La magia del mundo en los recuerdos de infancia de William Wordsworth

Todo aquel que ha tenido la fortuna de tener una infancia feliz y percibir durante ella la magia de las cosas, se encontrará identificado con los recuerdos y los sentimientos casi panteístas que William Wodsworth transcribe en su Preludio y en poemas como Tintern Abbey.

William Wordsworth
WILLIAM WORDSWORTH (1770-1850). English poet. Sketch by Benjamin Robert Haydon c1820.

William Wordsworth (7 de abril de 1770-23 de abril de 1850) fue uno de los más grandes poetas románticos ingleses. Con Samuel Taylor Coleridge, contribuyó a la evolución del romanticismo inglés con su publicación conjunta de Baladas líricas en 1798. Esta obra influyó de modo determinante en el paisaje literario del siglo XIX. Fue el poeta laureado de Inglaterra desde 1843 hasta su muerte en 1850.

El carácter fuertemente innovador de su poesía, ambientada en el sugerente paisaje del Lake District (la región de los lagos), en el norte de Cumberland, radica en la elección de los protagonistas, personajes de humilde extracción, del tema, que es la vida cotidiana, del lenguaje, sencillo e inmediato, de una visión casi mística de la naturaleza, y de una filosofía constructivista de raiz kantiana para la cual la mente del hombre, y sobre todo la del poeta, tienen poder poiético (creador) sobre la realidad.

Como es sabido, el romanticismo fue una reacción contra las limitaciones, filosóficas y estéticas, que tenía la actitud racionalista ilustrada (véase el post Tensión entre las dos formas occidentales de conocer el mundo). Más que racionalizar el conocimiento de la naturaleza y el papel dominante que el hombre tiene en ella, muchos románticos buscaban integrar al hombre en el conjunto de las cosas creadas. Respetan a la razón, pues fueron educados en una época de triunfo innegable de ésta, pero afirman los sentimientos como principio creador de obras de arte y de mundos donde vivir. Además, conciben la naturaleza aún no etiquetada y domesticada por el hombre como una fuente de misterio y de conocimiento del ser real del mundo, más allá de las categorías racionales. En ese campo no categorizado el sentimiento es un instrumento mucho más poderoso que la razón para extraer conocimiento y valores éticos.

«… Y así he percibido
la inquietante presencia, con su gozo
de altos pensamientos; un sublime sentido
de algo aún más profundo entreverado,
que habita en la luz del sol poniente,
y en los vastos océanos y en la vibrante brisa
y en los cielos azules y hasta en la mente humana.
Movimiento y espíritu que impele
a toda realidad pensante, a todo objeto del pensar,
y cruza el corazón de todo.»

A esto se une un estilo directo, entendible por cualquiera, poco reelaborado y basado muchas veces en el verso libre, como en el Preludio. Este estilo es especialmente acorde con la expresión del sentimiento, la intuición directa de las cosas, el recuerdo y lo que mucho después Aldous Huxley llamó “el flujo de la conciencia”.

«El lenguaje de la poesía no difiere en lo esencial de la buena prosa (…) Debemos distinguir en la creación poética entre fantasía, que ornamenta la superficie de las cosas, e imaginación, que les da un sentido más profundo (…) Es necesario volver nuestros ojos hacia la Naturaleza (…) El poeta es un hombre que habla a los hombres: un hombre, es cierto, dotado de una sensibilidad más viva, de más entusiasmo y ternura, que tiene un conocimiento mayor de la naturaleza humana y un alma más comprensiva (…) La poesía es el desbordamiento espontáneo de sentimientos poderosos; tiene su origen en la emoción rememorada en la tranquilidad .» (W. Wordsworth, en el Prefacio a Lyrical ballads, with a few other poems, 1800).

Acordes con estas ideas, Wordsworth y Coleridge, a diferencia de románticos anteriores, nunca intentan proponer enunciados universales, sino que subrayan las intuiciones y experiencias personales surgidas de su relación directa con la naturaleza y con los hombres. Muchos otros elementos típicos de la mirada romántica están presentes en Wordsworth: la conciencia del tiempo, el sueño y el ensueño, el éxtasis, la insuficiencia de la mirada racional, la expresión asombrada de la profundidad interior, la proyección de los estados de ánimo en el paisaje, el recuerdo, la ética que la naturaleza nos sugiere vagamente.

«Cuando ya nada pueda devolvernos la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores
no debemos afligirnos
pues la esperanza pervive en el recuerdo.»

Coleridge definió en Biographia Literaria su concepción de “genio” (y como ejemplo de genio estaba pensando precisamente en Wordsworth): “Fue la Unión de sentimientos profundos a pensamientos hondos; el bello equilibrio entre la verdad de las observaciones, las modificaciones de lo observado debidas a la facultad de la imaginación; y sobre todo, el original don de ser capaz de extender el tono, la atmósfera y con ello la profundidad y altura del mundo ideal en torno a las formas, incidentes y situaciones, que la opinión generalizada, y la costumbre, habían dejado sin lustre… lo que caracteriza y privilegia al genio” (Coleridge, 1975: 17-18). Así, como subraya https://litinglesa.wordpress.com/2013/10/29/william-wordsworth-o-la-perdida-y-recuperacion-del-paraiso/ la poesía sólo puede surgir a través de la acción mediadora de la imaginación (en este caso asimilable a la memoria, o de la que la memoria es instrumento), que recoge y transforma una emoción que, en tanto desborde de pasión y fruto de la naturaleza, es un material primario (o materia prima) de la que surgirá un objeto superior solo posible por la imaginación: un objeto creado, que guarda dentro de sí –obra del genio– la verdad primaria superada, elevada a otro plano. Tanto para Coleridge como para Wordsworth el poema surge de la acción realizada por la memoria y la imaginación sobre el material dado por la naturaleza;. La memoria hace de mediadora entre la intuición directa y el sentimiento (naturaleza, verdad) y la facultad poiética o creadora de la imaginación.

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Foto: El Lake District, en Cumbria

Wordsworth nació en 1770 en una región de paisajes privilegiados, el Lake District, en Cumbria, hoy declarado Patrimonio de la Humanidad. En esa región vivió la mayor parte de su vida, hasta su muerte en 1850. La poesía fue un medio de expresión en el que encontró refugio tras la muerte de sus padres: su madre cuando tenía sólo 8 años, y su padre a sus 13 años. Los pocos años que pasó en la Universidad de Cambridge formándose fueron académicamente mediocres, porque Wordsworth se dedicaba a leer lo que le interesaba, que eran los autores clásicos e ingleses y no lo que se le ofrecía en las aulas, y también a aprender español, italiano, francés, griego y latín. Durante la revolución francesa, simpatizó con los girondinos, pero su oposición a la violencia y a la tiranía hizo que la época del terror y la posterior coronación de Napoleón, le llevaran a sentirse decepcionado con la Revolución y a virar hacia el conservadurismo. Pero nunca llegó a convertirse en un conservador prototípico, pues abogó siempre por la libertad y la autodeterminación de los pueblos, se opuso siempre al autoritarismo, y se posicionó varias veces en favor de los derechos de los trabajadores y en contra de los abusos que la industrialización burguesa imponía (González F.-Corrugedo y Chamosa González, en Introducción de la versión castellana de Baladas Líricas, Ed. Cátedra, 1994). En 1797 se instala en Somerset con su hermana Dorothy, a sólo unas millas de la casa de Coleridge. De su amistad y colaboración surgió el libro Baladas Líricas. La impresión que dejó Wordsworth en Coleridge queda patente en la carta que éste escribe a su editor tras haber pasado unos días con los hermanos Wordsworth en su casa:

Hablo de todo corazón y creo que sin tener turbado el juicio, al decirte que a su lado me siento como un hombrecillo, y no obstante no me considero menos hombre de lo que antes me parecía a mí mismo”.

Esta honda impresión probablemente provenga de la forma como Wordsworth corporizaba y traducía simbólicamente sus sentimientos casi panteístas, pues como afirma http://www.elcultural.com/revista/letras/La-abadia-de-Tintern-y-otros-poemas/30954 , cuando se lee a Wordsworth uno percibe enseguida que “esto no es poesía hecha por un hombre; esto es un hombre hecho poesía”.

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Foto: Casa de William Wordsworth, hoy museo, en la ciudad de Grasmere, Lake District

Conforme con la idea roussoniana sobre la bondad natural del hombre no corrompido por la civilización, Wordsworth se inclinó siempre por una educación de los niños que les permitiera campar por sus respetos, libres de actividades formativas especiales hasta la edad en que tengan que ser escolarizados, y su derecho a leer todo lo que estimule su imaginación. De esta forma, permitiríamos a los niños podernos enseñar todo lo que los adultos normales no podemos ver (Corugedo y Chamosa, en Introducción de Op. Cit.).

Además de su temperamento pacífico, una segunda causa del alejamiento de Wordsworth respecto de las ideas de los revolucionarios franceses pudo ser su propia actitud romántica, contraria a la ilusión ilustrada de que lo colectivo podía ser científicamente entendido y modificado en la dirección deseable, mediante el uso consciente de la razón humana.

«El terror en que desembocó la Revolución Francesa, y el posterior belicismo de Napoleón, mostraron que la revolución, en lugar de reforzar la razón, la paz, la armonía, la libertad universal, la igualdad, la libertad, la fraternidad —todas las cosas que aspiraba a satisfacer— promovió por el contrario la violencia, cambios aterradores e impredecibles de los asuntos humanos, la irracionalidad de las masas, el desmedido poder individual, el de los grandes hombres, buenos y malos, capaces de dominar a estas masas y de alterar el curso de la historia en un sinfín de modos distintos (…) Una vez ocurrida, la mayoría de los franceses no eran libres ni iguales, y no eran particularmente fraternales entre sí (…) Aunque sin duda un cierto número de ellos había mejorado su situación, la de muchos otros se había deteriorado (…) La sospecha que la Revolución suscitó entre todos era que, tal vez, no sabíamos lo suficiente; las doctrinas de los philosophes franceses, que eran, supuestamente, el plan maestro para modificar la sociedad del modo deseado habían resultado inadecuadas. De modo que, aunque la porción superior de la vida social humana quedara a la vista —para los economistas, los psicólogos, los moralistas, los escritores, los estudiantes y todo tipo de especialistas y observadores—, no era más que la punta de un iceberg gigante, cuya sección más grande estaba sumergida en el océano. Esta porción invisible no había sido suficientemente tomada en cuenta y, por tanto, se había vengado causando todo tipo de consecuencias absolutamente inesperadas» (Isaiah Berlin, 1999, Cap. 5). Tal fue la crítica de muchos románticos, recogida también por escritores y políticos conservadores.

Wordsworth empezó a escribir en 1798-1799 un poema autobiográfico, al que llamaba el «Poema a Coleridge», y que terminó en 1805. A lo largo de su vida lo fue ampliando y corrigiendo y fue finalmente su viuda Mary quien lo publicó, con el nombre de The Prelude (El preludio) meses después de su muerte. Aunque no provocó mucho interés en 1850, desde entonces ha sido reconocido como su obra maestra. Así, Ifor Evans considera que quizás se trate “del más grande de los poemas modernos en inglés: la memoria espiritual de una mente singular, que recuerda con honestidad sus propias experiencias íntimas, a la que debemos unir una extraña capacidad para hacer inteligibles los recuerdos”.

A continuación, se ofrecen algunos pasajes extractados de las tres primeras partes de la obra. Usamos como base de nuestra traducción la versión inglesa de 1805 editada en 2001 por Global Language Resources, la traducción automática que hace Google de ese texto, y la traducción al castellano de Antonio Resines en Ed. Visor (1980) de la misma obra original inglesa.

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Foto: Esthwaite Water

 

I y II. Infancia y Colegio

Hay bendición en esta suave brisa,
que sopla desde los campos verdes y desde las nubes
y desde el cielo; late contra mi mejilla,
y parece medio consciente de la alegría que brinda.
¡Bienvenido, mensajero! ¡Bienvenido amigo!
Un cautivo te saluda, viniendo de una casa de esclavitud,
de las paredes de esa ciudad liberadas,
una prisión donde he estado emparedado largo tiempo.
Ahora que soy libre, echado en libertad y en libertad,
puedo fijar mi habitación donde desee
¿Qué morada me recibirá, qué valle será mi puerto,
debajo de qué arboleda emplazaré mi hogar, y qué dulce arroyo
ma arrullará con sus murmullos hasta que duerma?
Toda la tierra está frente a mí, con corazón feliz, sin miedo a su propia libertad,
miro a mi alrededor, y si la guía no fuera mejor que una nube errante,
no podría perderme. ¡Respiro de nuevo! (…)
Baste con que soy libre. Me puedo dedicar a las tareas elegidas,
puedo abandonar el fatigoso mar y vivir en la playa.
Si no un colono sobre el suelo, al menos beber
agua salvaje y arrancar hierbas verdes,
Y recolecta frutas frescas de su rama nativa.
No más, si puedo confiar en mí mismo, esta hora ha traído
un regalo que consagra mi alegría  (…)
Es un insulto, me dije, contra este día de hoy pensar
en cualquier cosa que no sea la alegría presente
(…)
¿Qué necesidad de muchas palabras? – Un agradable viaje de vagancia,
a través de dos días continuados, me trajo a mi ermita.
Me libero de hablar, amigo mío, de lo que siguió.
La admiración y el amor, la vida de las cosas comunes,
el interminable almacén de cosas extrañas
encontradas alrededor de mí, en mi vecindad.
Pero rápidamente surgió un anhelo en mí para prepararme para un objetivo determinado (…)

Rio Derwent

Foto: Río Derwent, en Borrowdale, Lake District

Fué acaso por esto, que aquel, el más hermoso de los ríos,
le encantaba mezclar sus murmullos con la canción de mi aya,
Y desde sus sombras de aliso y sus rocosas cascadas,
y de sus vados y bajíos, envió una voz que fluyó a lo largo de mis sueños?
Por esto, ¿lo hiciste tú, oh Derwent? viajando por las verdes llanuras
Cerca de mi «dulce lugar de nacimiento», ¿verdad, hermoso arroyo?
Hacías música incesante a través de la noche y el día
que con su firme cadencia, temperando nuestro descarrío humano,
componía mis pensamientos hasta más allá de la suavidad infantil, dándome ,
Entre las inquietas moradas de la humanidad,
Un conocimiento, una visión tenue de la calma
Que la Naturaleza respira entre las colinas y los bosques.
Cuando, después de haber dejado sus Montañas,
a las Torres de Cockermouth llegaba aquel hermoso río,
Pasaba tras la casa de mis padres, cercano, por el margen del paseo de nuestra terraza.

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Él era un compañero de juegos a quien amamos con ternura.
Oh! muchas veces yo, un niño de cinco años, un niño desnudo, en un delicioso riachuelo,  he convertido en un largo baño un día de verano,
Me he tumbado al sol, y me he arrojado a él, y de nuevo al sol
Alternativamente todo un día de verano, o recorrido
Sobre los campos de arena, saltando a través de arboledas
De amarillo zuzón; o cuando el risco y la colina,
Los bosques, y la altura distante del Skiddaw,
Destacaban broncíneos con una refulgencia profunda, estaba solo bajo el cielo,
Como si hubiera nacido en las planicies indias, y de la cabaña de mi madre
hubiera huido lejos,desenfrenado, para jugar,

Derwentwater and Skiddaw Mountain

Foto: Derwentwater and Skiddaw Mountain
Un salvaje desnudo, en medio del aguacero atronador.
El tiempo justo de la semilla tenía mi alma, y ​​yo crecí
Educado a partes iguales por la belleza y el miedo;
Favorecido por mi lugar de nacimiento, y no menos
por aquel querido Valle al que, durante tanto tiempo, fui trasplantado.
(…) era mi alegría Vagar en la mitad de la noche entre los acantilados
y los suaves huecos, donde las becadas corrían
a lo largo del césped abierto (…)
la luna y las estrellas brillaban sobre mi cabeza; Estaba solo,
y parecía ser un problema para la paz que estaba entre ellos. A veces ocurría,
en estas andanzas nocturnas, que un fuerte deseo
se anteponía a mi sentido común, y el pájaro
que estaba cautivo en las labores de otros
se convertía en mi presa; y, cuando el hecho estaba consumado,
escuchaba entre las colinas solitarias
que bajaban las respiraciones y los sonidos de un movimiento indistinguible,
pasos casi tan silenciosos como el césped que pisaban (…)
La mente del hombre se enmarca como el aliento y la armonía de la música.
Hay una mano de obra oscura e invisible que reconcilia
los elementos discordantes y los hace moverse en sociedad (…)
creo que la naturaleza, a menudo, cuando desea enmarcar
a un ser favorecido, desde la más temprana alba de su infancia abre las nubes,
como al toque de un rayo, buscándolo
Con la más gentil de las visitaciones; no menos,
aunque con el mismo objetivo,
le deleita a veces emplear intervenciones más severas, un ministerio
Más palpable, y así me trató a mí.

Patterdale Valley

Foto: Valle de Patterdale

Una noche (seguramente conducida por ella)
Monté solo en un bote de pastor, un Skife que a un sauce estaba atado
dentro de una cueva rocosa, su hogar habitual.
Estaba en las costas de Patterdale, un valle
en el que yo era un extraño, llegado allí
Colegial viajero, en vacaciones.
Salí paseando solo de la posada de la villa
en cuanto acabé de ver a este pequeño Skife,
descubierto así por una inesperada fortuna,
Cuando solté sus amarras y me embarqué.
La luna estaba alta, el lago brillaba claro
Entre las montañas remotas; desde la orilla empujé, golpeé los remos
y golpeé de nuevo en cadencia,
y mi pequeño bote se movió como un hombre
que camina con majestuoso paso
y se viera obligado a apresurarse. Fue un acto furtivo
y un placer problemático; No sin la voz de los ecos de la montaña,
mientras mi barca se movía,
dejando detrás de ella todavía a cada lado
Pequeños círculos que brillaban ociosamente a la luz de la luna,
Hasta que se derritieron todos en una sola pista de luz brillante.
Una empinada cuesta rocosa se alzaba
sobre la caverna del sauce y entonces,
como uno que orgullosamente remaba con su mejor habilidad,
Fijé una mirada sobre la cima de aquel agrietado farallón,
el límite del horizonte, ya que detrás
no había nada más que las estrellas y el cielo gris.
El era un pináculo élfico, con entusiasmo,
hundía mis remos en el silencioso Lago,
y, al término de cada remada, mi barca
se abría paso a través del agua como un cisne;
Cuando desde detrás de la pendiente escarpada, hasta entonces
El límite del horizonte, un enorme Acantilado,
Como con voluntarioso poder, instinto,
Alzó su cabeza. Remé, y remé de nuevo
Y, creciendo aún en estatura, el enorme acantilado
se levantó entre mí y las estrellas, y aún así,
Con movimiento medido, como algo viviente,
Caminaba trás de mí. Con manos temblorosas, me volví,
Y a través del agua silenciosa atravesé a hurtadillas
el camino de regreso a la Caverna del Sauce.
Allí, en su lugar de amarre, dejé mi Barca,
y, a través de los prados, me dirigí al hogar,
con graves y serios pensamientos;
y después de haber visto aquel espectáculo,
durante muchos días, mi cerebro
trabajó con un sentido oscuro e indeterminado
Sobre modos desconocidos del ser; en mis pensamientos
había una oscuridad, llamémosla soledad,
o vacua deserción, sin formas familiares
de objetos cotidianos, imágenes de árboles,
de mar o cielo, sin colores ni praderas;
Sino inmensas y poderosas formas, que no viven
Como los hombres viven, se movían lentamente en mi cerebro
Durante el día y fueron el objeto de mis sueños extraños.
Sabiduría y Espíritu del universo!
¡Tú, alma, que eres la eternidad del pensamiento!
¡Que das a las formas e imágenes un aliento y un movimiento eterno!
no en vano, de día o a la luz de las estrellas, desde mi primer amanecer
De la infancia te entrelazaste para mí las pasiones
que construyen nuestra alma humana,
no con las mezquinas y vulgares obras del hombre,
sino con objetos elevados, con cosas perdurables (…)
¡Vosotras Presencias de la Naturaleza, en el cielo y en la tierra!
¡Visiones de las colinas!¡Y almas de lugares solitarios! ¿Puedo pensar
Que fuera una esperanza vulgar la vuestra cuando empleasteis
Tal ministerio, cuando Vosotras a través de muchos años
Persiguiéndome así entre mis deportes infantiles,
En cuevas y árboles, en los bosques y las colinas,
Imprimiendo sobre todas las formas los caracteres
Del peligro o el deseo, haciendo
Que la superficie de la tierra universal
Con triunfo, y deleite, y esperanza, y miedo,
Trabajara como un mar? (…)
¡Vosotros humildes aposentos en los que vivíamos (…)
puedo acaso olvidaros? (…)
En torno a la desnuda mesa, de un blanco como la nieve,
Cerezo o Arce, nos sentábamos muy juntos (…)
Mientras afuera caía tupida la lluvia, o la escarcha
Se cebaba amargamente, con afilados y silenciosos dientes;
E, interrumpiendo el apasionado juego,
Desde el vecino lago de Esthwaite, el hielo al astillarse,
Mientras se hundía en el agua, enviaba,
Entre los prados y las colinas, sus largos
Y desmayados alaridos, como el ruido de los lobos
Cuando aullan alrededor del Bothnic Main (…)
Cómo la naturaleza, mediante pasiones extrínsecas,
Poblaba mi mente con formas bellas o grandiosas
Y me hizo amarlas (…) Cómo me he sentido,
No pocas veces, incluso en ese momento tempestuoso,
Esos movimientos sagrados y puros del sentido
Que parecen, en su simplicidad, poseer un encanto intelectual,
Ese placer tranquilo que, si no erro, seguramente debe pertenecer
A las afinidades innatas que ajustan nuestra nueva existencia a las cosas existentes,
Y, en el alba de nuestro ser, constituyen
El vínculo de unión entre la vida y el gozo.
Sí, recuerdo, cuando la tierra cambiante,
Y dos veces cinco estaciones habían estampado en mi mente
Los rostros del año en movimiento, incluso entonces,
Un niño, tenía relaciones inconscientes
Con la Belleza eterna, bebiendo en Un puro placer orgánico
de las líneas de la niebla que se encrespa, o de la nivelada planicie
De las aguas coloreadas por las nubes constantes.

Las arenas de Westmoreland,
los límites rocosos de los arroyos y bahías de Cumbria,
Ellos pueden hablar de cómo, cuando el mar arrojó su sombra de la tarde
Y a las cabañas del pastor debajo de los riscos
enviaron dulcemente aviso de la luna naciente,
Cómo he estado parado, en ensoñaciones como estas,
Injertado en la ternura de pensamientos, desconocidos, vinculados con el espectáculo
Sin memoria consciente de una visión afín,
y sin llevar conmigo ningún sentido peculiar de quietud o paz,
sin embargo, he permanecido de pie,
incluso mientras mi mirada recorría tres largas leguas de agua brillante,
reuniéndose, como me parecía a mí, a través de cada pelo de ese campo de luz,
nuevos placeres, como una abeja entre las flores (…)
Infalibles compañeros, en medio de ese éxtasis vertiginoso
[de la sangre de un niño y que son olvidados] (…)
Objetos y apariencias colaterales,
Aunque inertes entonces, y condenado a dormir
hasta que estaciones más maduras los llamaran para impregnar y elevar la mente
(…)
Sobre la costa oriental del Windermere (…) había una posada (…)
El jardín está sobre una pendiente rematada por la planicie
De una pequeña cancha de bolos; bajo nosotros había una arboleda
con parpadeo de agua entre los árboles (…)

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Foto: Windermere Lake
Y allí, durante media tarde, jugamos en la plataforma lisa,
y los gritos que enviamos hicieron resonar todas las montañas.
Pero antes de la caída de la noche,
cuando en nuestro bote volvíamos sobre el lago oscuro y hacia la playa
de alguna pequeña isla dirigíamos nuestro curso,
Y dejábamos allí al juglar de nuestra tropa, tocando su flauta
Oh, entonces las calmadas y quietas aguas se apoderaban de mi mente,
incluso con el peso de un placer, y el cielo, nunca antes tan hermoso,
se hundía en mi corazón y me sostenía como en un sueño.
Así cada día se ensanchaban mis simpatías,
y así crecía la gama común de cosas visibles:
Comencé a amar al sol, un niño que amaba el sol,
no como he llegado a amarlo desde entonces,
como un prenda y garantía de nuestra vida terrena,
una luz que, mientras la vemos, sentimos que estamos vivos (…)
De manera análoga me era querida la luna
Porque alejaba soñando mis propósitos,
de pie para mirarla mientras ella colgaba a medio camino entre las colinas,
como si no conociera ninguna otra región; pero perteneció a ti,
Sí, poseído por un derecho peculiar A ti y tus cabañas grises, mi querido Valle!
Esos encantamientos incidentales que unieron
Mi corazón con los objetos rurales, día a día se debilitaron,
y la naturaleza, (…) ahora era buscada por sí misma.
¿Pero quién parcelaría su intelecto, por reglas geométricas, dividido, como una provincia, en círculos y cuadrados?
¿Quién sabe la hora individual en que se sembraron sus hábitos, como una semilla?
¿Quién señalará, como con una varita mágica, y dirá: «Esta parte del río de mi mente vino de esa fuente»?
¡Tú, mi Amigo! eres un Más profundo lector de tus propios pensamientos;
para ti la ciencia se parece a lo que de verdad es,
No como nuestra gloria y nuestra absoluta jactancia,
sino como un sucedáneo y un apoyo para nuestra falta de firmeza.
Tú no eres un esclavo de ese falso poder secundario,
por el cual, en nuestra debilidad, creamos distinciones, y después
Creemos que nuestras pueriles fronteras son cosas que percibimos, y no
que hayamos creado.
Para ti, no cegado por estos espectáculos externos,
La unidad de todo ha sido revelada
(…)
Por causas desconocidas fuí abandonado, buscando el mundo visible, sin saber por qué.

[Nota: La madre de Wordsworth murió cuando él tenía 8 años, y su padre a sus 13 años, tras lo cual quedó bajo la tutela de sus tíos.  Wordsworth recordaba brotes de soledad y ansiedad, y tardó muchos años en recobrarse de la muerte de sus padres y la separación de sus hermanos]

Los accesorios de mis afectos fueron removidos, ¡y sin embargo, el edificio se mantuvo, como sostenido por su propio espíritu!
Todo lo que contemplé fue querido para mí, y por esta causa vino,                                     que ahora a los fuertes flujos de la Naturaleza mi mente esté abierta,                                     a esa comunión más exacta e íntima que nuestros corazones mantienen con las propiedades más diminutas de los objetos que ya son amados,
Y solo con ellos. Muchas son las alegrías de la juventud; pero oh! qué felicidad vivir cuando cada hora trae un acceso palpable al conocimiento,                                            cuando todo conocimiento es deleite, y el dolor no está allí.
Las estaciones llegaron, Y cada una atrajo mi atención
Una reserva de cualidades transitorias
Que, a no ser por este vigilante poder del amor, hubieran sido ignoradas;
dejaron un registro De relaciones permanentes,
que si no hubieran seguido siendo desconocidas,
De ahí la vida, y el cambio y la belleza , la soledad
Más activas, incluso, que la «mejor compañía», la compañía hecha dulce como la soledad Por silenciosas y comprensivas simpatías, y las suaves agitaciones de la mente
De múltiples distinciones, diferencias
Percibidas en las cosas, donde para el ojo común,
No hay diferencias, y por lo tanto, de la misma fuente
Obtengo alegría Sublime; porque caminaría solo,
en medio de la tormenta y la tempestad, o en noches de luz de estrellas
Bajo los Cielos tranquilos y, en aquel tiempo,
He sentido lo que hay de poder en el sonido
Para respirar un estado de ánimo elevado, por la forma
O la imagen sin profanar; y me paraba, debajo de alguna roca,
escuchando sonidos que son
El lenguaje fantasmal de la tierra antigua,
O hacen su morada oscura en vientos distantes.
De allí bebí el poder visionario.
No me parecen improductivos esos ánimos flotantes de exultación umbrosa:
Ni que sean afines con nuestra mente más pura y nuestra vida intelectual; sino que el alma, Recordando cómo se sentía, pero no Recordando qué sentía
conserva un oscuro sentido de sublimidad posible, al cual,
Con facultades crecientes aspira, Con las facultades aún creciendo, sintiéndo aún
Que cualquiera que sea el logro obtenido, Todavía tienen algo para perseguir
(…)
Mi decimoséptimo año había llegado (…)
Conversaba con cosas que son realmente,
Veía bendiciones extendidas en torno a mí como un mar (…)
De la naturaleza y su desbordante espíritu
Había recibido yo tanto, que todos mis pensamientos estaban cargados de sentimientos (…)
Percibí el sentimiento del Ser extendiéndose Sobre todo lo que se mueve y todo lo que parecía estar inmóvil (…)
Bajo la ola, en la propia ola también. Y en las poderosas profundidades de las aguas
Así eran mis transportes; porque en todas las cosas veía una única vida, y sentía que era gozosa (…)
Aún así, aunque me viera completamente privado de todos esos sentimientos humanos que hacen que esta tierra algo tan querido,
si hubiera de olvidarme, con voz agradecida, de Hablar de vosotros, montañas y lagos,
y sonaras cataratas, neblinas y vientos que habitan entre las colinas donde nací.
Si, en mi juventud, he sido puro de corazón,
si, mezclándome con el mundo, estoy contento
con mis propios placeres modestos, y he vivido,
en comunión con Dios y la naturaleza , alejado
de las pequeñas enemistades y bajos deseos,
el regalo es tuyo; si en estos tiempos de miedo,
este melancólico derroche de esperanzas derruidas,
Si, en medio de la indiferencia y la apatía
Y la malvada exultación, cuando los hombres buenos,
caen en cada lado, no sabemos cómo,
En el egoísmo, disfrazado de nombres amables,
De paz y tranquilidad y amor doméstico,
Aún así, mezclado, no involuntariamente, con burlas
Contra las mentes visionarias; si en este tiempo
de abandono y desesperanza, aún
no desespero de nuestra naturaleza, sino que conservo
una confianza más que romana, una fe
que no falla, en todas las tristezas mi apoyo,
la bendición de mi vida; el regalo es vuestro, ¡oh montañas! tuyo, oh naturaleza!
Tú has alimentado Mis nobles especulaciones; y en ti,
Para este inquieto corazón nuestro, encuentro
Un principio de alegría inagotable y la más pura pasión.
¡Tú, mi amigo! fuiste educado en la gran ciudad, en medio de escenarios muy distintos;
Pero nosotros, por diferentes caminos, hemos llegado al mismo destino.
Y por esta causa te hablo, sin temor a ser despreciado,
De la burla insinuada de lenguas cobardes, y todo ese lenguaje silencioso que a menudo
en conversaciones entre hombre y hombre,
borra del semblante humano todo rastro de belleza y de amor.
Porque Tú has buscado la verdad en la soledad, y tú eres uno,
el más intenso de los adoradores de la naturaleza.
En muchas cosas mi hermano, fundamentalmente aquí
en esta mi profunda devoción.
¡Que te vaya bien!
Que la salud, y la serenidad de una mente sana te acompañen!
buscando las guaridas de los hombres,
y aún más a menudo viviendo contigo mismo,
y para ti mismo, de forma que acaso sean tus días muchos,
y una bendición para la humanidad.

[Parece estarse dirigiendo a su gran amigo de juventud, el poeta Coleridge, a quien el libro estaba dedicado]
coleridge

El poeta Samuel Taylor Coleridge

III. Residencia en Cambidge

Yo era el soñador, ellos el sueño; yo vagaba
Encantado a través del variopinto espectáculo (…)
Extraña transformación para un joven de las montañas (…)
Podía yo ver, justo enfrente, a unas pocas yardas,
La antecapilla, donde estaba la estatua
De Newton con su prisma y su silenciosa faz (…)
La sala de conferencias toda repleta, tan cargada como podían soportar las sillas
De leales estudiantes fieles a sus libros,
Ociosos de medio pelo, recalcitrantes recusantes,
Y tontos honestos -de días importantes (…)
Pequeños celos, y triunfos buenos o malos,
Hago breve mención, eran cosas que entonces
No amaba, ni lo hago ahora.
Tal gloria era poco perseguida por mí, y pocas veces obtenida
Pero es justo decir que incluso tan temprano,
Desde aquellos primeros y crudos días
De disponer de mi tiempo en aquella mi nueva morada
No infrecuentemente me veía sumido en melancólicos pensamientos,
Por consideraciones personales y familiares
Y, más que nada, una rareza en mi mente,
un sentimiento de que yo no pertenecía a esa hora ni a ese lugar.

Trinity College cambridge

Trinity College, Cambridge.
Pero, ¿por qué sentirme hundido? ¿Por qué debería llorar? Era un hijo elegido.
Porque había venido allí con poderes sagrados
y facultades, ya fuera para trabajar o para sentir:
para aprehender todas las pasiones y todos los estados de ánimo
Que el tiempo, el lugar y la estación imprimen sobre el universo visible,
y realizar cambios similares allí con la fuerza de mi propia mente.
Era un hombre libre, en el sentido más puro yo era libre,
y era fuerte hasta extremos majestuosos
No hablo de aprendizaje, verdad moral o comprensión-, fue suficiente para mí saber que estaba dotado de otra manera.
Cuando pasó el primer brillo del espectáculo, y el primer deslumbramiento de la luz de vela, Como con un rebote mi mente regresó a su yo anterior.
A menudo dejaba a Mis camaradas, a la multitud, a los edificios y arboledas,
y caminaba a lo largo de los prados, los lisos campos,
Con el cóncavo azul del cielo sobre mi cabeza;
Y fue entonces que a través de tal cambio completo,                                                                   Y en esta primera ausencia de aquellas formas sublime
Con las cuales había estado en relación,                                                                                       mi mente pareció estar más ocupada en sí misma que hasta entonces.
Al menos, reconocí más directamente mis poderes y mis hábitos (…)
Ahora sentí la fuerza y ​​el consuelo que eran míos.
Como si despertado, llamado, alzado, constreñido, buscara cosas universales,
examinara el rostro común de la tierra y el cielo, y,
volviendo la mente sobre sí misma, estudiara, mirara, esperara, escuchara, extendiera mis pensamientos,
y los extendiera con una progresión más amplia,
sintiendo incumplimientos más horribles, visitaciones más sustentadoras del alma tranquila, que debajo de toda pasión vive una vida inquebrantable.
¡Pero paz! es suficiente darse cuenta de que estaba ascendiendo ahora a esa comunidad con la más alta verdad
Siguiendo un camino no por primera vez utilizado, De profundas analogías
pensamientos suministrados, y conciencias no sometidas,
A toda forma natural, roca, fruta o flor, Incluso las piedras sueltas que cubren la carretera,  Daba yo una vida moral: les veía sentir, o los vinculaba a algún sentimiento.

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La gran masa yacía sobre un alma vivificante, y todo lo que contemplaba respiraba con significado interior.
Así tanto para la presencia única, y la vida de la gran totalidad; (…)
Era yo tan consciente como las aguas, al movimiento del cielo, en un sentido afín de pasión. obediente como un laúd que espera los toques del viento.
Así ocurría conmigo en mi soledad;
A menudo entre multitudes de hombres.
Desconocido, sin que nadie pensara en mí, era sin embargo el más rico,
tenía un mundo en torno a mí: era el mío, yo lo hice, porque solo vivía para mí,
Y para el Dios que miraba mi mente.
Tales simpatías se mostraban a veces por gestos externos y miradas visibles.
Algunos lo llamaban locura; así era, en verdad, si la fecundidad infantil en la alegría pasajera, si los estados de ánimo meditativos continuos madurados
Hasta la inspiración, responden a ese nombre
Si la profecía es locura, si las cosas vistas                                                                                   Por los poetas de antaño, y más arriba                                                                                         Por los primeros hombres, los primeros habitantes de la tierra,
No pueden en estos ilustrados días ser vistos ya
Con visión ordenada.                                                                                                                     Pero dejando esto, no era una locura, porque yo tenía unos ojos                                         que en mis más intensos esfuerzos estarían ya siempre buscando                                        las sombras de la diferencia,
Tal como se ocultan en todas las formas exteriores,                                                          cercanas o remotas, diminutas o vastas:                                                                                       un ojo que desde una piedra, un árbol, una hoja marchita,
Hasta el amplio mar y los cielos azules, rebosantes de multitudes afines de estrellas,
no podría encontrar ninguna superficie sobre la que su poder podría dormir.
Que hablaba una lógica perpetua a mi alma, y por una agencia implacable
ataba mis sentimientos como una cadena (…)
Yo, criado en el regazo de la Naturaleza, era
Como un niño mimado; y, disgresivo como el viento
Como había hecho en las relaciones diarias con esos ríos deliciosos, alturas solemnes, y montañas,
vagando como un ave en vuelo, estaba yo mal instruido para la cautividad,
Para abandonar mis placeres, y mes tras mes
Tomar calmadamente mi lugar en la percha de la paz sedentaria.
Aquellas formas preciosas también habían dejado menos espacio en mi mente,
que, sobreexcitada instintivamente, había encontrado una frescura                                     en esos objetos de su amor,
Un poder triunfante más allá de cualquier otro poder.
No es que despreciara los libros, eso carecería de sentido,
Pero habían sido mías otras pasiones, más fervientes,
dejándome menos dispuesto quizás a estudiar entre paredes
lo que fuera sabio o bueno, o adecuado a mis años.

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Terminaremos con el extraordinario poema que cierra el libro de Baladas Líricas, cuando Wordsworth vuelve a visitar, tras cinco años, un paisaje de su niñez:

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Tintern Abbey vista desde el río Wye. Cuadro de Benjamin Williams Leader (1831-1923)

 

LÍNEAS COMPUESTAS UNAS POCAS MILLAS MÁS ALLÁ DE TINTERN ABBEY, VOLVIENDO A LAS RIBERAS DEL WYE DURANTE UN VIAJE. 13 DE JULIO DE 1798.

Cinco años han pasado, cinco veranos con la extensión
de cinco largos inviernos; Y de nuevo escucho
estas aguas precipitarse desde su fuente en la montaña
con un suave murmullo tierra adentro. Una vez más contemplo
estos riscos altos y escarpados,
que sobre una salvaje y solitaria escena imprimen
pensamientos del más profundo recogimiento
y enlazan el paisaje con la quietud del cielo.
Ha llegado el día en que de nuevo reposo
aquí, bajo este oscuro sicomoro, y contemplo
estos campos de labranza, esas manchas de arboledas
que, en esta estación, con los frutos aún verdes,
entre sotos y matorrales se pierden
vestidos de sencillos tonos verdes, y perturban                                                                           El agreste paisaje. Veo de nuevo
estos setos, más bien breves hileras
de bosque juguetón hecho silvestre;
estas granjas pastoriles, verdes hasta la misma puerta,
y espirales de humo se levantan en silencio entre los árboles
Como algún incierto aviso que surgiese
de errantes moradores de los bosques
o de algún ermitaño que, en su cueva,
se sentara solitario junto al fuego.

Estas formas de belleza,                                                                                                                    tras una larga ausencia, para mí no han sido                                                                                  como un paisaje a los ojos de un ciego;                                                                                         con frecuencia, en espacios aislados y entre el ruido
de pueblos y ciudades, les soy deudor
en horas de fatiga, de dulces sensaciones,
sentidas en la sangre y que también siente el corazón                                                                  y entrando incluso a mi mente más pura,
con la tranquilidad del reposo; sentimientos también
de placer no recordado, tales quizás
que no tienen la más leve ni trivial influencia
en la mejor parte de la vida de un hombre bueno,
Sus actos pequeños, sin nombre, sin memoria,
De bondad y de amor. Y no menos me confío
A aquellos a quien debo otro regalo,
De aspecto más sublime; ese estado de bendición,
En el que la carga del misterio,
En el que el duro y fatigoso peso
De todo este mundo incomprensible,
Se aligera: ese estado de ánimo sereno y bendecido
Al que los afectos nos conducen suavemente, –
Hasta que, con el aliento de este marco corpóreo
E incluso el movimiento de nuestra sangre humana
Casi en suspenso, somos llevados al sueño
del cuerpo, que se convierte en alma viva:
Mientras con el ojo calmado por el poder
De la armonía y el profundo poder de la alegría
Contemplamos la vida de las cosas.

Si esta
no es más que una vana creencia, no obstante, ¡ay! Con cuanta frecuencia
En la oscuridad y en medio de las múltiples formas
De la triste luz del día; cuando el revuelo inquieto
Inútil, y la fiebre del mundo,
se demoran sobre los latidos de mi corazón,
Con cuánta frecuencia, en espíritu, he vuelto hacia ti,
¡Oh Wye nemoroso! Tú, vagabundo entre los bosques,
¡Cuántas veces mi espíritu se volvió hacia ti!
Y ahora, con destellos de un pensamiento casi extinto,
Con muchos vagos y débiles recuerdos,
Y un algo de triste perplejidad,
La imagen de la mente revive de nuevo:
Mientras estoy aquí, no solo con el sentimiento
Del placer presente, sino con pensamientos placenteros
De que en este momento hay vida y alimento
Para años futuros. Y por eso me atrevo a esperar,
que aunque cambiado, sin duda, frente a lo que por vez primera
era al llegar a estas colinas; cuando como un gamo
brincaba por las montañas, junto a las riberas
De los ríos profundos, y los arroyos solitarios,
Allí donde me llevaba la naturaleza: más como un hombre
que huye de algo que teme, que uno
que partió en busca de lo que amaba. Pues la naturaleza entonces,
(Los placeres groseros de mis días juveniles
Y sus alegres movimientos animales se han ido)
lo era todo para mí. No puedo pintar
cómo era entonces. La sonora catarata
Me embrujaba como una pasión; la roca encumbrada,
La montaña, el bosque profundo y tenebroso,
Sus colores y formas, eran entonces para mí
Una tentación; un sentimiento y un amor,
que no necesitaba de encantos más remotos,
que el que proporcionaba el pensamiento, ni a otro interés
se prestaban mis ojos. Ese tiempo ha pasado,
Y no existen ya todas sus alegrías dolorosas,
ni sus vertiginosos éxtasis. Mas no por eso
Desmayo, ni me lamento ni murmuro; otros regalos
Han seguido; por tal pérdida, creo yo,
Ha habido abundante recompensa. Pues he aprendido
a mirar a la naturaleza, no como en la hora
De la juventud irreflexiva; sino escuchando a menudo
La música todavía triste de la humanidad,
Sin asperezas ni disonancias, sino con amplio poder
Para castigar y someter. Y he sentido
Una presencia que me perturba con la alegría
De pensamientos elevados; un sentido sublime
De algo mucho más profundamente entrelazado,
que habita en la luz del sol poniente,
Y en torno al océano y al aire vivo,
Y al cielo azul, y en la mente del hombre:
Un movimiento y un espíritu, que impulsa
a cuantas cosas piensan, a todos los objetos de todo pensamiento,
Y lo recorre todo. Así que sigo siendo
Un enamorado de las praderas y los bosques
Y de las montañas; y de todo cuanto contemplamos
Desde esta tierra verde; de todo el mundo poderoso
De la vista y del oído, -tanto de lo que crean a medias
como de lo que a medias perciben; contento de reconocer
En la naturaleza y en el lenguaje de los sentidos
El ancla de mis pensamientos más puros, cuidado,
guía, guardián de mi corazón y de mi alma,
de todo cuanto hay de honrado en mí.

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Tintern Abbey by Moonlight. Cuadro de Benjamin William Leader

Si acaso no,
Si no hubiese sido educado de ese modo, aún más debería
Sufrir la decadencia de mis espíritus afables:
Porque tú estás conmigo en las orillas
De este hermoso río; tú, mi amiga más querida,
querida, querida, Amiga mía; y en tu voz entiendo
El lenguaje de mi antiguo corazón, y leo
Mis antiguos placeres en las luces fugaces
De tus ojos salvajes. ¡Ay!, mas durante un rato
puedo ver en ti lo que fui una vez,
querida, querida Hermana mía! Y rezo esta oración,
Sabedor de que la naturaleza nunca traicionó
al corazón que la amaba; es su privilegio,
A través de todos los años de esta vida nuestra, llevarnos
De alegría en alegría; pues puede dar forma
al pensamiento que está dentro de nosotros, y dejar impronta
de quietud y belleza, y así alimentar
Con pensamientos elevados, que ni las malas lenguas,
ni juicios violentos, ni las burlas de los arrogantes,
Ni los saludos donde no hay bondad, ni nada
del monótono curso de la vida cotidiana,
podrán jamás vencernos, ni estorbar
Nuestra alegre fe de que cuanto contemplamos
Está lleno de bendiciones. Así que deja que la luna
Brille sobre ti en tu paseo solitario;
Y que los neblinosos vientos de la montaña sean libres
Para soplar contra ti; y, años más tarde,
Cuando estos éxtasis exorbitados maduren
En un sobrio placer; cuando tu mente
Sea mansión de cuantas formas hermosas existen,
Tu memoria será como una residencia
Para todos los dulces sonidos y armonías; ¡Ah! entonces,
Si la soledad o el miedo, o el dolor y la angustia,
han de ser tu suerte, ¡con qué pensamientos de consuelo
y de tierna alegría me habrás de recordar,
Y a estos mis consejos! Acaso no-
Si estuviese donde ya no pueda oir más
tu voz, ni atrapar en tus fieros ojos esos destellos
De existencia pasada, te olvidarás entonces
de que en las riberas de esta corriente deliciosa
estuvimos juntos; y de que yo, que durante tanto tiempo
he sido adorador de la Naturaleza, llegué hasta aquí
Incansable en ese servicio: mejor decir
Con el amor más cálido, ¡Ah! Con el más profundo celo
De amor más santo. Y no olvidarás entonces,
de que tras muchos viajes, tras muchos años
De ausencia, estos erguidos bosques y riscos encumbrados,
Y todo este verde paisaje pastoril, me fueron
Más queridos, ¡por sí mismos y por causa tuya!

Dorothy Wordsworth circa 1925

Dorothy Wordsworth, circa 1825, retrato de Margaret Gillies.

 

Referencias

Berlin I. Las raíces del romanticismo. Taurus, Buenos Aires, 1999.

Wordsworth W., The Prelude of 1805, in Thirteen Books. DjVu Editions y Global Language resources, 2001.

Wordsworth W., Preludio. Visor, Madrid, 1980. Traducción por Antonio Resines.

Wordsworth W. y Coleridge S. T. Baladas Líricas. Cátedra 1994. Traducción e Introducción por S. Corugedo y J. L. Chamosa.