Diálogo entre Krishnamurti, David Bohm y el Dr. Shainberg

El diálogo entre Jiddu Krishnamurti, el físico cuántico David Bohm y el psiquiatra Dr. Shainberg, se produjo en California en 1977 y está contenido en la obra «La totalidad de la vida», Ed. Edhasa, 1980. Aquí hemos extractado las partes que consideramos más relevantes tratando de que no se pierda el sentido de la discusión. Los siete diálogos completos en inglés están grabados en video, con subtítulos en castellano, y se pueden encontrar en YouTube. El primero de ellos, por ejemplo, en: Krishnamurti – La transformación del hombre, 1976.

 

 

Diálogo I

Mayo 17

K: ¿Podemos hablar acerca de la totalidad de la vida? ¿Puede uno percibir esa totalidad si la mente se halla fragmentada?

S: Pero, en realidad uno es lo total.

K: ­Ah! Eso es teoría.

S: ¿Lo es?

B: Es una suposición desde luego.

S: ¿Cómo se que estoy fragmentado?

K: Cuando hay conflicto. (…) Cuando los deseos opuestos, los anhelos, los pensamientos opuestos producen conflicto. Entonces uno sufre, se torna consciente de su fragmentación.

S: Todo lo que uno realmente conoce es su fragmentación.

B: La suposición de que existe la totalidad, puede ser razonable, pero mientras uno se halla fragmentado no puede verlo; ello será solamente una conjetura.

K: ¿Puede usted darse cuenta de su fragmento,? ¿Darse cuenta de que es usted un norteamericano, de que yo soy un hindú, un judío, un comunista o lo que fuere – de que uno vive solamente en ese estado? Cuando le preguntan «¿qué es usted?, entonces responde: «soy un indio, o un hindú o un árabe».

S: De un fragmento al siguiente, de una reacción a la próxima reacción.

K: ¿Puede uno, entonces, darse cuenta realmente de los diversos fragmentos? De que yo soy un hindú, de que soy un judío, un árabe, de que soy un comunista, un católico, un hombre de negocios, de que estoy casado, de que tengo responsabilidades yo soy un artista, yo soy un científico – ¿entiende? Toda esta fragmentación sociológica.

S: Correcto, de acuerdo. Esa sensación de que yo soy un fragmento.

K: Al cual usted llama «individuo».

S: No sólo lo llamo individuo; lo considero importante. En ello tengo que trabajar.

B: Al considerar cierto punto (que ustedes discutían) yo pensaba que la importancia de éstos fragmentos consiste en que cuando me identifico y digo: «yo soy esto», «yo soy aquello», me refiero a la totalidad de mí. La totalidad de mí es rica o pobre o americana, o lo que fuere; por lo tanto, parece ser de suma importancia. Pienso que la dificultad estriba en que el fragmento alega ser la totalidad, y por eso se vuelve muy importante.

S: Absorbe toda la vida.

B: Entonces surge una contradicción y aparece luego otro fragmento afirmando ser la totalidad.

S: ¿Cual es la causa de la fragmentación? ¿Qué‚ es lo que la engendra? ¿Qué‚ es lo que hace que seamos absorbidos por ella? (…) Trato de averiguar. Existe alguna causa… Tengo que aferrarme a algo.

K: No, simplemente mírelo, señor. ¿Por qué‚ está usted fragmentado? Examinémoslo lentamente. Nada de respuestas inmediatas.

(…)

K: Cuando usted dice: «yo soy un cristiano» ¿qué‚ implica eso?

S: Tradición, condicionamiento, sociología, historia, cultura, familia, todo eso.

K: No, no teorice. Obsérvelo en sí mismo.

S: Bueno, ello me da un lugar, una identidad; entonces sé quién soy, tengo mi pequeño nicho.

K: (Sí), sus tatarabuelos crearon este medio que le rodea, esta cultura, toda esta estructura de la existencia humana con su conflicto, los babilonios, los egipcios,…, somos ahora exactamente lo mismo.

S: Sugiere usted, entonces, que la inseguridad básica en que vivimos está siendo condicionada, y que la reacción a ‚esto – la respuesta a esto- es una fragmentación condicionada?

K: En parte. Si no hubiera fragmentación históricamente, geográficamente, nacionalmente, viviríamos en perfecta seguridad. No habría guerra, seríamos todos uno. El es yo. Pero esta fragmentación impide que ello ocurra.

B: (Volvamos al tema principal)

K: Sí, ¿Por qué‚ ocurre esta fragmentación? ¿Cual es su origen?

S: Usted dice que es el conocimiento.

K: ¿Es el conocimiento? Yo estoy seguro de que lo es, pero lo planteo como una pregunta.

S: ¿Qué‚ entiende usted por conocimiento?

K: La palabra ‘conocer’. ¿Lo conozco yo a usted? ¿O le he conocido? Nunca puedo decir que le conozco, realmente lo entiendo así; sería una abominación decir, «yo le conozco». Le he conocido. Pero mientras tanto usted está cambiando -en usted hay un movimiento.

S: Así es.

K: Decir que le conozco significa que estoy familiarizado o que me hallo en íntima relación con ese movimiento que ocurre dentro de usted. Sería un atrevimiento por mi parte decir que le conozco.

S: Eso es verdad.

K: De modo que el conocimiento -el conocer- es el pasado. ¿Diría usted eso?

B: Sí, entiendo que lo que conocemos es el pasado. El peligro está en lo que llamamos el presente; consideramos al conocimiento como el presente, ése es el peligro. Si dijéramos, si reconociéramos, si admitiéramos que el pasado es el pasado, que éste se ha ido y que lo que conocemos es el pasado, entonces el pasado no introduciría fragmentación alguna. Pero si decimos que lo que conocemos es presente ahora, entonces estamos introduciendo la fragmentación. Porque estamos imponiendo este conocimiento parcial sobre la totalidad.

K: Señor, ¿diría usted que el conocimiento es uno de los factores de la fragmentación? ­Resulta una píldora difícil de tragar!

B: (Quizás) sería mejor decir que la confusión en torno a todo lo que es conocimiento, se debe a la fragmentación.

K: Cuando el conocimiento presume que comprende la totalidad…

B: Si hablo acerca de usted, yo no debería decir que lo conozco todo, porque usted no es una parte limitada como una máquina. Vea, usted puede conocer la mayor parte acerca de ella (la máquina). A veces ella se descompone.

K: Cierto, cierto.

B: Pero cuando se trata de otra persona, eso está inmensamente más allá  de lo que uno podría realmente conocer. La experiencia no le revela a uno la esencia.

K: Dice usted, Dr. Bhom, que cuando el conocimiento se desborda dentro de lo psicológico…?

B: Bueno, también en otro campo al que yo generalmente llamo ‘lo total’. A veces se derrama dentro del campo filosófico y entonces trata de convertirlo en metafísico a todo el universo.

K: Eso es puramente teórico y para mí personalmente no tiene sentido.

B: Quiero decir que algunas personas sienten que cuando están discutiendo acerca de la metafísica de todo el universo, ello no es algo psicológico. Probablemente lo es, pero algunas personas pueden sentir que están elaborando una teoría del universo y no discutiendo sobre psicología. Es simplemente una cuestión de lenguaje.

K: Lenguaje, de acuerdo.

(…) ¿Cual es el origen de la fragmentación? Dijimos que tal vez fuera el conocimiento.

S: El conocimiento.

K: El conocimiento. Uno emplea el conocimiento psicológicamente, piensa que se conoce a sí mismo, cuando en realidad no es así porque uno está cambiando, se halla en movimiento. O bien usa uno el conocimiento para su propia satisfacción -para obtener posición, éxito, para llegar a ser un hombre importante en el mundo. «Soy un gran erudito» -digo. He leído un millón de libros; esto me brinda una posición, me da prestigio, estatus. ¿Es, entonces, que la fragmentación tiene lugar cuando existe el deseo de seguridad, de seguridad psicológica, el cual impide la seguridad biológica (física)?

(…) Debido a que busco seguridad psicológica en las ideas, en el conocimiento, en las imágenes, en las conclusiones, esto me impide tener seguridad biológica, física -para mí mismo, para mis hijos, para mis hermanos. No puedo tenerla. Porque la seguridad psicológica dice que soy un hindú, un grandísimo personaje en un insignificante rincón.

S: Sin duda (…)

K: ¿Podemos, pues, liberarnos del deseo de estar psicológicamente seguros? La noche pasada estuve escuchando a diversas personas disputar en la televisión -el presidente de esto, el no se qué‚ de aquello, discutiendo acerca de Irlanda y varias otras cosas. Cada uno de esos hombres estaba completamente convencido de lo que decía.

S: Es así. Yo asisto a reuniones todas las semanas. Cada persona piensa que su categoría es la más importante.

K: Así es que el hombre ha dado más importancia a la seguridad psicológica que a la seguridad biológica, física.

B: Pero no está  claro por qué debe engañarse a sí mismo de este modo.

K: Se ha engañado a sí mismo porque…¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué ha dado importancia a la seguridad psicológica?

B: (Mi posición, mi felicidad, mi dinero, mi casa, mi mujer -yo) Yo, sí. ¿No es que cada uno siente que él es la esencia de todo? El yo es la esencia misma de todo.

S: Creo que éste es el punto exacto. Que ello es así; que el ‘yo’ es lo importante. Que él es todo lo que existe.

K: Psicológicamente.

(…) Yo, mi país, mi dios, mi casa.

 

Diálogo II

Mayo 18 – en la mañana.

K: Podemos proseguir desde el punto donde quedamos ayer? ¿O quisieran ustedes empezar con algo nuevo?

B: Yo pensaba que hay un punto que no quedó del todo claro en lo que discutimos ayer. (…) No creo que esté del todo claro por qué ha de afirmar uno que la seguridad psicológica no es realmente tan importante como la seguridad física. Yo pienso que si a alguien que se haya muy perturbado mentalmente, usted le dice que la seguridad psicológica no existe, esa persona se sentiría mucho peor.

K: Sufriría un colapso, por supuesto.

B: Se me ocurren dos ejemplos: uno, es que si yo pudiera realmente creer que después de morirme habré de irme al cielo, si pudiera asegurarme de ello por completo, entonces me sentiría muy seguro en cualquier parte sin importar lo que pasara.

O, si soy comunista, pienso que andando el tiempo el comunismo habrá  de solucionarlo todo; ahora estamos sufriendo un montón de dificultades, pero valdrá  la pena y, al final, todo estará muy bien. Si yo pudiera tener la certeza de eso, entonces me sentiría muy seguro interiormente, aun cuando las condiciones presentes fueran muy penosas.

K: Bien, aunque uno pueda tener estas fuertes creencias (…) nosotros estamos inquiriendo si una cosa así existe en realidad, en los hechos…

B: En eso hay conflicto, porque si lo pienso un poco lo pongo en dudad, lo cuestiono. Digo que todo eso no parece tan seguro, puede pasar cualquier cosa. Por eso digo que en mi seguridad hay confusión y conflicto, porque no estoy seguro de ello.

K: Sentirse seguro (es) sentir que uno tiene algo que es indestructible (…) algo a lo que usted pueda asirse y que no sea perecedero. Confiar, aferrarse, asirse, apegarse a algo.

S: El yo.

K: Exactamente.

S: Sé que soy un médico, puedo confiar en eso.

K: Parte de nuestro condicionamiento.

B: El condicionamiento de que deseamos algo que sea seguro y permanente. La seguridad vendría a ser, entonces, la esperanza de que todo estará bien en el futuro.

S: De que continuará, (…) o llegará a ser.

Yo trato a enfermos todo el tiempo. La creencia que ellos proyectan es: «Yo llegaré a…» «encontraré a alguien que me ame» » «Me convertiré en…» «Seré el mejor tenista».

B: Podemos decir que, empíricamente, sabemos que estas esperanzas de seguridad son falsas, porque primero que nada -dice usted- está la muerte y, en segundo lugar, uno no puede confiar en cosa alguna; materialmente todo cambia. Mentalmente, todo cuanto hay en la cabeza cambia de modo constante. Uno no puede confiar en sus propios sentimientos, no puede confiar en que disfrutará  de alguna cosa que ahora está disfrutando, no puede confiar en la salud, no puede confiar en el dinero.

K: Usted (…) no puede depender de nada. Por lo tanto, si la seguridad real, básica, profunda, no existe, ¿hay entonces, psicológicamente, un mañana? En conclusión, usted deja de lado toda esperanza. Si no existe un mañana, uno elimina toda esperanza.

S: Sin embargo, para mí, decir «yo sé que la seguridad no existe»… ¿por qué no lo digo?

B: ¿No es un hecho, un hecho perfectamente observado, el de que nada hay en que uno pueda confiar psicológicamente?

S: (…) Creo que en la mayoría de los casos se (me) vuelve una idea (una abstracción, no una vivencia). ¿Por qué?

B: Porque… Supongamos en sentido ideal que uno puede ver toda la cosa como no seguridad en absoluto. Quiero decir, observarla de manera profesional y abstracta; (…) si ésa fuera alguna materia simple, con tantas pruebas uno ya la habría aceptado.

S: Es cierto.

B: Pero cuando se llega a esto, ninguna prueba parece funcionar. Uno dice todo eso, pero aquí estoy yo representado por la sólida realidad de mí mismo y mi seguridad, y hay una especie de reacción que parece decir: «Bueno, eso podría ser», pero en realidad son solamente palabras. La cosa real es el yo.

K: El yo es una idea.

Si yo siento que mi seguridad radica en alguna imagen que tengo, una representación mental, un símbolo, una conclusión o un ideal, no lo expondría como una abstracción sino que lo haría descender al terreno real. Uno ve que es así. Yo creo en algo; realmente, de hecho. Entonces pregunto: ¿Por qué creo?

S: O sea, que debo ver mi creencia, ¿no es eso? Ver ese ‘mi’ en funcionamiento.

K: Tome algo sencillo, el concepto que dice «yo soy un médico». Trabaje en ello.

S: Ese es un concepto. Es una conclusión basada en el adiestramiento profesional, en la experiencia, en el goce que me proporciona el trabajo.

K: Usted tiene una conclusión, un concepto de que es un médico. (…) Basado en el conocimiento, en la experiencia, en la actividad de todos los días…en el placer y todo lo demás.

S: Así es.

K: ¿Qué es entonces, lo real en eso, lo factual? (…) Su conocimiento. Su trabajo cotidiano.

S: Correcto.

K: Eso es todo. Lo demás es una conclusión.

B: ¿Qué es lo demás?

K: Lo demás: «Yo soy mejor que algún otro»

B: O bien, que esta cosa va a mantenerme constantemente ocupado.

K: Constantemente. Nunca estaré solo.

S: Correcto. OK.

B: Pero, ¿no existe ahí un cierto temor de que si yo no tuviera esto, las cosas se pondrían muy mal?

K: Desde luego (…) En consecuencia, hay que estar ocupado.

S: Estar ocupado haciendo esto -para completar el concepto. OK. ¿Se da cuenta usted de lo importante que es para toda la gente el estar ocupada?

K: Por supuesto.

B: Parece que el cerebro empieza a agitarse en toda su extensión a menos que tenga esta cosa. (…) Un constante contenido.

K: De este modo uno se ha reducido a ser una máquina.

B: Necesitamos orden dentro del cerebro. Deseamos poder proyectar el orden en el futuro, para siempre.

S: Eso es verdad. Pero, ¿diría usted que uno puede obtener esa seguridad mediante el orden mecánico?

B: Entonces eso no le satisface; uno dice: «Esta vida mecánica me está enfermando, quiero algo más interesante».

K: ­Aquí es donde intervienen los gurus!

B: ¿Diría usted que quizás al principio el cerebro aceptó todo esto (un orden mecánico) sin saber que tal condición mecánica traería desorden? ¿Que éste sólo penetró en él en un estado de inocencia?

K: Sí.

B: Y ahora está  preso en una trampa y, de algún modo, mantiene este desorden, no desea salir de él.

K: Porque teme un desorden mayor.

(…) Ahora bien, ¿ve usted realmente que la manera mecánica de vivir conduce al desorden? -el cual es tradición. Si yo vivo completamente en el pasado -pensando que esa es una manera muy ordenada de vivir- ¿qué ocurre? Ya estoy muerto y no puedo hacer frente a nada.

Así es que digo: «­Por favor, no perturben mi tradición!» «He encontrado algo que me proporciona orden, una creencia, una esperanza, esto o aquello, así que déjenme en paz». Y la vida no va a dejarlos en paz. Entonces se atemorizan y establecen otro orden mecánico.

¿Ve usted ahora la totalidad de esto? Si lo ve, hay una acción instantánea disolviéndolo todo.

Cuando el pasado se encuentra con el presente y continúa, él es uno de los factores del movimiento del tiempo: esclavitud, miedo y todo eso. Si cuando el pasado se encuentra con el presente uno ve esto, si está  totalmente atento a este movimiento, entonces el movimiento se detiene. Entonces yo me encuentro con usted como si fuera la primera vez, entonces hay algo fresco, puro. Es como una flor nueva que se abre.

 

Diálogo III

Mayo 18 – en la tarde.

K: ¿Empezaremos por donde habíamos quedado? Nos preguntábamos por qué los seres humanos viven de este modo. ¿No es así? El alboroto, la confusión, el sufrimiento que hay tras de todo ello, el conflicto, la violencia. Y tantas personas que ofrecen diferentes modos de resolver los problemas -los gurús, los sacerdotes, los miles de libros, cada cual ofreciendo una nueva solución, un método nuevo. Estoy seguro de que esto ha estado ocurriendo por un millón de años. «Haz esto y todo estará perfecto». Pero nada parece haber conseguido su propósito de hacer que el hombre viva (…) sin esta actividad caótica que prosigue constantemente. ¿Por qué los seres humanos viven de este modo, en esta espantosa desdicha? ¿Por qué?

B: Yo creo que la gente se ha acostumbrado a ello. Uno se acostumbra a cualquier cosa que le suceda, y al cabo de un rato deja de verla, precisamente porque se ha habituado a ella. Pero eso no explica por qué la cosa está ahí. Como decíamos esta mañana, yo pienso que llegamos a depender de ello para estar ocupados.

K: ¿Es que nosotros sentimos que nada podemos hacer al respecto?

S: Es eso, seguramente.

B: Esa ha sido una vieja historia. La gente dice que la naturaleza humana…

K: …nunca podrá  ser modificada.

B: Muchos han dicho que ellos no aceptan que la naturaleza humana sea así, que intentarán cambiarla, y eso no ha funcionado. Los comunistas trataron de hacerlo; otros también lo intentaron. Ha habido tanta experiencia desastrosa, que todo ello se ha sumado a la idea de que la naturaleza humana no cambia.

S: Usted sabe, cuando llegó Freud hizo historia; él nunca afirmó que el psicoanálisis sirve para cambiar a la gente. Dijo que sólo podemos estudiar a la gente.

K: No estoy interesado en eso. Lo conozco. No tengo que leer a Freud, ni a Jung, ni a usted ni a nadie; ello está ahí frente a mí.

S: De acuerdo. Digamos entonces que conocemos este hecho acerca de la gente: nadie quiere cambiar.

K: Examínelo, señor. Tómese a sí mismo -siento ser personal-, pero si a usted no le importa, sea usted la víctima.

S: El conejillo de Indias.

K: Correcto. ¿Por qué no cambia usted?

S: ¿Por qué no cambio? No lo sé. Persiste en mí una especie de sentimiento de que algo obtengo del no cambiar.

K: ¿Es la entidad que no desea cambiar la que establece el patrón del cambio?

S: ¿Podría usted decirlo de otro modo?

K: Yo quiero cambiar, y planeo qué es lo que voy a cambiar, el modo de producir ese cambio.

S: Entendido.

K: El que planea las cosas es siempre el mismo.

S: Eso es cierto.

K: Pero los patrones (las pautas) cambian. Por lo tanto, yo soy lo viejo, yo, el que desea cambiar, soy el que crea los patrones del cambio.

B: Pero cuando hago eso no pienso que sea lo viejo, no percibo realmente que yo estoy involucrado en ese viejo material que deseo cambiar.

K: Se ha dicho cien millones de veces: «Haz esto y te transformarás». Usted trata de hacerlo, pero el centro es siempre el mismo.

B: Es una especie de truco de prestidigitación por medio del cual la cosa que origina la dificultad, es puesta en la posición de la cosa que trata de producir el cambio. Es un engaño.

K: El yo que va a vivir de acuerdo con ello, es el mismo viejo yo.

S: Usted realmente está  llegando al punto: que la raiz es esta creencia de que algo o alguien puede ayudarlo a uno.

B: Nosotros proyectamos la luz en otra parte.

K: Si señor. Por lo tanto, si quiero cambiar no sigo a nadie, porque todos ellos (un gurú viejo, un gurú nuevo) son como el resto de la pandilla. No acepto ninguna autoridad en todo esto.

La autoridad surge sólo cuando estoy confuso, cuando me encuentro en desorden. ¿Quién es mi autoridad? ¿Quién? Ellos me han dicho: «Haz esto, haz aquello, haz lo otro. Lee este libro (…) Identifícate con Dios (…) Pero yo sigo igual que antes -sufro, estoy confundido.

(…) Si todos dijeran: «No puedo ayudarte, tienes que hacerlo solo, obsérvate a ti mismo», entonces toda la cosa comenzaría a actuar. (…) En el acto de rechazar la autoridad estoy empezando a tener cordura. No acudiré a Jerusalén porque ahora soy muy serio. Soy extraordinariamente serio, porque ésta es mi vida.

S: En otras palabras, debo entonces estar abierto a ‘lo que es’, eso es todo lo que tengo.

K: Examinémoslo. Sé que estoy neurótico, los líderes del mundo están neuróticos y yo soy parte de ello -yo soy el mundo y el mundo es lo que yo soy-, de modo que no puedo acudir a nadie. ¿Usted ve lo que eso hace?

(…) Como ser humano, me doy cuenta de que estoy neurótico, en el sentido de que tengo creencias, de que vivo a base de conclusiones, recuerdos, que son procesos neuróticos.

S: Pero yo creo que eso es verdadero. ¿Cómo voy a examinarlo si realmente creo en ello?

K: ¿Por qué cree? ¿Quién le pidió que crea? ¿Qué necesidad tiene de un dios?

 

Diálogo IV

Mayo 19 – en la mañana

K: No creo que ayer hayamos respondido a la pregunta: ¿Por qué los seres humanos viven del modo en que están viviendo? ¿Respondimos a la pregunta?

S: Tocamos el punto y después nos alejamos. Usted sabe que mi respuesta inmediata fue que a la gente le gusta vivir así.

K: Pienso que es más profundo, porque si uno transforma realmente su propio condicionamiento, podría encontrarse (…) en una situación muy difícil, (…) una real inseguridad.

Porque ello significa que usted ha de estar solo, psicológicamente solo. Y nosotros nos preguntamos si los seres humanos pueden permanecer así. (…) Es el instinto del rebaño; estar juntos, con la gente, no estar solos.

Una vez hablé con un hombre del FBI -vino a verme y dijo: «¿Por qué anda usted solo todo el tiempo? ¿Por qué está tan solo? Le veo paseando solo en medio de los cerros. ¿Por qué?» El pensaba que eso era muy perturbador. Uno prefiere más bien apegarse a la desdicha que ya conoce, y no penetrar en otra clase de desdicha que no conoce.

B: (…) Nada soy sin el grupo.

K: Sí, así es. De hecho, yo soy el grupo.

(…)

B: Me parece que usted da a entender que si uno está  realmente solo, genuinamente solo, entonces no está  aislado del universo.

K: Absolutamente cierto. Al contrario.

B: Por lo tanto, primero tenemos que estar libres de esto que es falsamente universal. (…) (De esa) identificación con el grupo como lo universal, como si fuera el sostén universal de mi existencia.

S: Correcto, correcto. (…) Lo que se está  diciendo es que cuando esa localizada identificación con el grupo, esa falsa seguridad es suprimida, uno se abre a la participación en…

K: No, no es un asunto de participación -usted es el universo.

(…)

K: Estar psicológicamente solo significa pues, libertad total.

(…) Esta libertad total, ella es el universo.

B: Estuve buscando en el diccionario el origen de la palabra ‘alone’ (solo); básicamente significa ‘all one’ (todo uno).

K: Por lo tanto, alejarse de eso (el caos del grupo) y penetrar en el orden total -cosmos- quiere decir que uno está psicológicamente solo.

Decimos: «prefiero más bien quedarme donde estoy, en mi pequeña charca, que enfrentarme al aislamiento». Y ésta puede ser una de las razones por la que los seres humanos no cambian radicalmente.

La otra es que estamos tan densamente condicionados para aceptar las cosas como son. No nos preguntamos: ¿Por qué debo vivir de este modo?

B: Tenemos que abandonar esta convicción de que el modo como las cosas son, es el único modo en que pueden ser.

K: Si, correcto. Vea, las religiones han señalado esto diciendo: «Existe otro mundo, aspiren a él. Este es un mundo transitorio, no tiene importancia, vivan lo mejor que puedan en medio del sufrimiento, y después serán perfectamente felices en el mundo siguiente».

S: Correcto.

B: (Y los comunistas dicen) que la felicidad existe en el futuro de este mundo.

K: Sí, sí. «Sacrifiquen a sus hijos por el futuro», lo que es exactamente la misma cosa.

K: ¿Qué es entonces lo que hará  cambiar a los seres humanos? Radicalmente.

S: No lo sé. Incluso la idea que usted sugiere aquí es que ello no puede ser diferente, o que todo resulta ser la misma cosa: que es parte del propio sistema.

K: De acuerdo. Ahora espere un minuto. ¿Puedo hacerle una pregunta? ¿Por qué no cambia usted? ¿Qué le impide hacerlo?

S: Yo diría que es… ­Oh, es una pregunta difícil! Supongo que la respuesta sería que… No tengo ninguna respuesta.

K: Entonces, señor, déjelo. ¿Es que nuestra estructura, toda nuestra sociedad, todas las religiones, toda la cultura se basan en el pensamiento, y este dice: «Yo no puedo hacerlo. Por lo tanto, es necesario que intervenga un agente externo para cambiarme»?

B: Yo diría que (…) el pensamiento tiende a considerar este caos como algo que existe independientemente de él.

K: El pensamiento ha creado el yo, ha creado el caos, la división, el conflicto, los celos, la ansiedad, el temor… ¿Por qué (el pensamiento) está  siempre moviéndose?

B: Creo que hay un paso que podría ayudar; preguntarme a mí mismo qué es lo que me hace proseguir pensando y hablando. A menudo observo a la gente y puedo ver que está  en un atolladero precisamente porque sigue hablando. Si ellos pararan de hablar, desaparecería todo el problema. Quiero decir que el problema es ese flujo de palabras que brotan como si el problema fuera una realidad; y entonces ellos dicen: «Ese es mi problema, él es real y tengo que pensar un poco más».  Hay una especie de realimentación que dice: «Tengo un problema, estoy sufriendo».

Tengo una sensación de que yo soy real. Pienso en mi sufrimiento y en lo que eso lleva implícito: que soy yo quien está ahí, que el sufrimiento es real porque yo soy real. Entonces viene el pensamiento siguiente: «Ya que eso es real, yo debo pensar un poco más».

K: Lo cual significa que si el pensar es movimiento -que implica tiempo- y ese movimiento deja de existir, ­estoy muerto! Yo estoy muerto.

B: Sí, si ese movimiento se detiene, entonces debe desaparecer el sentimiento de que yo estoy ahí como algo real, porque el sentimiento de que yo soy real, es el resultado del pensar.

K: ¿Ve usted, Dr. Shainberg, que esto es extraordinario? Uno se da cuenta de que el problema del pensar es movimiento, ¿correcto?

S: Correcto.

B: Y en este movimiento, el pensar crea una imagen de…

K: …de mí, del yo…

B: …que se supone está  moviéndose.

K: Sí, sí. Entonces, cuando ese movimiento se detiene, no hay yo. El yo es tiempo, es un producto del tiempo, el cual es pensamiento.

Cuando ese movimiento del pensar toca a su fin, (…) profundamente el ser humano debe darse cuenta de que el yo se termina, y esa es realmente una cosa muy aterradora. Mi conocimiento, mis libros, mi mujer -todo cuanto el pensamiento ha producido. Y usted me está  pidiendo que termine con todo eso.

(…)

K: ¿Cómo lo recibe usted, cómo lo escucha? ¿Qué ocurre en usted cuando escucha esto?

S: (…) Existe una sensación de ver, y después hay miedo de esa muerte.

K: Lo cual significa que usted ha escuchado las palabras; las palabras han despertado el temor.

S: Yo no diría eso… pienso que es un poco injusto. Ellas despiertan,… la realidad del hecho y después parece haber un silencio, un instante de gran claridad que me produce una especie de sensación en la boca del estómago, donde las cosas se disuelven, y entonces hay una suerte de… detención.

B: Pero apenas interviene el pensamiento…

S: Correcto. Ahora espere un minuto… No, no se aparten de eso. Cuando interviene el pensamiento…

K: Entonces ya no existe el hecho.

B: Sí, tan pronto como usted introduce el pensamiento, eso no es un hecho, es una imaginación…

K: Hemos descubierto algo extraordinario: que con el hecho no hay temor.

S: Correcto.

B: Esto funciona en ambos sentidos: todo temor es pensamiento y todo pensamiento es temor.

K: (…) Es como decir: permanezca totalmente con el dolor. No se aleje, no diga que debería existir o que no debería existir, o cómo superarlo -sólo quédese totalmente con esa cosa. Con el hecho. Entonces tiene usted una energía extraordinaria.

 

Mayo 19

En la tarde

(…)

K: Si el cerebro experimenta un impacto –un impacto biológico, físico– ¿tiene un ser lastimado también el cerebro psicológico –si es que podemos llamarlo así?¿Es ello inevitable? (…)

¿Puede un cerebro psicológico semejante, si se me permite usar esas dos palabras, no ser lastimado jamás? -en ninguna circunstancia, ya sea por la vida de familia, por el marido, la esposa, los malos amigos, los llamados enemigos, por todo eso que a uno le rodea- ¿puede no ser lastimado jamás? Porque, aparentemente, ésta es una de las principales llagas de la existencia humana. Cuanto más sensible es uno, cuanto más perceptivo, más le lastiman las cosas, más se aparta. ¿Es eso inevitable?

S: No creo que sea inevitable, pero … ocurre. Y parece suceder cuando se forma un vínculo de apego y después se produce la pérdida de ese vínculo. Usted se vuelve importante para mí, usted me agrada, o estoy comprometido con usted; entonces se vuelve importante para mí que usted no haga nada que pueda perturbar esa imagen.

K: Vale decir que la relación entre dos personas -la imagen-, ésa es la causa de que seamos lastimados.

B: ¿Donde comienza ello?

K: Eso es lo que quiero averiguar.

(…)

S: Es la mente fragmentada la que está  … haciendo esto.

K: La mayor parte de las personas tienen una imagen de sí mismas, prácticamente todos la tienen. Es esa imagen la que se siente lastimada. Y esa imagen es usted, y usted dice: «Yo he sido lastimado».

B: Es lo mismo que hemos estado discutiendo esta mañana.

K: Sí.

B: Vea, si yo tengo una imagen de mí mismo que me proporciona placer, me atribuyo el placer y digo que es real. Cuando alguien me lastima, entonces me atribuyo el dolor y también digo que es real. Parece que si usted tiene una imagen que puede proporcionarle placer, entonces ella también debe ser capaz de ocasionarle dolor. No hay forma de salir de eso.

(…) Porque el placer surge si digo: «Yo pienso que soy bueno», y eso es sentido como algo real, lo cual torna real esa bondad; pero si viene alguien y dice: «usted no es bueno, es un estúpido», eso también es real y, por consiguiente, muy significativo.

K: La imagen produce tanto el placer como el dolor. (…) Prácticamente, todo ser humano tiene una imagen de sí mismo, imagen de la que es inconsciente -o de la que no se da cuenta.

B: Pienso que uno siente que toda su vida depende de la imagen.

K: ¿Cómo se origina ello? (…) ¿Cuál es el origen de ese fabricar imágenes de uno mismo?

B: Si yo no tuviera ninguna imagen en absoluto, nunca caería en eso, ¿no es así?

S: ¿Si yo nunca fabricara imágenes…?

B: Pero supongamos que hubiera un niño que no ha construido una imagen de sí mismo.(…) No habiendo jamás fabricado ninguna imagen, no importaría lo que mi padre hiciera. (…) Entonces no puede quedar lastimado. (…) El niño del que usted hablaba, dependía de la imagen de que su padre lo quería. (…) Pero si él no tiene la imagen de que su padre debe quererlo, entonces sólo prestará atención a su padre.

(…)

K: Los padres se sienten terriblemente lastimados. Ví en la TV lo que está  sucediendo en Norteamérica. Una mujer, llorando, decía: «Soy su madre, él no me trata como a una madre, simplemente me da órdenes para todo». El hijo se había escapado una docena de veces. Y esta separación entre padres e hijos está aumentando por todo el mundo. Ellos no están relacionados entre sí. (…) ¿Será  que los padres tienen una imagen de sí mismos e insisten en crear una imagen en los hijos?

B: Supongamos que padre e hijo tienen imágenes el uno del otro, y que la relación está  gobernada por esas imágenes -la cuestión es si realmente existe o no una relación, o si lo que hay es una especie de fantasía de relación.

(…) Cabría decir que uno está  relacionado mientras ciertas cosas van bien, pero que más allá  de ese punto, de algún modo ello simplemente revienta. ¿Ve lo que quiero decir? Ese mecanismo está  ahí dentro, enterrado, de manera que me domina potencialmente. Como un hombre que está  atado a una cuerda, y dice que hay momentos en que puede moverse adonde él quiera.

(…) Si no ocurriera el constante proceso de construir una imagen, no habría base ni estructura alguna que pudiera ser dañada. En otras palabras, el dolor se debe totalmente a algún factor psicológico. Puesto que yo disfrutaba anteriormente el placer de decir: «Mi padre me quiere, yo hago lo que él desea», ahora viene el dolor: «Yo no hago lo que él desea, él no me quiere».

S: Correcto, ahí no hay duda. En tanto el padre es el autor de la imagen y tiene una imagen, él no puede ver al hijo.

K: Y, por lo tanto, transmite una imagen al hijo.

(…) ¿Puede una mente humana que ha creado la imagen, que ha aceptado la imagen, puede esa mente descartar la imagen por completo y no ser lastimada jamás -lo cual significa que una gran parte de la conciencia está  vacía, vacía de contenido? Me lo pregunto.

S: Lo que tenemos es un montón de imágenes. Por eso no sé la respuesta.

K: ¿Es posible detener la maquinaria que está  produciendo las imágenes? Y, ¿en qué consiste la maquinaria? ¿Es el deseo de ser alguien?

S: Sí, es el deseo de ser alguien, el deseo de saber -el deseo de tener. De un modo u otro, esa maquinaria parece manejarse con el sentimiento de que si yo no tuviera eso, no sabría dónde estoy.(…)

El sentimiento de que uno no sabe qué hacer. El no poder confiar en nada, el no tener ningún apoyo engendra más desorden, ¿entiende?

K: Esa es una de las imágenes…

(…)

K: Cuando un hombre tiene una imagen de sí mismo, dice: «Amo a mi mujer, amo a mis hijos», eso es mero sentimentalismo, emocionalismo romántico e irreal. Porque estas (experiencias) se basan en imágenes. Imagen futura, imagen pasada o imagen viviente. Por lo tanto, pregunto: ¿Puede ello detenerse? Yo digo que puede. Sin ninguna duda. No es una mera declaración verbal para entretenerle. Para mí esto es tremendamente importante.

S: Bueno, creo que estamos de acuerdo en que es tremendamente importante, pero ¿cómo?

K: No ‘cómo’. Porque entonces usted entra en la cuestión de los sistemas, de los procesos mecánicos, todo lo cual es parte de nuestra fabricación de imágenes. Si yo le digo cómo, usted me dirá: «Explíqueme el sistema, el método y yo lo haré todos los días» -y así obtendré la nueva imagen.

(…) Veo el hecho; no mi reacción al hecho. No teorías románticas e irreales acerca de lo que no debería ser. Es un hecho que mientras haya imágenes, no va a haber paz en el mundo ni va a haber amor en el mundo -sea la imagen de Cristo, o la imagen de Buda, o la imagen de los musulmanes – ¿entiende?

B: Cuando usted habla de permanecer con el hecho, una de las imágenes que pueden introducirse es que ello resulta imposible, que nunca podrá  hacerse.

K: Sí, ésa es otra imagen. Permanezca con ello. Nuestra conciencia es éstas imágenes -las conclusiones, las ideas…

S: …siempre estamos escapando.

K: Llenando, llenando, y ésa es la esencia de la imagen. Si no hay fabricación de imágenes, ¿qué es la conciencia? Es algo por completo diferente.

 

Diálogo VI

Mayo 20 – en la mañana

K: Dr. Bohm, como usted es un físico muy conocido, me gustaría preguntarle, después de estos cinco diálogos que hemos sostenido: ¿Qué es lo que cambiará al hombre? ¿Qué producirá  una transformación radical en la conciencia total de los seres humanos?

B: Bueno, no sé si los conocimientos científicos son muy pertinentes para responder a esa pregunta.

K: No, tal vez no lo sean, pero después de haber discutido juntos …, si yo fuera un espectador que estuviera escuchándonos a nosotros tres diría: «Sí, todo está muy bien para estos filósofos, estos científicos, estos expertos, pero eso se halla fuera de mi alcance… Tráiganlo más cerca, de modo que pueda relacionarlo con mi vida».

¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Cómo he de analizarlo? ¿Desde donde he de mirarlo? Apenas si dispongo de tiempo. Voy a la oficina. Voy a la fábrica. Tengo tantas cosas que hacer -hijos, una esposa regañona, pobreza-, toda la estructura de la desdicha; y ustedes tres están sentados ahí y hablan de algo que no me concierne en lo más mínimo. ¿Podrían, pues, ir al grano -por decirlo así-, traerlo hasta donde yo pueda abordarlo como un ser común y corriente?

B: Bueno, como punto de partida, ¿podríamos considerar los problemas que surgen en la relación cotidiana?

K: O en el hogar. En el hogar está  la rutina, el sexo, los hijos,…, y el constante batallar toda mi vida. Insultado, herido, ofendido -todo eso ocurre en mí y alrededor de mí.

B: Sí, hay una constante frustración.

K: Constante frustración, constante esperanza, deseo de tener más éxito, de tener más dinero -más, más, más de todo. ¿Cómo, entonces, he de transformar mi relación?  ¿Cual es la razón de ser, el origen, la fuente de mi relación?

B: Parece, como lo estuvimos discutiendo ayer, que nuestra tendencia es a relacionarnos casi siempre a través de la imagen.

K: ¿Pero, cómo he de cambiar esa imagen? ¿Cómo he de demolerla?

B: Tal como yo lo veo, uno tiene que estar atento a esa imagen, vigilarla a medida que ella se mueve.

K: De hecho, debo vigilarla todo el tiempo.

B: Sí.

K: La relación con mi esposa, con mi vecino, con la oficina, dondequiera me encuentre -y también con la naturaleza-; no creo que comprendamos la importancia de una relación sencilla, tranquila, plena, rica, dichosa -la belleza de ello, su armonía.

¿Podemos entonces explicarle al espectador común… la gran importancia que eso tiene?

S: Intentémoslo. ¿cómo podemos comunicar a alguien el valor de una relación correcta? Supongamos que usted es mi esposa; se queja, me sermonea -¿correcto? Piensa que yo debería hacer algo por usted, cuando yo estoy cansado y no tengo ganas de hacer nada por usted.

K: Lo sé. Ir a una fiesta…

S: Exacto. «Nunca sales conmigo. ­Nunca me llevas a ninguna parte!»

B: Pienso que debería ser muy claro que nadie puede hacerlo por mí. Cualquier cosa que algún otro haga, no influirá en mi relación.

S: ¿Podemos decir, entonces, que la correcta relación empieza con darse cuenta de que uno tiene que hacer algo por sí mismo?

K: Y de la absoluta importancia de ello.

(…) porque usted es el mundo. Y el mundo es usted. De eso no puede evadirse.

S: ¿?

K: Después de todo, usted es el resultado de la cultura, del clima, la comida, el ambiente, las condiciones económicas, sus abuelos -usted es el resultado de todo eso- todo su pensar es el resultado de eso.

B: ¿Ese es el significado que usted asigna al decir que uno es el mundo?

K: Por supuesto, por supuesto.

(…)

K: Lo primero que usted tiene que decirme -a mí como un ser humano común que vive en medio de esta loca y vil competencia- es, «Mire, dése cuenta de que la máxima y más importante cosa en la vida es la relación. Y usted no puede estar relacionado con nada si tiene una imagen de sí mismo. Cualquier imagen que uno tiene de otro o de sí mismo, impide la belleza de la relación».

(…)

K: (Usted me lo dice) todo eso. La relación es lo más importante. Yo digo: Por supuesto, muy bien. Y continúo con lo viejo.

B: Hay una imagen (…) de que esto se halla fuera de mi capacidad.

K: (Yo le digo): Por favor, dígame cómo hacerlo. Y usted me dice que en el momento en que yo le pregunto cómo hacerlo, ya estoy construyendo una imagen, un sistema, un método. (…) Entonces usted me dice que nunca le pregunte cómo hacerlo, porque el ‘cómo’ implica al yo haciéndolo y, en consecuencia, estoy creando otra representación mental.

Yo he comprendido eso y jamás volveré a preguntar cómo hacerlo. (Como explicó el Dr Bohm) el yo es el factor de la fabricación de imágenes.

Me doy cuenta de todo esto, soy bastante inteligente, he leído muchísimo, soy un hombre común -yo personalmente no leo, de modo que estoy hablando de un hombre corriente-, he discutido todo esto y veo lo extraordinariamente importante que es; y pregunto: ¿Cómo he de terminar con ello? No el método, no me digan lo que debo de hacer.

De modo que usted me dice: «No haga una división entre la herida pasada y la futura. Sólo existe la herida. Por lo tanto, mire la imagen, no en términos de heridas pasadas y futuras, sino mire simplemente esa imagen que es tanto el pasado como el futuro.

Por consiguiente, y éste es mi punto clave… sé que tengo una imagen, diversas imágenes, que el centro de esa imagen soy ‘yo’ -sé todo eso. ¿Cómo he de mirarlo pues? (…) ¿Es el observador diferente de lo que está  observando? Esa es la verdadera cuestión.

¿Usted ve, señor, lo que ocurre? Si hay una diferencia entre el observador y lo observado, existe ese intervalo de tiempo en el cual prosiguen otras actividades.

(…) Y donde hay división, hay conflicto. De modo que usted me dice que aprenda el arte de observar, o sea: que el observador es lo observado.

B: Pero yo pienso que primero podríamos considerar todo nuestro condicionamiento, el cual nos dice que el observador es diferente de lo observado.

(…) Por lo común, cuando yo pienso en mí mismo, ese ‘mi mismo’ (pensamos que) es una realidad independiente del pensamiento.

K: ¿Por qué no hay percepción inmediata de una verdad, la verdad de que usted es el pasado?

S: (Porque) tengo una imagen de mí mismo a los tres años, tengo una imagen de mí a los diez, a los diecisiete, y digo que ellas siguieron una secuencia en el tiempo. Me veo a mí mismo como habiéndome desarrollado a través de ese tiempo. Yo soy diferente ahora de lo que era hace cinco años.

B: Pero ése es todo el punto acerca de la imagen: que ella imita un hecho real, y usted siente entonces que eso es real. (…) Pero, ¿es un hecho real el de que estoy (ahí contemplando el pasado)? (…) ¿Es un hecho real el de que ése es el modo en que todo es y fue?

S: No. Puedo ver la inexactitud de mi memoria construyéndome en el tiempo. Quiero decir que, (…) ocurrían mas cosas de las que tengo en la memoria.

B: Sí, pero ¿se encuentra realmente ahí (el yo) y está mirando? Esa es la cuestión.

S: (…) Lo que constituye una realidad es este desarrollo, esta imagen de una secuencia evolutiva.

(…)

K: ¿Es el que percibe diferente de lo percibido? (…)

B: Lo que usted quiere decir (K) es que el pensamiento se mueve y crea una imagen de que está mirando, pero nada es visto.

K: Sí.

B: Por lo tanto, no hay observador.

K: ¿Qué pasa, pues, cuando no hay movimiento del pensar, el cual fabrica las imágenes -qué ocurre entonces? ¿Comprenden mi pregunta? Cuando el tiempo, que es el movimiento del pensar, cesa, ¿qué es lo que hay? (…) He intentado la meditación zen, he intentado la meditación hindú, he intentado toda suerte de otras prácticas desdichadas, y entonces les oigo a ustedes y digo: «­Por Dios!, es algo extraordinario lo que éstas personas están diciendo. Dicen que en el momento en que no existe el hacedor de la imagen, el contenido de la conciencia experimenta una transformación radical y cesa el pensamiento, salvo el que está en su lugar correcto.» (…)

Cuando el pensamiento se detiene, cuando no existe el hacedor de las imágenes, hay una completa transformación de la conciencia porque no hay miedo, no hay ansiedad, no hay persecución del placer, no existe ninguna de las cosas que crean división y conflicto.

 

Diálogo VII

Mayo 20 – en la tarde

K: Como un extraño que hubiera estado escuchándonos, después de esta mañana ustedes me han dejado completamente vacío, sin ningún futuro, sin ningún pasado, sin imagen alguna.

S: Eso es cierto. Alguien que hoy nos estuvo observando, preguntó: «¿Cómo voy a levantarme de la cama en la mañana?»

K: Creo que esta cuestión de levantarse de la cama en la mañana es bastante simple, porque la vida me exige que actúe y no que permanezca en la cama por el resto de mis días.

(…)

K: Todo cuanto me han quitado es el dolor superficial, el pensamiento y la elaboración de imágenes. Y yo percibo que hay mucho más.

B: Cuando hemos considerado lo que produce el dolor, la autocompasión, y cuando hemos comprendido también el dolor de la humanidad, ¿podría decirse que, de algún modo, la energía profunda es… puesta en marcha?

Ante todo, cuando existe este dolor, tal energía se encuentra… atrapada en remolinos o algo así. Ello es más profundo que el pensamiento, pero hay como una perturbación muy honda de energía, (…) dolor profundo.

Su origen es el bloqueo del pensamiento, ¿no?, perpetuando la ignorancia.

Porque si no fuera por eso, la natural capacidad del hombre para aprender, resolvería todos estos problemas.

K: Correcto.

Es un movimiento. Un movimiento no en el tiempo.

S: ¿?

K: Señor, lo que constantemente se está renovando, lo que es constantemente nuevo -nuevo no es la palabra-, constantemente fresco, lo que perpetuamente está  floreciendo, eso es intemporal.

(…)

K: Déjeme volver a ello de un modo distinto. Siendo un hombre bastante inteligente, habiendo leído diversos libros, intentado varios tipos de meditación, de una sola mirada tengo un discernimiento en todo ello, de una sola mirada -y eso es el fin de la fabricación de imágenes. Se terminó. No lo tocaré más.

Entonces debe tener lugar una meditación para ahondar, para tener un discernimiento en algo que la mente jamás ha alcanzado antes.

B: Pero aun si usted realmente lo alcanza, eso no significa que la próxima vez ello será  conocido.

K: Sí, es siempre nuevo. No es un recuerdo almacenado, alterado, cambiado, al que se llama nuevo. Nunca ha sido viejo -no sé si puedo expresarlo de ese modo.

B: Sí, creo que lo comprendo. Pero, ¿podría decirse que es como una mente que jamás ha conocido el dolor?

K: Sí.

B: Al principio eso podrá  parecer desconcertante. Usted sale de este estado que ha conocido el dolor, y penetra en un estado que no ha conocido el dolor.

K: Completamente cierto, señor.

(…)

K: Para penetrar en esto, la mente debe estar en completo silencio. De lo contrario, usted está  introduciendo en ello alguna proyección. (…) Y ese silencio no es el producto del control -no es un silencio deseado, premeditado o predeterminado. (…) En consecuencia, ese silencio no es producido por la voluntad. (…) En ese silencio existe este sentimiento de algo que está  más allá  de todo tiempo, de toda muerte, de todo pensamiento -¿comprende? Nada (nothing). Ninguna cosa (not a thing), usted entiende; nada. Por lo tanto, vacío y, en consecuencia, una energía tremenda.

B: ¿Es ésta, también, la fuente de la compasión?

K: Lo es.

B: En esta energía hay compasión…

K: Sí, correcto.

(…)

K: Señor, expresémoslo, abordémoslo de una manera diferente. Nada de cuanto ha creado el pensamiento es sagrado, santo.

B: Porque el pensamiento está fragmentado.

K: Fragmentado. Sabemos que erigir una imagen y adorarla, es una creación del pensamiento.

Usted ha tenido un discernimiento en la imagen, en el movimiento del pensar -el movimiento del pensar que es autocompasión, que crea el dolor. Usted ha tenido un real discernimiento en ello, ¿verdad? Esto no es un acuerdo o desacuerdo verbal o una conclusión lógica. Usted ha tenido un auténtico discernimiento en ello…

Ese discernimiento es inteligencia universal, inteligencia global o cósmica. Ahora avance más en ello; tenga un discernimiento en el dolor que no es el dolor del pensamiento.

Entonces, en ese discernimiento hay compasión. Ahora tenga un discernimiento en la compasión. ¿Es la compasión el fin de toda la vida? ¿El fin de toda muerte? Parece serlo, porque la mente se vacía de todas las cargas que el hombre se ha impuesto a sí mismo -¿correcto? Por lo tanto, usted tiene ese sentimiento extraordinario, tiene dentro de sí esa cosa tremenda. Ahora, profundice en esa compasión. Y entonces hay algo sagrado, incontaminado por el hombre, por sus súplicas, sus exigencias, sus plegarias, su perpetua trapacería. Y‚ ése puede ser el origen de todas las cosas -que el hombre ha estropeado. ¿Entiende?

(…)

S: El espectador, ¿ha compartido con nosotros la experiencia que hemos tenido juntos?

K: ¿La han compartido ustedes dos con quien les habla? Si no, entonces, ¿qué? Una hábil discusión ­oh, estamos hartos de eso! Usted sólo puede compartir cuando está realmente hambriento -abrasándose de hambre. De lo contrario, comparte palabras. Así que hemos llegado al punto en que vemos que la vida tiene un significado extraordinario (…) La vida es sagrada.

(…)

K: Ello implicaría, realmente, que todas estas discusiones, estos diálogos, han sido un proceso de meditación. No un hábil argumentar, sino una verdadera meditación que penetra y produce discernimiento en todo lo que se expresa.

La meditación es ver la verdad de cada afirmación (…) O la falsedad de cada afirmación (…) O ver lo verdadero en lo falso (…)

No existe un compartir. Existe solamente eso.

S: Eso es el acto de la meditación.

K: Sólo eso existe.