor … la ingrata … quién no te dice que al traicionarte te hizo un favor.

 

Recomendaciones para el vivir

En esta visión poco optimista y complaciente que el tango hace de la vida ¿Hay alguna actitud o actitudes que puedan ser recomendada para evitar el sufrimiento y para vivir la vida del modo más feliz posible? Las respuestas que el tango proporciona han sido clasificadas bajo los encabezamientos que siguen.

Cosas que pueden ser amadas

Muchos tangos matizan la definición hecha hasta ahora de la vida con la afirmación de que el mundo tiene elementos suficientes como para que la vida pudiera ser feliz o al menos linda. Pueden ser objeto de amor: Los pájaros, la flor, el río, el cielo, los que se aman, los niños, los hijos, las madres, la gente humilde, los poetas, los animales, el vino, las prostitutas cuando lloran y todo el que está solo, todo lo bello, las calles, los boliches con olor a pueblo, la luz amarillenta en la noche, el regalo modesto y los hombres en general. Y también: La música.

niños

Muchos tangos afirman que el dinero no lo es todo, y que el mundo y la vida tienen cosas enormemente valiosas que no son traducibles a dinero, como el amor y la paz de la naturaleza. La vida trae también: la loca esperanza, la loca poesía, la creatividad del amor, la aventura, la sensación de estar vivo y la embriaguez. La vida no es un castigo permanente: A pesar de todo la vida perdona.

Impiden esa felicidad posible: a veces el destino, otras el hombre cruel y despiadado. El tango Senda florida recomienda aprender a vivir armoniosa y dichosamente del juego placentero de los niños y de la propia naturaleza (senda donde las dichas bebí).

Referencias estables

Además, en contraste con la imprevisibilidad y las traiciones de la vida, hay una serie de referencias «estables» o relativamente menos inseguras que el resto, que suelen ser auténticos bálsamos y agarraderas contra la inseguridad de casi todo: La propia madre, la familia, los amigos y referencias no humanas como el barrio y los objetos queridos, que hacen el papel de amigos y confidentes. Un amigo es un hermanado ante los azares del mundo: no hay más fortuna que un hermano en la buena de Dios. Pero hasta el amor de un amigo es inseguro comparado con el de una madre: Sólo una madre nos perdona en esta vida. ¡Es la única verdad! ¡Es mentira lo demás!

Madre

La valoración que hace el tango de la madre está expresada en su justa medida en el tango Madre universal, de Carrillon y Margal. Todas las demás formas de amistad y proximidad palidecen en comparación con la madre: Astro, dame todos tus fulgores, tierra, dame toda tu grandeza, cielo, dame toda tu belleza, dame tu sublime voz, ¡oh mar! Selvas, … parques … aves, flores, dame … los mejores sones, que un gran nombre he de nombrar. Y tu la hija, tu la hermana y tu la novia,  y tu la esposa, la amiga … arrodillaos que he de nombraros la madre, la madre inmensa universal de nuestro amor. Que se descubra todo el mundo … y cada alma se haga un culto y un altar. O como dice Levanta la frente (Napoli y Magaldi): las madres son diosas. Pero, paradójicamente, debido a la proximidad, no nos damos cuenta de que tenemos esa bendición.

El hijo se ve a veces como un amigo especialmente fiable: ahora tengo un amigo que nunca más va a dejarme (Aunque me llame papá, de Campos J. Moreyra).

En algunos tangos es el hogar el que asume el papel de refugio en medio de la vorágine de la vida cotidiana.

Finalmente, están el barrio (o las calles del pueblo natal) como confidente, amigo y educador: (Barrio) de mis amores, vos fuiste como mi vieja, que compartiste mi queja y me enseñaste a vivir (Paternal, Samonta y Caldara). En otros casos, el amigo y confidente pasa a ser un viejo muro, un árbol, una madreselva, un arroyo, la propia guitarra o el propio bandoneón.

La regresión a los recuerdos felices de la infancia

Una última referencia que nos consuela de las ingratitudes de la vida es el conjunto de recuerdos, sobre todo los recuerdos de infancia. Ante situaciones vitales especialmente difíciles y sin salida, el sujeto se refugia en la nostalgia, en el recuerdo de los tiempos mejores. En algunos casos esta nostalgia es lo que el psicoanálisis denominaría una regresión en toda regla. Muchos tangos describen los recuerdos objeto de nostalgia o a los que se suele producir esta regresión.

Por ejemplo, ante la imposibilidad de encontrar una relación amorosa desinteresada en la edad adulta, y el continuo desamor, se rememora y exalta el amor desinteresado y romántico de la primera novia: me salvas el lirismo, mi fiel primer amor.

Muchos otros tangos rememoran la manera como las cosas se veían en la primera infancia, y echan de menos esa perspectiva feliz y confiada (llena de fe): se citan mucho olores concretos, como el de la madreselva olorosa, el malvón, el eucalipto y el cedrón; sonidos como la música del organillero, el canto del aguacatero por las calles, o la del vendedor de hierbas, que gritaba: ¡yuyitos del campo, pa’l bien y pa’l mal! a la hora de la siesta (Vendedor de yuyos); e imágenes concretas, como el patio con el aljibe, el caballo de la calesita o las aves remontando el vuelo desde las marismas inundadas.

recuerdos-infancia

Como dice Prado, de Hebert Fayet, qué hermoso es evocar la niñez que no se olvida, cuando nada en esta vida, nos solía preocupar. O como dice Para ti madre, de Clauso y Mocciola: Dichoso tiempo aquel, de la niñez maravillosa, … ingenuidad, el mundo era un edén, en donde el bien reinaba, y lleno de ilusión, era feliz el corazón, … ternura sin igual, mundo ideal, color de rosa, del venturoso ayer sólo quedó el recuerdo, la vida dura y cruel, ya me enseñó lo que es dolor.

Schopenhauer opina que este recuerdo feliz se debe a que no se recuerda, después de tantos años, las preocupaciones concretas que en aquel momento tensaban nuestro cuerpo, y solamente se recuerda la percepción pura. Por lo que él propone tratar de conseguir esa forma desinteresada de percibir, existiera o no en la propia infancia.

El tango Lejos de Buenos Aires sugiere que la ambición que lleva al emigrante a abandonar el calor de aquella tierra que me dio ternura y paz es la misma que la que lleva a uno a abandonar la paz de la infancia y meterse en la jauría de la vida del adulto, y propone recuperar en parte aquella situación acercándose de nuevo al barrio de la infancia.

Otros tangos expresan el deseo de recuperar la mirada del niño, el modo como se percibían las cosas en la niñez, aunque generalmente sin tener claro el modo como esto se podría conseguir: Yo tengo que volver a oír aquellas voces del ayer, que alimentaron dulces esperanzas, … volver a ser aquel jilguero que soñó un mundo donde el sol brillaba con amor (La noche de tu piel,  Peyrano y Amicarelli). Según Schopenhauer, las únicas formas que existen para que un adulto pueda recuperar de nuevo la mirada del niño son dos: (i) la contemplación (y la creación) artística, y (ii) la actitud mística. Los tangos no llegan a proponer explícitamente ninguna de estas soluciones, probablemente debido al contexto social marginal en el que se originaron y tomaron forma. Pero sí hay tangos que describen sin nombrarla la segunda de estas actitudes, como veremos en el apartado sobre la serenidad.

Por otra parte, Arrabal amargo, de Gardel y Lepera, pone una nota de cautela en relación con los apegos al barrio y a los recuerdos: El apego al recuerdo de lo que se fue, pueden convertir al barrio en un recordatorio continuo del propio fracaso. Además, como advierte Sueño querido, de Maffia-Battistella, el idealizar y extrapolar las actitudes de la infancia a la vida adulta, te puede llevar a la falta de adaptación con la sórdida realidad: soñaba al sol de mis primeros años, … sueño querido de mi … bella juventud … Fuiste espantado … sólo fui romántico Quijote para el mundo, que se rió de mí … Casi me pierdo … soñando en las alturas, pero desperté.

De hecho, los tangos asignan a los recuerdos y a los apegos un papel a veces positivo y a veces negativo para la felicidad, dependiendo del contexto. Permiten la regresión en circunstancias vitales especialmente duras pero pueden llegar a convertirse en un callejón sin salida: Yo quiero morir conmigo, sin confesión y sin Dios; crucificado en mis penas, como abrazado a un rencor.

En la misma línea de cautela, Murmullos, de Patrón y Aguilar, dice que el tiempo al pasar por el alma, la llena de murmullos, que son los recuerdos. Y que estos murmullos son tan poderosos, que son capaces de enfrentarse y matar a la perrada de los sueños, una de las armas con que cuenta el sujeto para enfrentarse a la vida. Sólo la caña[4] los domina … por eso siempre tiene sed de caña mi alma, pa apagar la voz que llega del pasao.

[4] Aguardiente obtenido de la caña de azúcar.

Algunas recetas pragmáticas que da la experiencia

Más allá de la nostalgia, muchos otros tangos proponen actitudes y acciones concretas que pueden ser aconsejables para evitar el sufrimiento y para vivir la vida del modo más feliz posible. Por ejemplo:

Centrarse en fuentes de alegría que sean permanentes, como un hijo, y no en alegrías poco duraderas, como las farras: Mis viejos camaradas … conozco esa alegría, que pone, al otro día, más triste que antes. Déjenme al borde de esta cuna, cuidando mi fortuna (Prisionero, García Jimenez y Aieta). Es, podríamos decir, la recomendación que hizo el filósofo Spinoza, pero en versión tanguera.

No te hagas excesivas expectativas sobre el mundo, la sociedad o la gente en general: a los tropezones aprendí, que los varones no nacieron pa soñar.

Consistente con esa dureza del mundo, muchos tangos recomiendan endurecerse y aprender a vivir solo, sin necesidades exteriores: El amor es sólo un sueño … Estudia la biblia santa de esta vida tan fulera … y gana la soledad … Si extrañas de verte solo y deseas algún amigo, arrímate a un perro reo, que él jamás te hará sufrir (Escucha lo que te digo, Velich y Consentino). Las actitudes desengañada y nihilista son habituales en las personas que recomiendan endurecerse ante el mundo: No es cosa de tomarse la vida tan a pecho, en este siglo loco de farsa y de interés, … que somos los peones de un juego de ajedrez, y (…) al corazón si muerde, ponele un buen bozal. Otros recomiendan el realismo desconfiado y la risa, en el lugar de los sueños y la ternura: Pa’ qué soñar, si te va peor, (…) vivimos al reír.

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No te pases de listo, recomienda Hacéte un hombre de bien, de Oscar Valles. El vivillo sólo gana las primeras veces, pero a largo plazo pierde mucho más: los vagos y los chantas, al final quedan en llanta, sin auxilio, reventados … nadie te saluda … no te fían … como un fiambre descartado.

La vida no es eterna, así que no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, dicen otros tangos. A su vez, es prudente ser un poco previsor para la vejez, pues el que no previene, puede quedarse al final sin amor, sin afecto y sin nada.

También porque la vida no es eterna, algunos tangos recomiendan no ser arrogantes, sino humildes.

Otros tangos recomiendan retirarse a ciertas edades de ciertas actividades, como las farras y los ligues.

 Hay tangos también que advierten de que la droga, generalmente la más consumida en La Plata, la cocaína, no es ninguna alternativa a la vida real: Cabecita loca que un mundo soñó, era su ansia loca volar, y voló… (Cabecita loca, Roldan y Delfino).

Algún tango sugiere que se pueden sustituir los deseos de éxito y desquite que la vida no realizó por éxitos y desquites simbólicos, como el fútbol, una sugerencia que ha sido ampliamente recogida desde entonces.

También se previene contra la inercia y el dejarse llevar sin voluntad, que pueden llevarte a perder todo control sobre la propia vida (y cuando acordarse quiso, perdido se encontró). Otros tangos recomiendan cautela con las malas compañías, pues los malos hábitos se contagian. Otros avisan de que el mundo tiene tentaciones sobradas como para que cualquiera descubra que no es inmune al mal: Oh negra vida, … tú le pusiste el lodo en abundancia, para que se pintara de negro el corazón, un pensamiento muy schopenhaueriano de nuevo. Otros sugieren que todo el mal que se hace, de alguna manera acaba volviendo a uno mismo, por lo que conviene evitar hacerlo o la intuición de que el mal atrae al mal. Otros sugieren que el desencanto egoísta e individualista no conduce a nada, mas que a llenar el cielo de basura. Y alguno recomienda, pese a sus riesgos, seguir amando y soñando, para que el mundo no se vuelva invivible del todo.

 Finalmente, se sugiere que el vivir a gusto también es un arte en el que hay que poner algo de la propia iniciativa y sensibilidad: Hay que primero sembrar, para después recoger.

Embriágate. La actitud de Baudelaire

Ante un mundo feo, inclemente, irracional e injusto, el post-romántico Baudelaire proponía volverse hacia la capacidad humana de crear islas de pureza artificial (paraísos o burbujas artificiales) en medio del caos de la naturaleza y de la sociedad, y recomendaba: «Es necesario siempre estar ebrio. Todo consiste en eso; es la única cuestión. Para no sentir la horrible carga del Tiempo que dobla sus hombros y os encorva hacia la tierra, es necesario embriagarse sin respiro. ¿De qué? De vino, de poesía o de virtud, como desee. Pero embriáguese» (Citado por Taylor, 1989, p. 437).

Muchos tangos parecen recoger esta actitud baudeleriana ante la vida: Quiero aturdirme, pa’ no pensar, la vida es corta, y hay que vivirla, dejando a un lado, la realidad. Hay distintas formas posibles de embriaguez: Tres cosas hay en la vida y son, tangos, champán y mujeres. No me importa si es falsa esta alegría, necesito mi alma emborrachar (…) Disfrutemos muchachos de esta noche, (…) que la vida es tan frágil … como una copa de champán.  O bien: Me emborracharon de luz en mi niñez mis pobres padres, me emborrachó de placer la juventud con canto y baile. Me emborrachó de ilusión una mujer…

Otra es el vino, considerado un amigo, paraíso terrenal y droga que ayuda a la razón a aclararse: Mi amigo un botellón, para aclarar la razón … y para mí el paraíso.

Otras formas de embriaguez citadas con frecuencia son la música y el amor: Suena menos gris, tango, para mí … Te saldré a bailar para disfrazar el drama que llevo adentro … En otras bocas me aturdiré. O como dice El tabernero: Yo quiero matar el alma que idiotiza mi cerebro, muchos se embriagan con vino y otros se embriagan con besos. En Caña, la vida se define incluso como un veneno, que precisa de un amor que neutralice su contenido (quizás solamente en parte).

Embriagate

La actitud baudeleriana: embriágate en tus propios paraísos artificiales

Una bellísima descripción de los síntomas que provoca la embriaguez amorosa aparece en El día que me quieras, de Le Pera y Gardel. La extensión otorgada al amor y a la embriaguez amorosa en las letras de tango es muy amplia, y por ello, será tratada en un trabajo aparte.

El candombe Muere con la sonrisa, propone otra forma de embriagarse, soñar: Tu sueño te dará lo que la vida no te da, (…) Muere con la sonrisa de quien muere de risa por defender tus sueños. O como en el conocido vals criollo: no despiertes si vives soñando, si en tu mente hay torrentes de sol … Soñar y nada más con mundos de ilusión … y en esa eternidad vivir un ideal … Que sin duda soñar es vivir … Que soñando jamás llorarás.

Finalmente, otra forma, bastante voluntarista, de embriaguez que sugieren algunos tangos es: ¡embriágate de risa!

 Olvida las ambiciones y valora las cosas que están a la mano

Hagas lo que hagas, no te hagas excesivas expectativas, recomiendan algunos tangos. No merece la pena dejar la riqueza modesta que te da tu lugar de origen, por seguir el anhelo de ideales dificilísimos de encontrar. Una recomendación repetida que parece apropiada para grupos sociales que históricamente tuvieron muy restringida su movilidad vertical.

Muchos tangos sugieren tener cuidado con la ambición, que te puede llevar incluso a perder lo más valioso, que es la libertad. También la ambición de dinero, con su loca tentación, puede robarte el corazón. Labraña y Sebastián (1992, p. 143) citan como curiosidad un Acta del Consejo Municipal de 1871 en el que se decía: «la gente pobre que vive en ellos (los conventillos) está estimulada por una codicia criminal«.

Muchos otros tangos recomiendan no tener excesivas ambiciones y, en cambio, valorar las cosas sencillas, que suelen estar mucho más a la mano. Ni el reloj ni los amores, tienen tasas o inflación … Yo tengo a la mujer que más adoro, y un dinerillo justo y respetable, … un traje suave y elegante, … lo que sé de haber sufrido … (y) valen mis amigos más que el oro.

Actitud romántica

O bien: tengo a mi vieja, tres pibes, laburo y mujer, decime, quien de los dos tiene más. También se recomienda, ante la miseria y el fracaso, tomar una actitud afirmativa de lo poco que se tiene, por ejemplo, la propia madre: Si al fuego todo fue … si el santo de la historia es un ladrón … no se te importe un higo … grita conmigo mama: ¡y a mi qué!.

Como proclama el conocido vals criollo: Tres cosas hay en la vida, Salud, dinero y amor. El que tenga estas tres cosas, que le de gracias a Dios, pues con ellas uno vive libre de preocupación. O bien: si tenés amor, vida y juventud … si tenés salud, entonces tienes todo lo necesario para poder estar alegre. Otros tangos dan su preferencia a la salud y la juventud.

Otros sugieren que, en lugar de apreciar lo que uno tiene, la vida es un continuo envidiar lo que a uno le falta, y ello es una de las principales causas del dolor.

Finalmente, otros recomiendan tener la conciencia tranquila, pues ésta puede atar la libertad: siendo bueno, no hay odio, ni injusticia, ni veneno, que hagan mal.

 Elige la cara positiva de la vida

 Consistentes con la metáfora de la vida ambivalente o bi-faz, y dado que la realidad es ambivalente y dual, ¿por qué no hacerle trampas, esquivando los componentes que sabemos no nos favorecerán y acercándonos a los otros? Muchos tangos dan consejos en esta línea: Todavía siento que puedo salvarme haciéndole trampas a la realidad … tomar mi guitarra … cantar … salir por las noches … robar mil flores para regalar … tener un amigo de verdad. O como dice Levanta tu corazón: siempre habrá un motivo, para una canción. O en la versión, más desenfadada, de Por cuatro días locos: Es esta vida una mescolanza de diversiones y de pesar … aprendan todos este cantar: Por cuatro días locos que vamos a vivir, … te tenés que divertir … Si usted ha tirado una cana al aire, y llega en copas tarde a su hogar, si su patrona protesta y grita, usted musita este cantar : (y vuelve a repetir la recomendación). No se sabe si la consorte quedó convencida tras esa filosófica recomendación.

Dado que la vida es agria y dulce, muchos tangos recomiendan olvidar lo malo y vivir. Algunos tangos enlazan esta metáfora de la naturaleza bi-faz de la vida con la de la vida como juego: la vida es linda y es buena, p’aquel que sabe perder.

 Cercana a las anteriores es la actitud de buscarle los puntos positivos a la desgracia: ¿Te fuiste? Ja…ja…¡que te vaya bien! (…) ya no tengo a nadie que la bronque, ni pichicho[5] que me muerda o ladre.

Finalmente, el distanciamiento con respecto a los propios sentimientos facilita mucho el poder disfrutar de los elementos positivos que tiene la vida, pues proporciona valentía y libertad ante el dolor de la vida: Amigo corazón, si ves nublao tu cielo de esperanza y de amor, las nubes son un mísero tinglao, rompelo y vas a ver que arriba brilla el sol. Si vos queres seguir acobardao, un día sin dolor te arrancaré … feliz con mis quimeras, sin vos yo seguiré (Seguíme corazón, Suarez y Fernandez-Franco).

[5]Pichicho: En lunfardo, perro pequeño.

Busca la serenidad

Una actitud cercana a la de utilizar los elementos positivos que ofrece el mundo haciéndole trampas a la realidad es la de realizar actividades que obligan a mantener el pensamiento en algún elemento inocuo o positivo del presente, como forma de olvidar lo malo (recuerdos tristes, miedo al futuro o angustia presente). Quizás la única diferencia entre ambas actitudes sea que en la primera el sujeto busca activamente los elementos de la realidad que sabe le convienen, mientras que en esta última el sujeto se limita a vivir, algo más pasivamente, el presente que la realidad le trae, pero sin prestar atención a su parte negativa. Por ejemplo: Cantando se van las penas, y es por eso que yo canto. O bien:  sonría llevando a su boca el licor, que baile su almita esperando un amor. El humo de un puro, la luz del lugar, las notas que vagan, le harán olvidar … No piense en lo malo … deje que todo corra. O: Me gusta … reventar la noche en tangos … andar viviendo y madurando cada instante de esta vida … Soy Feliz! Con las pequeñas grandes cosas de la vida, ¿qué valen esas horas que mañana viviré? … Miedo de qué?

Por lo demás, algo que facilita el concentrarse en el presente es el dejar de  darle vueltas a lo que nos traerá el futuro: No podría decirte cómo, cuándo ni adonde, si me voy o me voy a quedar … Trato de vivir sintiendo lo que pasa alrededor … todo son palabras vanas, olvídate del mañana … sólo espero la tranquilidad. También facilita el concentrarse en el presente, el perdonar las afrentas pasadas: olvidemos el pasado, si la vida nos castiga, qué divino es perdonar.

Un estado de serenidad contemplativa acompaña a la actitud de mirar la realidad y nada más. Estos estados se asemejan a la ataraxia estoica, a la solución schopenhaueriana de la anulación mística de la Voluntad, o a la actitud oriental de habitar el presente con ecuanimidad, aunque sin citarlas explícitamente. Algunos tangos describen el estado de serenidad tras los espasmos del amor, como una especie de bendición y en términos casi místicos: Esa quietud, esa calma, … me absorbe, abraza y me ama … Silencio, amor casi ido, … Seriedad, mas no tristeza … permitiendo así un gozar … feliz, sin nada envidiar.

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En un estilo más estoico que místico, algunos tangos sugieren que una férrea voluntad y una conciencia tranquila por haber sido bueno, generoso  y fiel,  infunde calma y serenidad en la vida y es la compañera de tu soledad. Con la misma actitud de serenidad estoica, recomienda morir la Balada para mi muerte, de Ferrer y Piazzolla: Moriré en Buenos Aires, será de madrugada, guardaré mansamente las cosas de vivir, mi pequeña poesía de adioses y de balas, mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín … Llegará tangamente mi muerte enamorada … Yo estaré muerto, en punto, cuando sean las seis.

 Hay otra serie de tangos que aconsejan buscar la paz y la serenidad en la naturaleza, como recomendaban los antiguos taoístas, salvando las diferencias: El murmullo del viento atraviesa el bosque … El ave canta lejos, la estrella brilla, calma de la noche, da tu paz a nuestro corazón. Muchos de estos tangos resaltan la vida libre, pura y bella del gaucho de las llanuras, en contraste con la vida servil, corrupta y fea de la ciudad, que describen otros tangos.

 Expresa tu propio vivir. La actitud romántica

 Hay otra serie de tangos que recomiendan la autenticidad personal. Crear tu propio camino y tu propia vida, de acuerdo con tus predisposiciones, sin desviarte y sin creer mas que en lo que te den tus propios brazos. Se trata de una forma de dar sentido a la vida que propusieron por primera vez los románticos. Así, Quiero elegir mi vida, de Negro y Avena, dice: Quiero dejar el rastro de mi luz, el eco de mi sangre, … No quiero envejecer sin incendiar de amor la ruta de mis pasos, quiero elegir mi tiempo de gritar, el de tirarme bajo el sol y el de cruzar mis brazos. Quiero elegir … el gusto de mis besos, el sitio de mis sueños … el cielo debajo del que un día regresaré al misterio … la gente que comerá en mi mesa, … cantar con ellos. O como lo expresa Ego: yo, prefiero cascarla por excesivo que ser un pobre canelo aburrido.

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Una vez elegido el propio camino, por nada del mundo cambies el camino que vas a empezar. Esto implica, como recomendó Rousseau, quitar la atención del qué dirán y ponerla en las propias tendencias: Qué preocupación es vivir para la gente! Yo … ando contra la corriente sin pararme ni escuchar … total si la vida es corta a nadie le importa … si soy como soy … Porque de Eva soy hermana … le dijeron «no comás» y ella Zas! Se la comió!! O: me fui apartando del rebaño sin pensar … sin rezar, ni comulgar … Mi religión sin crucifijos, ni traidores, sólo la confianza en ser feliz … Ganas de vivir a contramano. Ganas de que el santo no sea un santo general … que soy feliz así. Varios tangos recomiendan no prestar atención a los comentarios de la gente a la hora de decidir, pues, como en el cuento del Conde Lucanor, hagas lo que hagas, te criticarán: Si sos pobre … «no supiste triunfar». Si sos rico, «sos un chorro que no hizo mas que afanar». Si repartís los billetes, «sos un exhibicionista». Y si te haces egoísta, «sos un vulgar amarrete[6]«. Por todo ello, y como dice El coro, de Eladia Blazquez, nunca confíes en el rebaño: Anduve sin pausa el camino, el coro mezquino sentía detrás, … tratando de herirme por pura maldad … El tiempo después trajo el oro, entonces el coro servil se rindió, en una actitud de rebaño, … me adulan, se humillan, me asquean igual.

[6]Amarrete: En lunfardo, avaro, mezquino.

Esta disposición de ánimo implica también no prestar atención a los valores aceptados socialmente, como el dinero, si ello se opone a la propia expresión. «Vender la propia alma» no merece la pena: Errando como un maleta … a mi me importa poco la ventaja que da el oro, soy amigo del que tiene una pena … a los necios los desprecio … y con tal que por el vidrio de  la ventana de mi pieza pueda mirar una estrella nada más le pido a Dios … Yo se bien que soy bohemio, tengo mucha plata en sueños, soy así, ¿qué voy a hacer? Yo pude alcanzar el cielo, pero a cambio de esa altura debía vender el alma y arrastrar mi dignidad … He preferido seguir a mate y a pan.

Algunos tangos recomiendan darle uno mismo sentido a la vida, de acuerdo con los valores que uno considere importantes: haciendo un proyecto con alguien, viviendo acorde con la conciencia, la justicia y la razón, asegurando el destino de los descendientes, haciendo que la vida propia se prolongue en el recuerdo de otros o buscando actividades que sean útiles a los otros.

Todos los tangos anteriores parecen compartir alguna o varias de las siguientes actitudes, que podemos considerar características de la actitud propuesta por el movimiento romántico de principios del siglo XIX:

  • Valorar lo que uno está en disposición de hacer, y a uno le emociona, no lo que a uno le dicen que es importante.
  • Cultivar todas las posibilidades interesantes y estimulantes que esa forma de vivir trae.
  • Mostrar a quien quiera verlo (y compartirlo) que esa forma de vivir es bella, y expresa y constituye un mundo (“una verdad”) tan interesante y válido como otros posibles.

Estas actitudes románticas que muchos tangos afirman, son coherentes con una epistemología que se podría definir como perspectivista y que analizamos en otro post (Qué nos enseñan los tangos sobre el saber).

En cuanto a cual es el camino recomendable en general para la vida, Libre, de Expósito y Barbato, sugieren que ello es cuestión personal. Además, tanto la vida segura pero limitada del hogar, como la vida libre pero dolorosa del viajero, cualquier camino que se elija tiene ventajas e inconvenientes; y la decisión final, parece sugerir, es cuestión de inclinaciones personales, las cuales no son generalizables.

 Afirma todo lo que traiga la vida. El vitalismo nietzscheano

Otros tangos aconsejan aceptar el futuro de buen grado y vivir alegre todo lo que el futuro traiga, tanto los momentos duros como los felices. Una actitud que podemos considerar cercana al vitalismo que defendió Nietzsche: Cuando vivir o morir te sea igual, no desesperes, levanta la cara, camina de frente sin ver nunca atrás … que atrás de las penas hay dicha también. O bien: Quien te dice que mañana despertas y de repente te sorprende un sueño nuevo … y bueno … Atrevete, un paso al frente y … empeza a ganar. O: ganar no está en llegar sino en seguir. Y otro añade que hay que poner la ambición en el mundo entero, y no solamente en el amor. Otros recomiendan fe en que, si un amor se pierde, otra ha de llenar el sitio … borra! y apunta de nuevo, que la vida que llevo, … es un Edén. Algún otro sugiere que si la vida es un instante fugaz, no tiene sentido adoptar actitudes distantes. Recomienda, en cambio, ser como «leña ardiendo», a pesar de los sufrimientos que puede traer el entusiasmarse demasiado. O como dice Quien no ha sido: Reír y llorar es como una cosa obligada de la vida. Porque sin reír y llorar no se puede vivir, reír y llorar es la sal, la chispa de la vida, que debemos honrar y respetar.

Más filosóficamente, Homero Expósito, en Chau…No va más, afirma: Es la ley de la vida devenir … Vivir es cambiar, dale paso al progreso que es fatal !-… Simplemente, la vida seguirá … Nada regresa al ayer, tenés que seguir…! (…) «Empezar a pintar todos los días sobre el paisaje muerto del pasado … y lograr cada vez nueva música …» (…) «Vos no podés elegir el piano, crear la música de una nueva vida y vivirla intensamente hasta equivocarte otra vez, y luego volver a empezar y volver a equivocarte, pero siempre vivir … vivir intensamente!» Porque (…) vivir es cambiar. Así pues, el devenir es la ley de la vida; acepta esta ley, adáptate a ella, y afirma la vida, sugiere Expósito.

 La actitud de honrar la vida recomendada por Eladia Blazquez (Honrar la vida), también puede considerarse vitalista: Permanecer y transcurrir … no es existir ¡Ni honrar la vida! (…) Merecer la vida no es callar y consentir, tantas injusticias repetidas (…) es dignidad! (…) es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas, Es (…) darle a la verdad, y a nuestra propia libertad ¡La bienvenida!

 El vitalismo afirmativo también está presente en Libertango, de Piazzolla y Ferrer: Mi libertad se ofende si soy feliz con miedo … mi libertad me insiste con lo que no me atrevo. Mi libertad me quiere con lo que llevo puesto. Mi libertad me absuelve si alguna vez la pierdo, … Mi libertad comprende que yo me sienta preso de los errores míos, sin arrepentimiento … Ser libre ¡Qué misterio! … Soy polvo de alegría … la quiero hasta el dolor y hasta la soledad (…) Mi libertad me dice … que somos tan felices como deseamos serlo. 

 Esa actitud vitalista de confianza en el futuro, traiga lo que traiga, se ve también en otros muchos tangos.

Ahora bien, quien ha aceptado el riesgo de afirmar sus ganas de vivir, debe aceptar de buen grado los eventuales sufrimientos que ello puede traer: ¡Sufra!…y aguante que es por su bien … que es muy lindo sufrir por una mujer. Sufrir por amor quizá es lo mejor que se sufre con placer … ¡Sufran! … los pobres y los ricos … ¡Sufra! … el que quiera vivir.

Actitud nietscheana

Cuando se ha acostumbrado uno a vivir así, el morir es una parte más de la propia vida: Qué me puede importar … el trance de partir, si yo he logrado llenar cada minuto transcurrido, con un claro vivir enamorado … y la vida es una muerte demorada; si hay un tiempo de amar, que ya he vivido, y otro de soledad, olvido y nada (Tiempo de partir, Mansilla y Falú). Esta aceptación de todo lo que venga en la vida, incluido su final, se trasluce también en la despedida de la vida que hace el protagonista de Adiós muchachos, de Veldani y Sanders, quien se despide de sus antiguos compañeros de alegrías con nostalgia pero bendiciendo lo bueno de la vida.

 

Conclusiones

Una primera impresión que surge tras la lectura de los tangos existentes es la de que el conjunto parece constituir una especie de “búsqueda del tiempo perdido” de esos grupos de inmigrantes y desarraigados que convergieron llenos de ilusiones en los márgenes del Río de la Plata. Una rememoración del modo como, gradualmente y condensado en miles de vidas individuales, sus esperanzas se fueron viendo frustradas, y una reflexión sobre las posibles causas de sus fracasos. En esta línea, Enrique Santos Discépolo definió el tango como “un pensamiento triste que se baila”. Pau sugiere que también podría decirse que es “una canción que se entona para no llorar”, como sugiere Gardel en su  Milonga Sentimental. Pero también es una descripción cruda y nada idealizada de toda la comedia humana en general; como lo expresa Viva el tango, de Ferrer y Garello: Viva el tango, que es un fresco de madonas, casanovas y cornelios, comedia humana que a lo malo y a lo bueno, que a lo lindo y a lo feo, lo escrachó[7] del natural.

[7]Escrachar: En lunfardo, fotografiar, poner en evidencia (entre otras acepciones).

Ahora bien, como dice Antonio Pau (2001, p. 24), lo que hace universal al tango es que el sufrimiento y la soledad no son anécdotas locales de inmigrantes decepcionados, sino categorías universales, propias de la actual civilización occidental: “El  embalurde del cuchifai, la confusión del pobre diablo, es la misma Geworfenheit que ha sentido el hombre moderno y que ha analizado Heidegger en sus densos libros de filosofía”.

Luis Labraña y Ana Sebastián (1992, p. 92-93) precisan de este modo una parte del mensaje del tango: “(En el tango) el hombre se pregunta por el porqué de la vida, su sinsentido, su caducidad, el cruel paso del tiempo, (…) Lo pequeño, lo cotidiano (es) visto como lo único valioso y auténtico en una vida donde lo perecedero es su mayor signo (…) A veces la nostalgia se disfraza de ironía y a veces aparecen las dos juntas. La ironía es la otra manera de defenderse contra la muerte, es como avisarle que uno está prevenido. El reírse de uno mismo, de su propia sociedad o de una situación de infortunio (…) Discépolo es el gran maestro de esta fórmula mágica y el mayor metafísico del tango.”

Podemos suscribir íntegramente estas afirmaciones puesto que hemos visto confirmado en este trabajo, en metáforas y conceptos concretos, la existencia recurrente de estos mensajes. Aunque añadiríamos los nombres de Eladia Blazquez, Homero Expósito y Omar Facelli, como grandes metafísicos.

Estos contenidos, son proclamados además por el tango en una forma extremada y desgarradoramente condensadas, que le es completamente peculiar. Como lo expresaba Rafael Flores (en Gómez de la Serna 2001, p. 14): “(Esa) subyugante brevedad de las letras … (ese) estilo telegráfico para decir tantas cosas al corazón … (esa) fugacidad para ser más verdaderas”. Un tango que ilustra muy bien esa forma condensada de contar las cosas es, como vimos anteriormente, Moneda de Cobre.

En los tangos estudiados aparecen un conjunto de definiciones alternativas sobre la vida, así como un amplio conjunto de consejos válidos para distintas situaciones y temperamentos. Pero a la vez, tal conjunto es notablemente coherente, en el sentido de que no hay grandes contradicciones ni inconsistencias entre las metáforas propuestas ni entre los consejos que derivan de tales metáforas. En efecto, una síntesis coherente de los análisis anteriores podría ser la siguiente. Según el tango, la vida es:

Un acontecimiento misterioso, y a la vez un lugar, esto es, un lugar misterioso, no buscado, lleno de crueldad e indiferencia con respecto a los pensamientos del sujeto. Ese lugar, a veces parece como el escenario o el sueño de algún otro ser que las vidas individuales no pueden ver. En ese lugar hay un fluir continuados, de algo que a veces se llama tiempo, que nos arrastra, a la manera de un río, y con excesiva celeridad, hacia un final o desembocadura en un mar o receptáculo indiferenciado de ilusiones, ambiciones y pensamientos. Las vidas individuales no sufren pasivamente ese devenir, sino que participan en él, a la manera de un viajante, un navegante o un caminante. El caminante debe elegir continuamente su propio camino entre muchas y continuadas bifurcaciones, pero como no conoce el guión del espectáculo, nunca está seguro de adonde le conducirá el camino elegido, dado que todos los escenarios son modificados continuamente. Por lo tanto, es mejor para él pensar que al elegir caminos, está jugando continuamente un juego de azar, en el que además se pierde mucho más frecuentemente que se gana. Amar es compartir un breve trecho del camino con otro caminante, y el desamor es la pérdida de un compañero de viaje cuando, por ejemplo, nuestro sendero se bifurca en dos. Ese viaje es como una odisea, en la que hay que atravesar innumerables obstáculos y luchar con innumerables enemigos e impedimentos, luchas en las que nuestra alma se va llenando de cicatrices. Y en esos numerosos momentos de lucha no se debe soñar, pues las derrotas son entonces más dolorosas. Tras cada derrota, quedamos desorientados o naufraga el navío en el que viajábamos. Sí está bien soñar en los momentos entre luchas, o momentos de tedio, pues el soñar es una buena medicina para el tedio. Solamente en los primeros momentos de la obra uno está excusado de caminar y de luchar y sueña todo lo que quiere, pues no conoce aún en qué clase de obra está metido. El luchar noblemente no aumenta la probabilidad de victoria, pues el espectáculo es esencialmente injusto y arbitrario, llegando a generar en algunos actores situaciones tales que el propio coro enmudece de impresión. Sin embargo el espectáculo es ambiguo, como si no estuviese claro si es una tragedia o una farsa, porque todos sus participantes tienen una doble careta. Y esa dualidad la tiene también el propio actor, que tiene la libertad de dirigirse a los demás elementos del espectáculo usando su careta cómica o usando la que no ríe jamás. El uso de la primera permite percibir múltiples elementos de la escena que pueden alegrar el propio caminar y que de la otra manera pasan desapercibidos, así como una serie de elementos que son relativamente estables, en medio del continuo cambio de decorados, como el amor madre-hijo, la amistad, la naturaleza y los propios recuerdos. Sería enormemente reconfortante poder recuperar la mirada soñadora y simple del niño de las primeras escenas, pero no está claro el modo. Para no caer en errores elementales, es conveniente seguir las recomendaciones pragmáticas de los ya experimentados: En las turbias y ambiguas corrientes de la vida, uno puede nadar por la superficie, o nadar hacia el interior y ahogarse. Contra el continuo devenir, si tu caminar te ha enseñado a endurecerte, aprovéchalo y acostúmbrate a vivir solo, sin necesidades exteriores, ello te hará insensible. Contra la frustración y la derrota, una posibilidad es no ambicionar ningún futuro concreto y degustar sólo las cosas que estén a la mano. Contra la crueldad y el dolor de la vida es posible hacerle trampas, apostando por sistema y caminando hacia la cara positiva de las cosas. Contra el dolor, contra la angustia del recuerdo y contra el temor al futuro, puedes dejar que te alcance alguna escena positiva y alargarla concentrándote en el presente sobre ella y buscando la serenidad del presente, con la ayuda quizá de la naturaleza, de tu estoicismo o de tu misticismo. Contra la fealdad y la dureza de la vida, puedes embriagarte, construirte una burbuja de cristal, un espectáculo artificial dentro del espectáculo, con el amor, con el licor, con la música, con la risa… y la ayuda de otros. Contra la falta de sentido de todo el espectáculo, puedes crear y adornar tus propios caminos, haciendo una obra de arte con ellos, de acuerdo a tus propios criterios estéticos, digan lo que digan. Finalmente, si eres vigoroso y no temes las derrotas, si odias tanto al tedio como a la pasividad, afirma el espectáculo, y a todos sus actores, incluyéndote a ti. Pues sin él, no habría nada.

El que una recomposición coherente como esta sea posible, significa que las familias de metáforas que hemos analizado tienen una consistencia y una coherencia mutua bastante amplias, aunque siguen teniendo valor cognitivo y pragmático cuando son usadas independientemente.

Además, enlazando con la línea metafórica principal, hay ramificaciones menos sólidas en el sentido de que no aparecen en un gran número de tangos, sino en tangos aislados. Y sin embargo, tales desarrollos particulares presentan, sorprendentemente, una fuerte coherencia también con todo el cuerpo de metáforas. Así, por ejemplo: los recuerdos son manchas, murmullos o fantasmas, que el fluir del tiempo ha impregnado o criado en nuestra alma. Suelen atarnos y entorpecernos el caminar; sin embargo, tras un naufragio o derrota, son capaces de reorientarnos. Hay unos duendes en el alma, entre ellos los sueños, que son armas que el sujeto tiene para luchar en/con la vida, y que generan una continua inquietud, inquietud que contrarresta a los apegos y recuerdos. Pero los recuerdos son más poderosos que los sueños y a veces los matan. Por ello, conviene adormecer a los recuerdos embriagándose.

Las soluciones que proponen los tangos para el dolor parecen pues abarcar: (i) el uso de la experiencia acumulada de los otros, (ii) el endurecimiento y la autosuficiencia personal del superviviente, (iii) La moderación en la ambición y el aprecio por lo que se tiene (iv) la schopenhaueriana recuperación de la mirada del niño, aunque sin citar al arte, (v) la concentración sobre el presente, a la manera escéptica, estoica, naturista o incluso mística, (vi) la autenticidad romántica, (vii) la embriaguez baudeleriana y (viii) el vitalismo nietzscheano.

Podemos observar en esta lista varias de las más importantes formas de solución que ha generado en nuestra cultura la tensión entre el racionalismo y el romanticismo como formas de conocer las cosas (véase Tensión entre las dos formas occidentales de conocer el mundo).

De todas las actitudes que propone el tango como soluciones generales ante la dureza de la vida, la actitud vitalista es la más valiente y adecuada para espíritus activos y enérgicos. Sin embargo, cabría decir que esa afirmación incondicional de la vida y de sus pulsiones, puede proporcionar tanto grandes alegrías como grandes sufrimientos. Y que en el caso de Nietzsche, uno de los más grandes promotores de esta actitud, la permanente lucha e inversión de energía que ella supone, le llevó al agotamiento y fue probablemente uno de los motivos que contribuyeron a su locura final.

La fe religiosa no se contempla como solución realista en la mayoría de los tangos. Solamente en uno de ellos (Entre pitada y pitada, de Rodolfo Sciammarella) aparece explícitamente la fe en la bondad de Dios como actitud frente a los múltiples desengaños.

Muchos otros tangos, por el contrario, parecen expresar con palabras diferentes la convicción de Schopenhauer. A saber: que las evidencias de dolor, miseria e injusticia son tan evidentes y omnipresentes, que el pretender que el mundo es bueno y hay una mano bondadosa y racional detrás de él es, no sólo inverosímil, sino impío para con la pobre gente de a pie. Impiedad que un amigo y confidente como el tango no se va a permitir. Como dice Un silbido en el bolsillo, de Cócaro y DeCaro: Desarraigado y solo no comprendo ni a la vida, ni al amor (…) yo desafío a Dios desde mi nada, que me conteste qué hizo de mi vida, él me cubrió de bruma tan oscura, que dejó con mi amargura sólo un sueño (…) y un silbido en el bolsillo. ¿Donde estoy, sepultado en torbellino de tristeza, (…) en un fuego sin perdón y sin piedad, (…) entre sombras y entre labios que no besan, y el silencio de la nada, es zarpazo y puñal en su maldad. Y, como añade Discépolo en Tormenta, su fe sólo sirve para dar ventaja a la gente mala frente a él: Siento que mi fe se tambalea, que la gente mala vive, Dios! Mejor que yo… Si la vida es el infierno y el honrao vive entre lágrimas, cual es el bien… del que lucha en nombre tuyo, limpio, puro?…para qué?… Si hoy la infamia da el sendero y el amor mata en tu nombre, Dios!, lo que has besao… El seguirte es dar ventaja, y el amarte sucumbir al mal (…) Demuestra una vez sola, que el traidor no vive impune, Dios! (…) Enséñame una flor que haya nacido del esfuerzo de seguirte, Dios!, para no odiar, al mundo que me desprecia, porque no aprendo a robar. De manera que, mientras algunos tangos, como éste de Discépolo, se debaten en una tensión parecida a la de Unamuno, aferrándose a una fe que al propio autor le parece inverosímil, otros tangos se inclinan abiertamente por el ateísmo. Y tras la muerte, lo que hay es lo que describe Vivamos muchachos, de Negro y Garello: atrás de la muerte no hay nada que ver, se derrumba el mundo de farsa y ceniza.

Se trasluce detrás de todos estos textos la intuición de Schopenhauer de que el mundo es malo y, si Dios existiera, también lo sería, pues no puede haber ningún ser bondadoso detrás de toda esta infamia. De ahí que el hombre sincero y realista que ha conocido mundo, muera «sin confesión y sin Dios» (Abrazado a un rencor, Rossi y Podestá), del mismo modo que ha vivido y sentido las cosas: Yo quiero morir conmigo, sin confesor y sin Dios, crucificado en mis penas, como abrazado a un rencor … Nada le debo a la vida, nada le debo al amor … Yo no quiero la clemencia … ni palabra de consuelo, no ando en busca de un perdón, no pretendo sacramento ni palabra funebrera, me le entrego mansamente, como me entregué al botón[8].

[8]Botón: En lunfardo, agente policial.

Sin embargo, toda esa desconfianza es matizada por la afirmación de que al ser la arbitrariedad ambivalente por naturaleza, puede ser contemplada también desde su lado positivo si el sujeto se lo propone, lo cual da vía como hemos visto a un conjunto de soluciones posibles.

Por otra parte, y a pesar de su desconfianza contra el teísmo, el tango tiene algo de litúrgico. Gómez de la Serna (2001, p. 50) recoge la opinión de una señora inglesa que, al verlo bailar por vez primera, preguntó si se trataba de una secta religiosa. Ese aire no teísta y a la vez litúrgico que transmite el tango está muy bien descrito en Danza maligna, de Irusta, Fugazot y Demare, donde se define al tango como una religión pagana: Placer de dioses, baile perverso, el tango es rito y es religión, porque sus criollos son sus altares y el sacerdote su bandoneón (…) Su música doliente pareciera, sentir que una amenaza se aproxima (…) Será la extremaunción de mi agonía. Te invito a penetrar en este templo, donde todo el amor lo purifica, viviremos los dos el cuarto de hora, de la danza nostálgica y maligna.

Maldad esencial del mundo, desconfianza ante el teísmo, descripción de las cosas sin atenuantes ni falsas esperanzas, indagación desesperada de todos los posibles escapes, insultos y acusaciones continuadas contra el destino, intento de mantener la propia dignidad en medio de la podredumbre; elegancia y esteticismo… De haberlo llegado a conocer, Schopenhauer habría hecho sin duda del tango su cante favorito.

 

Referencias

-Flores, R. (2000), El tango, desde el umbral hacia dentro. Ed. Catriel. Madrid.

-García-Olivares, A. (1997), Tensión en el sistema de metáforas epistemológicas de la cultura contemporánea. Revista Arbor, Nº 621, p. 25-45.

– García-Olivares, A. (2003), La filosofía de los cantes desgarrados: una epistemología popular. Acciones e Investigaciones Sociales 17, pp. 215-238.

– García-Olivares A. (2004). Metáforas del saber popular (II): La filosofía de la vida en el tango. Acciones e Investigaciones Sociales 19, pp. 163-197.

– Gobello, José e Irene Amuchástegui (1998), Vocabulario Ideológico del Lunfardo, Corregidor, Buenos Aires.

– Gómez de la Serna, Ramón (2001), Interpretación del tango. Ediciones de la Tierra, Madrid.

– Labraña, Luis y Ana Sebastián (1992), Tango – Una Historia. Ediciones Corregidor, Buenos Aires.

– Moreno, Maribel y Emmánuel Lizcano (1998), Tientos para una epistemología flamenca. Metáforas del saber en el cante. Revista Archipiélago Nº 32, p. 75-81.

– Pau, Antonio (2001), Música y Poesía del tango. Ed. Trotta, Madrid.

– Taylor, Charles (1989), Sources of the self. Cambridge University Press. Cambridge.

 

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