Antonio García-Olivares
Jose Antonio Jiménez Madrid
Pedro F. González-Díaz
Introducción
Esta entrada corresponde al seminario realizado el 27 de junio de 2014 en el ICM-CSIC de Barcelona, sobre el esplendor de la ciencia y la filosofía en Al-Andalus, que ha sido considerado por algunos historiadores como un primer renacimiento europeo, y su probable influencia en lo que fue el Renacimiento europeo posterior.
El concepto de primer renacimiento europeo se debe a Jerry Brotton (2002) y a Emilio G. Ferrín (2007).
Pedro González-Díaz, profesor de investigación del Instituto de Física Fundamental del CSIC era también un gran amante de la historia de la ciencia y tenía preparada una interesante charla sobre este tema. Pero lamentablemente, falleció unas semanas antes de poder presentar su trabajo en un congreso.
Como yo tenía preparado otro sobre el mismo tema, he fusionado los dos, con ayuda de Jose Antonio Jiménez Madrid, y el resultado se presenta aquí, un poco como homenaje a Pedro. Y también como pequeña contribución para que se conozca mejor la historia de la ciencia Europea.
Según la interpretación tradicional que ha hecho siempre la Iglesia Católica, y que aún tiene bastante influencia popular, la identidad europea, esto es, aquello que debemos llamar Europa, es el producto de varias oleadas de cristianización del continente europeo, que partieron de Roma y de Bizancio tras la crisis del antiguo Imperio Romano. Estas oleadas cristianizadoras acabaron unificando el continente bajo una única religión dominante, tal como se resume en la figura siguiente.
Desde este punto de vista la península Ibérica fue una especie de anomalía, puesto que habría dejado de ser Europa en el 726, año de la invasión árabe, y habría vuelto a serlo completamente en 1492, año de la conquista por ejércitos cristianos de los últimos territorios árabes peninsulares.
Sin embargo, si definimos Europa como la cuna de lo que luego fueron las instituciones científicas, la libertad de pensamiento y el renacimiento, llegamos a la paradoja de que la parte más europea de Europa se encontraría en Al-Andalus entre el 900 y 1450, dado que la España islámica se convirtió en el centro cultural y científico de Europa tras el año 900. La figura siguiente, ilustra por ejemplo los centros económicos y de saber de la península. Todas las ciudades andalusíes eran más prósperas y cultas que las ciudades cristianas coetáneas de Europa occidental.
Juan de Salisbury, filósofo inglés, afirmaba por ejemplo en 1159: “la ciencia está en el más absoluto abandono, salvo en las tierras hispánicas, Norte de Africa y Egipto”, y su compatriota Morley escribe: “la pasión por el estudio me hizo abandonar Inglaterra y visitar París, pero no vi allí más que salvajes con grave autoridad en sus cátedras… Ya que hoy es en Toledo donde se enseña la ciencia árabe, basada principalmente en el Quadrivium [la lógica y el razonamiento] me apresuré a dirigirme allí para escuchar a los más sabios filósofos del mundo”.
La ciencia en el Islam
Según historiadores como Pirenne o Benoit, en Occidente la ciencia involucionó con la decadencia de las ciudades. Fue en el oriente mediterráneo y Medio Oriente, en los imperios bizantino y persa, donde los saberes griegos pudieron ser salvados del olvido y desarrollados.
Tras las conquistas musulmanas del imperio persa y de otros territorios en Africa y Europa, se produce también un florecimiento inédito de la ciencia en Oriente Medio y en Al-Andalus.
Podríamos esbozar una primera causa de ese florecimiento: La ciencia suele florecer en estados con altos excedentes. Entre el siglo VIII y el XV los estados más prósperos y de mayores excedentes fueron China, los sultanatos indios, y los califatos árabes.
Como esbozaba el economista egipcio Samir Amin, la economía árabe se basaba n el control del comercio marítimo y de caravanas entre grandes estados de regadío y grandes regiones productoras en general, entre las que intercambia productos como oro, marfil, seda, especias, orfebrería y productos de alto valor añadido. Ahora bien, al tratarse de comercio lejano, las grandes regiones productoras conocen los costes de producción de sus propios productos pero desconocen los costes de los productos de las otras regiones. De ello derivan importantes márgenes para el comerciante intermediario, tras el oportuno regateo que fija el precio. La prosperidad de los comerciantes árabes alimentó estados y fundaciones privadas muy ricas, que fueron capaces de acunar una cultura muy sofisticada.
Además, el comercio lejano y todos los problemas de ingeniería, logísticos, económicos, geográficos, médicos, y antropológicos que conlleva, estimula saberes prácticos que estuvieron directamente relacionados con que grandes comerciantes árabes fueron ellos mismos geógrafos o antropólogos (León el Africano, por ejemplo) o financiaron a conocidos científicos.
Un tercer factor que también pudo tener su importancia en el renacimiento científico que trajeron los árabes es la cita 53:28 de su libro sagrado, el Qur’an, que dice: «La Opinión y la Especulación no pueden ser sustitutos del Verdadero Conocimiento. Este sólo puede obtenerse mediante la Experiencia». Esta cita puede interpretarse de forma mística, pero también puede entenderse de forma literal. Y esto, probablemente, estimuló el amor que tuvieron por el conocimiento todos los califas históricos.
En particular, el V califa de Bagdad, Harún al-Rashid (786-809), fue el fundador de la Casa de la Sabiduría, financió los primeros libros de papel, y también el primer hospital. Allí, Al-Jwarizmi, al-Karaji, al-Samawal, Omar Khayyam, al-Tusi y otros hacieron avanzar la matemática muy por encima de la matemática griega de su época. En paralelo a sus propios trabajos, tradujeron las obras de Euclides, Diofanto, Menelao, Arquímedes, Ptolomeo, Apolonio, Diocles, Teodosio, Hipsicles y otros clásicos que sin ellos nos serían desconocidos.
Muchos de estos intelectuales investigaban y profundizaban en distintos campos del saber, por lo que presentan una imagen análoga a la que luego conoceremos en personajes del Renacimiento italiano como Leonardo da Vinci.
Además de científicos, muchos de estos sabios eran también teólogos o poetas, como en el ejemplo de Omar Khayyam.
Omar Khayyam
Fue en Bagdad donde se comenzó a desarrollar el Álgebra, la Geometría Algebraica, y se resolvieron teoremas matemáticos atribuidos siglos más tarde al italiano Vieta.
El uso de cifras con decimales fué también una genialidad del “adelantado” Khashani (Irán, 1380-1429), y nunca mejor dicho lo del «adelantado», dado que lo hizo dos siglos antes que sus descubridores oficiales, Vieta y Stevin (1585).
Khashani
También en Bagdad, Al-Jwarizmi (Bagdad 780-850) fundó el álgebra y los algoritmos (a los que proporcionó su nombre) al separar la manipulación (operaciones) de objetos matemáticos (números, variables) de las interpretaciones geométricas, que es lo que impedía desarrollarse a la matemática griega.
Al-Jwarizmi
Fué también el primero en introducir el número cero en la matemática occidental, y describió en toda su potencia la numeración posicional en base 10 y sus métodos de cálculo, que hoy son enseñados en todas las escuelas del mundo.
Dió con la solución general de las ecuaciones lineales y cuadráticas y de la raiz cuadrada, escribió tablas de senos y tangentes, y manuscritos sobre trigonometría esférica y astronomía. Y dentro de estos trabajos, estimó la circunferencia de la esfera terrestre en “39.400 km”, lo cual es correcto con un error de sólo el 1.7%.
Al-Samawal, que fue uno de sus principales discípulos dejó escrito explícitamente el potente principio que rompía las limitaciones de la matemática griega y fundaba el álgebra: “Hay que operar sobre las incógnitas por medio de todos los instrumentos aritméticos, como el artitmético opera sobre los datos”.
Otro importante matemático, astrónomo y físico fue Thabit ibn Qurra
(Harran, Turquía, 836). Inició el Álgebra geométrica. Inició también la Geometría No-Euclídea. Desarrolló la trigonometría Esférica en forma algebraica algebraica, lo cual aumentaba su potencial de desarrollo. Demostró también distintos teoremas en teoría de números.
Thabit ibn Qurra
Tan importante como lo anterior fué que introdujo por primera vez el Cálculo Integral para cálculo de Volúmenes y Superficies, redescubierto (o copiado de alguna traducción) posteriormente por Newton en 1666.Y como físico, fue el fundador de la física estática moderna: su enunciación de la condición para que un cuerpo o una construcción se mantenga en equilibrio estático es equivalente a lo que hoy denominaríamos el «equilibrio entre los trabajos virtuales» que hacen las fuerzas sobre distintos puntos del cuerpo. Esto rompe con la formulación del equilibrio que empleaba Arquímides, que es un equilibrio puramente matemático, no físico. También reformó y mejoró el sistema astronómico de Ptolomeo.
Uno de los físicos más importantes del medievo fué Al-Hazen (Basora, 965-1039). Fué el primero en darse cuenta de que toda la luz procede del sol, y se refleja y refracta en los objetos que no tienen luz propia. Según su teoría, que se anticipó a la de Newton, la luz está compuesta por partículas que viajan en línea recta, salvo si se refractan. La vista es consecuencia de la incidencia de la luz en el ojo y no debida a un rayo que sale del ojo hacia los objetos visionados, que era la teoría de Ptolomeo, dominante en la Edad Media.
Al-Hazen
Se dió cuenta también de que la luz viaja a una gran velocidad pero no infinita, y que la refracción está causada por la diferencia en la velocidad de propagación de las partículas luminosas entre los distintos medios.
Esto ya de por sí debería haberle hecho conocido en todos los colegios y universidades de nuestro sistema de enseñanza. Pero es que, además, Formuló el principio de inercia cinco siglos antes que Galileo, lo cual abre de nuevo la duda de si Galileo y otros científicos europeos posteriores conocieron las traducciones al latín de estos científicos árabes, procedentes de España, Italia y Bizancio.
Fué también el primero en enunciar las leyes geométricas de la formación de imágenes, con las cuales explicó el funcionamiento del cristalino humano. Y construyó la primera cámara oscura.
Óptica Geométrica de Al-Hazen
Ibn al-Shatir (1304-1375, Damasco) fué el primer astrónomo en demostrar trigonométricamente, dos siglos antes de Copérnico (1473-1543), que la Tierra no podía ser el centro del universo.
Ibn al-Shatir
Construyó modelos en que la Tierra no era el centro, y es notable la identidad entre el modelo lunar que publicó Copérnico y el de al-Shatir. También se observa una enorme similaridad en los modelos del planeta Mercurio que publican estos dos autores. De nuevo surge la pregunta de si Copérnico usó los modelos de Ibn al-Shatir sin citarlos.
Modelos lunar y de Mercurio de al-Shatir
No hubiera sido la primera vez que se plagiaran obras árabes, pues Ibn Abdun (alfaquí y músico sevillano) escribía alrededor del 1100: «No deben venderse a judíos ni a cristianos libros de ciencia, salvo los que tratan de su ley porque después traducen los libros científicos y se los atribuyen a los suyos y a sus obispos, siendo así que se trata de obras musulmanas».
Avicena (980, Afsana, Persia) fue por su parte el creador de la medicina moderna. Sospechó el papel de las ratas como vector de la peste, y que debía haber organismos invisibles en el agua y el aire, que transmitían las enfermedades infecciosas. Fué el creador de la medicina preventiva; de la traqueotomía; y el descubridor de la circulación cardiovascular.
Avicena.
Fué también físico, matemático, filósofo, jurista, músico y astrónomo. Escribió 276 libros. Como físico, formuló de nuevo el Principio de Inercia de Al-Hazen. Como filósofo, formuló por primera vez el llamado cogito cartesiano. Fué un ejemplo completo de “sabio renacentista” y de que el “renacimiento” se produjo primero en el mundo árabe, antes de pasar a Europa.
La Ciencia en Al-Andalus
Es en Al-Andalus donde aparecen los primeros centros de enseñanza e investigación científica de Europa, situados en las zawiyas de Córdoba, Sevilla, Toledo, Granada, Murcia, Almería, Valencia y Cadiz (s. VIII y IX), y en las cortes reales de Córdoba y Zaragoza (siglos X y XI). También la Madrasa de Granada (1349) fue un importante centro de estudios. Las bibliotecas andalusíes fueron también famosas en su tiempo. La de Córdoba constaba de 400.000 libros.
En Al-Andalus se produjeron importantes avances científicos que pueden resumirse en los puntos siguientes:
- Primer cálculo europeo de: ángulo de la eclíptica, tamaño de la tierra y tasa de precesión de los equinoccios
- Primeras explicaciones europeas de la refracción de la luz, la gravedad, la atracción capilar, la luz crepuscular
- Primera prueba exitosa de vuelo libre (Abbas Ibn Firnas, Cordoba)
- Primeros globos terráqueos, astrolabios y mapas de navegación
- Hipótesis (Azarquiel) sobre las órbitas planetarias ovoides
- Primeros observatorios astronómicos europeos
- Primera aparición europea de: hospitales, anestesia, higiene médica, disección
- Técnicas agrarias: injerto, fertilización, irrigación moderna
- Descubrimiento de la potasa, el alcohol, el nitrato de plata, el ácido nítrico, el sulfúrico, el cloruro de mercurio…
- Alto desarrollo de las técnicas textiles, cerámica y metalurgia.
- Formulación del método científico experimental y primera separación entre ciencia y fe (Averroes)
Tras la división del califato en reinos de taifas, las cortes de las distintas taifas se convierten en centros de saber que compiten entre sí. Saraqusta, por ejemplo,se convierte en el centro más importante de Occidente en matemáticas, astronomía y filosofía entre 1017 y 1118. Allí escribieron literatos como ar-Ramadi, al-Bagdadi, al-Qastalli, Ibn-Gabirol, at-Taqanah, Ibn Hasday, al-Bayi, Abenámar, ibn-Jafaya; y desarrollaron sus trabajos matemáticos como al-Saraqusti, Ibn Daud, o Ibn Idris at-Tuyibí. El mismo rey Al-Muqtadir fue filósofo y matemático, lo cual ayuda a entender que convirtiera su corte en un centro científico de primera magnitud.
Aljafería («Aljafariya» o palacio de Yaáfar al-Muqtádir) de Zaragoza
En medicina y ciencia destacaron al-Kirmani, que escribió una enciclopedia comparable a la de Diderot, e ibn Buqlaris. En Filosofía, Ibn Paquda, y Avempace, que fué el filósofo más importante de su tiempo.
Al-Mutaman (que reinó entre 1081 y 1085), fué otro rey matemático, y demostró varios teoremas de trigonometría. Un ejemplo es el llamado Teorema de Giovanni-Ceva, atrbuído a este matemático que vivió entre 1648 y 1734, pero que fué demostrado por Al Mutaman 600 años antes. Establece la condición necesaria y suficiente para que tres segmentos interiores a un triángulo, que parten de sus vértices, se corten en el mismo punto, y la condición se muestra en la figura siguiente:
Todo esto contrasta agudamente con el hecho de que muchos nobles cristianos eran analfabetos, y se tenían que valer de escribas para redactar sus mensajes escritos.
Casi contemporáneo suyo fué Ibn al-Jayyani (Jaén, ? – 1093), quien escribió el primer tratado conocido de trigonometría esférica. Resolvió todos los problemas de triángulos esféricos cuando se conocen 4 de sus elementos (dos ángulos y dos lados, un ángulo y tres lados, etc.). Demostró el teorema del seno, y calculó los valores de la tangente trigonométrica. Hizo un cálculo de la altura de la atmósfera basado en el tiempo que dura el crepúsculo, estimándola en “83,86 km”; una estimación notablemente precisa teniendo en cuenta sus medios, y el hecho de que, efectivamente, a esa altura la presión es ya de sólo una dizmilésima de atmósfera.
Otras importantes aportaciones a la matemática fueron las de la trigonometría esférica de Jabir ibn Aflah (Sevilla, 1100-1150) presuntamente plagiada por Regiomontano (1436-1476), y que fué también el constructor del torquetum, el primer ordenador analógico, mostrado en la figura:
Torquetum
También la notación algebraica, usada por Al-Yasamin en el siglo XII y por Ibn al-Banna en el siglo XIII, fue habitual entre 1350 y 1492 en Al-Andalus y Marruecos. Este es un ejemplo de ecuación cuadrática (2×3+3×2-4x+5 =0), tal como la escribió Al-Qalasadi, de Baza (1450):
Curiosamente, la introducción de la notación algebraica se atribuye al italiano Vieta.
Al-Andalus fué también la cuna de Abbas Ibn Firnas (Ronda, s. IX), otro auténtico «sabio renacentista» que fué músico, poeta, agrónomo, médico, físico, astrólogo e inventor.
Abbas Ibn Firnas
Entre otras aportaciones, desarrolló y documentó la fabricación del cristal artificial, construyó el primer Planetario (en una sala de su propia casa), inventó el reloj anafórico (o reloj de agua) seis siglos antes que Grand, su inventor oficial, y construyó la primera esfera armilar europea, que era útil para realizar cálculos y estimaciones astronómicas aproximadas.
Esfera Armilar de Ibn Firnas
Pero es aún más conocido por sus invenciones aeronáuticas. En efecto, en el año 852 realizó el primer salto en paracaídas conocido, desde el minarete de la mezquita de Córdoba. No contento con esa experiencia, se dedicó a observar durante años el vuelo de los pájaros y debió de concluir que los pájaros basan esencialmente su vuelo en el planeo (hecho que pasó por alto Leonardo da Vinci) puesto que en el año 875 construyó un artefacto volador a base de seda en una estructura de madera, con forma similar a lo que hoy conocemos por un ala delta. Con dicho artefacto se lanzó del alto de la Ruzafa, en las afueras de Córdoba. Un testigo escribió que “Se ató unas alas al cuerpo y se lanzó al vacío desde una gran altura. Voló una gran distancia, como si de un pájaro se tratara”. Sin embargo, el aterrizaje fue violento y se dañó las lumbares, y puede que una pierna.
Ala Delta de Ibn Firnas
Tras la experiencia, aseguró que no había tenido en cuenta que las aves abren su cola para estabilizar el aterrizaje, y su invento carecía de esta posibilidad.
Todo esto ocurrió 600 años antes que Leonardo.
Uno de los mayores astrónomos medievales fue Azarquiel (1029, Toledo;
1087, Sevilla). Fundador de la astronomía y de las tablas astronómicas, fué el primer europeo en demostrar que las órbitas de los planetas son elípticas, y no circulares.
Además de desarrollar los relojes de agua, su mayor aportación fué la Azafea, el primer astrolabio que podía ser usado en cualquier lugar geográfico para calcular la latitud y otros parámetros astronómicos. Este instrumento fué usado por los portugueses en sus viajes alrededor de África, así como por Colón y Magallanes, y resultó clave para la navegación oceánica.
Azafea de Azarquiel
Uso de la alídade de la azafea para apuntar a la polar y calcular la latitud
El astrolabio podía ser usado tal como muestra la figura, para calcular la latitud, y era estable ante las oscilaciones del barco.
El principal geógrafo de la Edad Media fué Al-Idrisi (Ceuta, 1100-1166).Recopiló una enorme cantidad de información en sus mapas, y escribió que «la tierra es redonda como una esfera, y las aguas se adhieren a ella y se mantienen en ella a través de un equilibrio natural que no sufre variación».
Al-Idrisi
Dividió el globo terrestre en siete regiones climáticas. Conocía bien el diámetro de la Tierra de las obras de Eratóstenes, de lo cual dedujo que el Océano Atlántico debía ser frío e interminable, aunque fantaseó en sus escritos con posibles viajes atlánticos hacia el oeste.
Fueron sus escritos, y los de otros geógrafos árabes, los que tenían en mente algunos geógrafos de la Universidad de Salamanca que advirtieron a Colón de que su viaje atlántico a las Indias era mucho más largo, y por tanto arriesgado, de lo que Colón presumía. Pero Colón parece ser, confundió no se sabe si por ignorancia o conscientemente, la milla árabe de estos mapas (de 1.8-2 km, la antecesora de la milla náutica) con la milla italiana, un 25% más corta.
Estos desarrollos se unieron con otro invento que resultó clave para la navegación oceánica: la vela latina. Esta vela fué utilizada por primera vez en el Mediterráneo por los dhows árabes en el siglo VII. Estas embarcaciones con mástiles de hasta 20 metros fueron traidas del Océano Índico o el Mar Rojo por los árabes.
Dhow árabe
Se piensa que la carabela, un barco de borda alta y aparejo latino completo o parcial (cuando incluye una vela cuadrada en alguno de sus mástiles), deriva del qarib, un buque andalusí parecido al dhow, y también con vela latina.
Se puede decir, por tanto, que las primeras exploraciones portuguesas y españolas en el Atlántico se basaron en gran medida en conocimientos y técnicas andalusíes.
En cuanto a la filosofía, Averroes (Córdoba, 1126-1198) figura entre los grandes filósofos de la historia, tal como muestra el cuadro «La escuela de Atenas», de Rafael.
Averroes
Filósofo, teólogo, jurista, matemático, astrónomo, físico, médico y poeta, es sin duda otro «sabio renacentista». A pesar de ser ninguneado durante siglos como “simple comentador de Aristóteles”, introdujo conceptos que parecen modernos en una época dominada por la superstición religiosa y que anteponía la revelación a la razón. Véase por ejemplo, este impresionante comentario de sus Comentarios al Opus Aristotélico:
“Los partidarios de la creación arguyen que el agente [Dios] produce un ser sin necesitar, para su producción, ningún material preexistente. Son tales imaginaciones lo que ha conducido a los teólogos de las tres religiones existentes en nuestros días a decir que algo puede salir de nada. [Sin embargo] la moción [acción y resultado de moverse o ser movido] es eterna y continuada; toda moción tiene su causa en una moción precedente. Sin movimiento no hay tiempo. No podemos concebir la moción como algo que tenga principio o fin”.
Este párrafo suena a filosofía renacentista o moderna, no a filosofía medieval. Averroes es el primero en Europa en distinguir entre fe y razón, y poner a la razón por delante de la fe.
Los místicos andalusíes se piensa que tuvieron amplia influencia en el cristianismo, en especial en autores como Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Ibn Arabi (Murcia, 1165-1240) es el místico sufí más conocido de Al-Andalus. Su concepto de fusión con Dios es recogida por los místicos cristianos citados.
Ibn Arabi. Éxtasis de Santa Teresa, de Bernini
También inspiradoras fueron sus ideas de que el universo esta construido sobre infinitos centros y es por eso «una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna», y de que existe una pluralidad de mundos habitados. Estas ideas fueron recogidas posteriormente por Giordano Bruno, con consecuencias personales fatales como es sabido, mientras que Ibn Arabi pudo escribirlas sin problemas en el oasis cultural que fué Al-Andalus. Un oasis cultural que acabó sin embargo aplastado entre el fanatismo de los Almohades del sur y el fanatismo de los cristianos del norte. Sin embargo, mientras el Reino de Granada resistió, los jardines de la Alhambra presenciaron muchas noches diálogos entre sabios sufíes y el propio monarca nazarí.
En cuanto a la medicina medieval, había un contraste notable entre la medicina árabe y la cristiana, en Al-Andalus y en todo el mundo árabe. No me resisto a citar este conocido texto del manuscrito «Kitab al-Itibar» («Libro de las Reflexiones»), descubierto en la Biblioteca Árabe de El Escorial por el arabista Hartwig Derenbourg, y publicado en francés en 1889. Se trata de un manuscrito autobiográfico en el que Usama Ibn Múrxid, emir, caballero, poeta y hombre de letras (1095-1188) recoge un incidente de las cruzadas que ilustra la diferencia en el conocimiento médico entre islam y cristiandad, representada en ese momento por los invasores «franÿ» (Francos). Este mismo párrafo es citado por Amin Maalouf en su libro «Las Cruzadas vistas por los árabes».
Un día —cuenta Usama—, el gobernador franco de Muneitra, en el monte Líbano, escribió al Sultan, emir de Shayzar (aliado de los cruzados), para rogarle que le enviara un médico para tratar algunos casos urgentes. Mi tío escogió a un médico cristiano de nuestra tierra, llamado Thabet. Éste solo se ausentó unos días y luego regresó entre nosotros. Todos sentíamos gran curiosidad por saber cómo había podido conseguir tan pronto la curación de los enfermos y lo acosamos a preguntas. Thabet contestó: «Han traído a mi presencia a un caballero que tenía un absceso en la pierna y a una mujer que padecía de consunción (gastritis o úlcera). Le puse un emplasto al caballero; el tumor se abrió y mejoró. A la mujer le prescribí una dieta para refrescarle el temperamento. Pero llegó entonces un médico franco y dijo: ‘¡Este hombre no sabe tratarlos!’ Y, dirigiéndose al caballero, le preguntó: ‘¿Qué prefieres, vivir con una sola pierna o morir con las dos?’ Como el paciente contestó que prefería vivir con una sola pierna, el médico ordenó: ‘Traedme un caballero fuerte con un hacha bien afilada.’ Pronto, vi llegar al caballero con el hacha. El médico franco colocó la pierna en un tajo de madera, diciéndole al que acababa de llegar: ‘¡Dale un buen hachazo para cortársela de un tajo!’ Ante mi vista, el hombre le asestó a la pierna un primer hachazo y, luego, como la pierna seguía unida, le dio un segundo tajo. La médula de la pierna salió fuera y el herido murió en el acto.
En cuanto a la mujer, el médico franco la examinó, y dijo: ‘Tiene un demonio en la cabeza que está enamorado de ella. ¡Cortadle el pelo!’ Se lo cortaron. La mujer volvió entonces a empezar a tomar las comidas de los francos, con ajo y mostaza, lo que le agravó la consunción. ‘Eso quiere decir, que se le ha metido el demonio en la cabeza’, afirmó el médico. Y, tomando una navaja barbera, le hizo una incisión en forma de cruz, dejó al descubierto el hueso de la cabeza y lo frotó con cal. La mujer murió en el acto. Entonces, yo pregunté: ‘¿Ya no me necesitáis?’ Me dijeron que no, y regresé, tras haber aprendido muchas cosas que ignoraba sobre la medicina de los franÿ»»
¿Qué les parece? La primera conclusión que podríamos sacar de este texto es que la medicina cristiana era efectivamente tal como nos temíamos. La segunda conclusión es queun sano empirismo con un mínimo de teoría parece más eficaz que mucha teoría abstracta sin apenas observación. Este principio, aristotélico, había sido enunciado por Al-Hazen (965-1039). La medicina árabe, como toda su ciencia, era fundamentalmente aristotélica, y por tanto empirista, se basaba en la observación práctica. Mientras que la medicina cristiana parecía guiarse por grandes abstracciones platónico-cristianas, que ellos se tomaban muy en serio, y donde la cercanía a lo observable no era lo importante.
Por otra parte, en el texto citado, el lenguaje, el estilo, la fina ironía, todo ello parece renacentista, sin embargos estamos en pleno siglo XII ! El mismo estilo cosmopolita se puede leer en las obras de León Africano, Idrisi o Ibn-Batuta. Todo esto ha llevado a algunos historiadores a señalar que el primer renacimiento se produjo en Oriente Medio y Al-Andalus, antes que en Italia.
Recuerdo una conferencia sobre Al-Muqradir y la taifa de Saraqusta, del historiador Jose Luis Corral, donde éste fué acusado por un colega de universidad de estar describiendo al rey de Saraqusta como una especie de Lord Bacon. A la luz de lo que están arrojando las investigaciones sobre Al-Andalus y la cultura árabe medieval (en las cuales el Instituto de Estudios Islámicos, y la Escuela de Estudios Árabes, ambas del CSIC, juegan un papel importante), se podría hacer perfectamente la reflexión opuesta: tanto Roger Bacon en el siglo XIII como Francis Bacon (Lord Bacon) en el siglo XVI fueron de los primeros filósofos en defender el empirismo dentro del mundo cristiano; sin embargo, ese empirismo formaba parte del aristotelismo dominante dentro de la cultura árabe, y es parte del legado que esta cultura dejó en Europa, de la que bebieron los Bacon y luego la transmitieron en la Europa del Norte.
Para terminar, me gustaría mostrar el escudo de Aragón, en el cual aparecen la cruz de San Jorge y cuatro cabezas cortadas en Alcaraz (supuestamente, cuatro reyes musulmanes de Huesca y Saraqusta).
Aparte de la credibilidad que pueda tener que en la batalla de Alcaraz se apresaran y ejecutaran cuatro reyes musulmanes, que es poca, lo mínimo que podríamos decir de esta «fermosa» imagen autonómica es que los más cercanos a un europeo contemporáneo en mentalidad eran las cuatro víctimas, que eran gente ilustrada, y no los sujetos, probablemente analfabetos, que les cortaron las cabezas. Pese a sus nombres aparentemente familiares, Pedro I o Jaume I tenían mucho menos que ver con la mentalidad de un europeo actual que aquellos otros, casi desconocidos, a los que vencieron.
La pobre historia de estos reinos y condados medievales del norte peninsular es llamada europea sin discusión, mientras que la que tenía lugar al sur, mucho más relevante para la cultura europea contemporánea, es tradicionalmente tratada como si no fuese parte de Europa.
Como los institutos del CSIC se supone que son Centros difusores del conocimiento, estamos en deuda de filiación con aquellos que promovieron por primera vez esta clase de centros en Europa. Así que con este seminario hemos querido hacer un poco de justicia y reconocimiento de aquellos a los que les debemos una gran parte de la cultura europea actual y de su ciencia.
Referencias
Brotton J. (2002). Bazar del Renacimiento, Paidos, 2002.
Ferrín E. G. (2007), Historia General de Al-Andalus, Córdoba: Almuzara, 2007.
Un comentario sobre “La ciencia en Al-Andalus y el primer renacimiento europeo”