Este artículo continúa el análisis de la geopolítica de los distintos actores occidentales ante los retos planteados por la Guerra de Ucrania y la apuesta de China, Rusia y los BRICS por un nuevo Orden Mundial Multipolar. Las tres entradas previas sobre este mismo tema fueron: Geopolítica, Guerra de Ucrania y Mundo Multipolar, La geopolítica de EEUU frente al reto estratégico de China y sus aliados y Geopolítica de Europa: Del equilibrio de poder a la Guerra de Ucrania.
El individualismo de la cultura neoliberal y las reacciones tradicionalistas
El neoliberalismo, que se convirtió en el tipo de capitalismo dominante desde finales de los 70, ha conducido a una sociedad ultra-individualista. Esto, unido a la apertura de las fronteras nacionales a la mano de obra, útil para disminuir costes laborales en las empresas occidentales, ha conducido a sociedades occidentales menos homogéneas que anteriormente. Esto lleva a un problema que describe muy bien Glenn Diesen (La Guerra de Ucrania y el Orden Mundial Euroasiático):
En las sociedades menos homogéneas, en las que el grupo no tiene tantas cosas en común, también se produce una ruptura de la fraternidad y la cohesión social. En las sociedades complejas, hay menos capital social, definido por conexiones y relaciones sólidas entre las personas. La consecuencia es un menor número de amistades fiables, menos donaciones para obras benéficas, menos voluntariado e incluso una democracia devaluada, ya que se vota menos. Una sociedad formada simplemente por individuos que ocupan el mismo espacio geográfico sin mucho más en común experimenta un declive de la sociedad civil como contrapeso al poder estatal. Al liberar a los individuos del grupo, también se les priva de sentido, en tanto que los seres humanos son seres sociales que se organizan en grupos y encuentran sentido en su contribución al mismo. Sin embargo, en una sociedad liberal en la que la ciudadanía se define en exceso por los derechos individuales en lugar de por las responsabilidades para con el colectivo, la soledad y la pérdida de sentido se convierten en un problema. Los individuos que rechazan su conexión con el grupo se definen únicamente por sí mismos, y es probable que caigan víctimas del narcisismo y el nihilismo.
Ante la cultura del neoliberalismo globalista las clases populares se refugiaron en las tradiciones, el populismo y el nacionalismo. Como explica Diesen: las elites liberales «petulantes, hipócritas e intolerantes» expresaron su desdén por las personas que se aferraban a una cultura nacional tradicional: «La «Middle America» –un término con implicaciones tanto geográficas como sociales– ha llegado a simbolizar todo lo que se interpone en el camino del progreso: los “valores familiares”, el patriotismo insensato, el fundamentalismo religioso, el racismo, la homofobia, la visión retrógrada de la mujer». Huntington señaló que el ciudadano medio tiende a dar prioridad a la identidad nacional, los valores y la cultura tradicionales, y a la preservación de la unidad nacional. Sin embargo, para las elites globalizadas estas preocupaciones son secundarias frente a la participación en la economía global, el apoyo al comercio y la migración internacionales, el fortalecimiento de las instituciones internacionales, la promoción de los valores estadounidenses en el exterior y el fomento de identidades y culturas minoritarias en casa. La distinción crucial entre la gente y las elites no se produce entre aislacionismo e internacionalismo, sino entre nacionalismo y cosmopolitismo.

Los llamados partidos populistas de derecha e izquierda, así como el movimiento MAGA (Make America Great Again) que aupó al presidente norteamericano Trump, recogen en parte esta reacción tradicionalista y anti globalista de una parte de la ciudadanía.
Las élites neoliberales de la plutocracia occidental
Según Juan Antonio Aguilar ( EZEQUIEL BISTOLETTI Y JUAN ANTONIO AGUILAR – DMP CHARLAS 273 EN VIVO ), la misma élite plutocrática que controla a los políticos norteamericanos, es la misma que domina en Bruselas y en Tel Aviv. Por lo cual, puede haber roces entre dirigentes de unos u otros países occidentales o ideas particulares que un presidente recién elegido quiera poner en práctica. Pero en lo más esencial, que es la política económica neoliberal y la geopolítica que mejor protege a ese neoliberalismo, todos los políticos occidentales están de acuerdo. De hecho, la mayor parte de los dirigentes occidentales han sido altos ejecutivos de grandes corporaciones o se han alineado con sus intereses político-económicos. Trump, Merz, Macron, Starmer…
Por ello J.A. Aguilar se pregunta: ¿Es posible una democracia dentro del actual sistema capitalista (neoliberal)? Se trata de un sistema que ha generado una concentración abismal de la propiedad en manos de unas pocas familias, frente a miles de millones que mueren sin propiedades o solo la casa en la que viven y unos ahorros ínfimos en el banco. En tales sistemas, unas pocas familias tienen la capacidad de comprarlo todo: voluntades, partidos políticos, discurso que se transmite a través de los grandes medios, gobiernos. Un político con principios tiene que tener una ética casi fanática para resistir las ofertas de un mil-millonario que pueden hacerle rico sólo con obedecer a sus “sugerencias”, y a la inversa, pueden costarle la vida en un asesinato sin testigos realizado por los mejores profesionales a sueldo, si se empecina en políticas que interfieren con los intereses de esos mil-millonarios. O, sin llegar a esta iniciativa extrema, un mil-millonario tiene la capacidad de encargar una investigación privada o privada-policial exhaustiva sobre las acciones corruptas e ilegales del entorno familiar de cualquier dirigente no colaborador. Casi todos los políticos tienen a sus espaldas, o han sido cómplices, de casos de corrupción a lo largo de su ejercicio partidista, aunque sean menores, como favoritismo político hacia empresas de familiares. Y en otros casos, han participado ingenuamente en fiestas privadas con personas de dinero en las que ha habido prostitución con chicas/os jóvenes que en realidad eran menores. Todo ello grabado debidamente, tal como suelen hacer también los servicios secretos de las principales potencias, no solamente los grandes propietarios, y a veces ambos de forma colaborativa.
En efecto, estos mil-millonarios frecuentemente son propietarios de fundaciones en defensa de la democracia y similares, y los señalados para ser grabados e investigados son sospechosos de no colaborar con la democracia, de corrupción, o de otros delitos. Apoyan incluso a los magistrados del poder judicial, en forma de invitaciones muy bien pagadas a cursos y seminarios, asesorías legales para sus empresas y otros medios. En cualquier llamada a las urnas, un candidato no financiado por ellos carece de la visibilidad y propaganda favorable que tienen los candidatos apoyados por ellos.
La conclusión más evidente es que un sistema democrático (“gobierno del pueblo”) es imposible dentro de un sistema plutocrático como el de los países occidentales. La única libertad política que les queda a los partidos del sistema, únicos tolerados por los medios y con posibilidades de gobernar, es la de la competir entre ellos en políticas culturales y deportivas.

Fig. Representación satírica de la plutocracia. La figura a la izquierda representaría los mil-millonarios propietarios de grandes bancos, corporaciones y medios de comunicación; en el centro, los políticos y tecnócratas financiados por ellos; a la derecha, el 99% de la población
Cuando un candidato sin apoyo oligárquico gana las elecciones es porque la situación está muy mal. Por ejemplo, en Rumanía en noviembre de 2024 Calin Georgescu, un candidato ultranacionalista, prorruso y crítico con la OTAN y la UE, ganó la primera vuelta de las presidenciales, superando al entonces primer ministro Marcel Ciolacu, que era el favorito en las encuestas. Georgescu apenas apareció en medios tradicionales, pero se hizo fuerte en TikTok y redes sociales, donde sus mensajes virales le dieron gran visibilidad.
El resultado dejó fuera al candidato europeísta Ciolacu, lo que provocó su dimisión como líder del Partido Socialdemócrata y Georgescu pasó a la segunda vuelta contra la candidata liberal Elena Lasconi.
Sin embargo, en mayo de 2025, el Tribunal Constitucional anuló aquellas elecciones por sospechas de injerencia rusa, como si EEUU y Bruselas no se injirieran continuamente en las elecciones de múltiples países, apoyando a uno u otro candidato e incluso financiándolos. Se le prohibió volver a presentarse, con lo que nunca sabremos si estaría gobernando hoy sin tal medida de anulación de la democracia, se podría decir que por culpa del “voto equivocado” de la mayoría según la perspectiva de las élites. Este tipo de medidas serían un último recurso, pues tienden a descubrir lo que la propaganda de los medios ocultan y disfrazan: que en realidad no vivimos en sistemas democráticos, sino plutocráticos.
La gran oligarquía de mil-millonarios occidentales son grandes defensores del modelo neoliberal globalista. Ha ido surgiendo una pequeña fracción de mil-millonarios que no pertenecen a esa élite globalista, Trump es uno de estos. Por ello ha intentado iniciativas propias apoyadas inicialmente por el movimiento MAGA en EEUU, que trataban de orientar el neoliberalismo globalista hacia un neoliberalismo más centrado en los mercados internos de EEUU, y trató de orientar la geopolítica norteamericana hacia el multilateralismo y cierta tolerancia con el mundo multipolar. Pero tras un año de su segundo mandato, todas esas iniciativas parecen haber sido diluidas por la gran cantidad de colaboradores globalistas que lo rodean y las presiones de lo que él mismo llama el “Estado profundo”.
¿Tienen algún poder las mayorías sociales con su voto frente a estas élites? La respuesta la podemos ver en el amplio consenso que parece tener entre la población la idea de que lo que Israel está haciendo en Gaza es un genocidio. Sin embargo, el gobierno de EEUU y los de los principales países europeos siguen enviando armas a Israel. La opinión mayoritaria no se traduce en políticas. Ningún líder hace nada práctico para detener a Israel, porque Israel es un pivote geopolítico de importancia para aquellas élites.
Las élites globalistas ante la guerra de Ucrania
Según Diesen, todo induce a pensar que Rusia invadió Ucrania para imponer un acuerdo de paz que no podía lograr por la vía diplomática. Atribuir a Putin el objetivo de conquistar toda Ucrania mediante su invasión, para luego continuar atacando a toda Europa Occidental es algo que cualquier experto militar considera absurdo. Como explica Mearsheimer (Israel-Palestine, Russia-Ukraine, China, NATO & WW3, Podbooks Publisher, 2024) si Rusia hubiera querido conquistar un país con la extensión de Ucrania habría entrado en él con 2 millones de soldados, no con 150.000, y 3 millones hubieran sido necesarios para ocupar Ucrania de forma estable. Obsérvese que para ocupar sólo la mitad de Polonia, Hitler atacó con 1,5 millones de soldados. Además, añade, sólo un mes después de haber iniciado la invasión, Rusia comenzó a negociar con Ucrania, en Estambul, el fin de la guerra. La conclusión de Mearsheimer es que la intención rusa era forzar a Ucrania a negociar y firmar su neutralidad y otras condiciones más secundarias, como el respeto a los derechos de los rusoparlantes del Este del país. Además, el ejército ruso evitó atacar infraestructuras críticas y actuó con moderación para limitar las bajas civiles. Esta contención en las primeras fases de la guerra era un reflejo de los objetivos limitados que se tenían: presionar a Ucrania para que negociara, sin generar excesiva animadversión entre su población, ya que esto también dificultaría la negociación por parte de Kiev (Diesen).

Fig. Glenn Diesen, profesor de relaciones internacionales en la Universidad del Sudeste de Noruega, y autor de numerosos libros sobre geopolítica euroasiática.
Estas evidencias no pueden ser aceptadas por los occidentales porque, según Mearsheimer, llevaría a la conclusión de que los principales responsables de la continuación de este baño de sangre (desde marzo de 2022) son los occidentales.
En las primeras semanas del conflicto, hubo tres intentos de negociar la neutralidad ucraniana para poner fin a la guerra antes de que se diese paso a una destrucción mucho mayor. Todos los esfuerzos estuvieron cerca de verse coronados con el éxito antes de ser torpedeados por Estados Unidos y Reino Unido. Desde una perspectiva estratégica, a Washington le interesaba impedir la neutralidad de Ucrania, mientras que algunas matanzas permitirían a Estados Unidos debilitar a Rusia y garantizar un divorcio permanente entre esta y Ucrania. Con el sabotaje de las negociaciones de paz, Estados Unidos acabó con el objetivo ruso de una intervención breve y limitada y, en su lugar, presionó para que se desencadenara una guerra larga. El 25 de febrero de 2022, al día siguiente de la invasión, el presidente Zelenski dijo: «Hoy hemos sabido de Moscú que todavía quieren hablar. Quieren hablar sobre el estatus neutral de Ucrania […]. No tenemos miedo a hablar sobre un estatus neutral». Si Kiev hubiera aceptado esa neutralidad y, por tanto, puesto fin a su empeño por entrar en la OTAN, la guerra probablemente habría sido muy corta, como se pretendía. El 26 de febrero, Zelenski reafirmó su disposición a negociar sobre la neutralidad de Ucrania: «Si las conversaciones son posibles, deben celebrarse. Si en Moscú dicen que quieren mantener conversaciones, incluso sobre un estatus neutral, no nos asusta. También podemos hablar de eso». Un día después, el 27 de febrero, Moscú y Kiev anunciaron que celebrarían conversaciones de paz «sin condiciones previas» en Bielorrusia. Más tarde, Zelenski llegó a pedir un «acuerdo securitario colectivo» que incluyera también a Rusia, con objeto de atenuar los problemas de seguridad mutuos que habían prendido la chispa del conflicto. En Occidente hubo muestras de preocupación ante la perspectiva de un acuerdo de paz y se ofrecieron incentivos para mantener la guerra.
El 25 de febrero de 2022, el primer día después de la invasión rusa, incluso cuando Zelenski aceptó discutir la neutralidad, el portavoz estadounidense Ned Price anunció que Washington rechazaba cualquier conversación de paz sin condiciones previas, ya que insistía en que Estados Unidos no podía aceptar la vía diplomática hasta que Rusia no retirara todas sus fuerzas de Ucrania (…)
Los europeos también incentivaron la prolongación de la guerra. El 27 de febrero, el mismo día en que Rusia y Ucrania anunciaron conversaciones de paz, la UE aprobó 450 millones de euros en ayuda militar a Ucrania en una contundente muestra de apoyo que redujo los alicientes de Kiev para negociar con Moscú (…)
A principios de marzo se hizo un segundo esfuerzo para negociar un final rápido del conflicto, liderado por el primer ministro israelí Naftali Bennett, quien dijo que Zelenski se había puesto en contacto con él y le había solicitado unas conversaciones de paz con Putin. Según Bennett, la principal preocupación de Putin era la expansión de la OTAN y, por tanto, estaba dispuesto a hacer «enormes concesiones» y abandonar objetivos como la desmilitarización de Ucrania. Putin pidió a Bennett que le dijera a Zelenski que la invasión terminaría si este aceptaba quedar fuera de la OTAN; Zelenski aceptó estas condiciones y estipuló que Ucrania no entraría en la OTAN. Bennett propuso que Ucrania podría seguir el modelo israelí, tener un ejército fuerte e independiente capaz de defenderse por sí mismo en lugar de depender de la OTAN, algo que era aceptable tanto para Putin como para Zelenski. También afirmó que «ambas partes deseaban fervientemente un alto el fuego» y que, por tanto, «había buenas posibilidades de alcanzarlo». Sin embargo, Bennett sostenía que Occidente intervino y «bloqueó» el acuerdo de paz. Mientras Alemania y Francia se mostraban pragmáticas, el Reino Unido y Estados Unidos actuaron como halcones y querían aprovechar la oportunidad que ofrecía la guerra para combatir y debilitar a Rusia. Según Bennett, Occidente obstaculizó el acuerdo de paz porque había una «decisión de seguir golpeando a Putin» y no de buscar la paz. El 21 de marzo de 2022, el portavoz estadounidense Ned Price dejó caer que un acuerdo diplomático no dependía totalmente de Ucrania, ya que se trataba también de un conflicto sobre el orden mundial (…)
A finales de marzo se inició un tercer intento para alcanzar un acuerdo, cuando Turquía asumió el papel de mediador para negociar la paz entre Ucrania y Rusia. El principal obstáculo se superó cuando Zelenski ofreció la neutralidad (…) Así pues, Moscú y Kiev estaban, una vez más, cerca de llegar a un acuerdo de paz. Este acuerdo provisional fue confirmado por Fiona Hill, exfuncionaria del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, y Angela Stent, antigua responsable de Inteligencia Nacional para Rusia y Eurasia. Hill y Stent escribieron un artículo en Foreign Affairs en el que esbozaban los principales términos del mismo, y donde se reconocía que el expansionismo de la OTAN había sido el origen del conflicto. Casi toda la elite político-mediática de Occidente había afirmado, al unísono, que las acciones militares de Rusia no tenían nada que ver con el expansionismo de la OTAN y que no era posible negociar con Putin. El artículo de Hill y Stent era una admisión de lo contrario: Según varios ex altos funcionarios estadounidenses con los que hablamos, en abril de 2022 los negociadores rusos y ucranianos parecían haber acordado las líneas generales de un acuerdo provisional negociado: Rusia se retiraría a su posición del 23 de febrero, cuando controlaba parte de la región de Donbás y toda Crimea, y, a cambio, Ucrania prometería no solicitar el ingreso en la OTAN para, en su lugar, recibir garantías de seguridad de una serie de países. Más tarde, Putin reveló el proyecto de acuerdo para un tratado de paz que se había alcanzado entre Rusia y Ucrania. El título del borrador, «Tratado sobre la Neutralidad Permanente y las Garantías de Seguridad para Ucrania», señalaba que esta última incluiría la «neutralidad permanente» en su Constitución. Sin embargo, el 9 de abril de 2022, el primer ministro británico, Boris Johnson, se desplazó a Kiev con la intención de boicotear el acuerdo. Los asesinatos de Bucha se citaron como motivo para cancelar las negociaciones de paz. Informes procedentes de Ucrania afirmaban que Reino Unido y Estados Unidos habían convencido a Zelenski para que abandonara el acuerdo ofreciendo a Ucrania las armas que necesitaba para derrotar a Rusia en el campo de batalla. Los medios de comunicación ucranianos informaron de que Johnson acudió a Kiev con dos mensajes: El primero es que Putin es un criminal de guerra, hay que presionarle, no negociar con él. Y el segundo es que, aunque Ucrania esté dispuesta a firmar algunos acuerdos sobre garantías con Putin, ellos [Reino Unido y Estados Unidos] no lo están (Diesen).

Fig. Conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania el 29 de marzo de 2022 en Estambul
El general alemán retirado Harald Kujat, expresidente del Comité Militar de la OTAN, confirmó que Johnson había boicoteado las negociaciones y comentó: Quizás algún día se pregunte quién no quiso evitar esta guerra […]. Su objetivo declarado es debilitar a Rusia política, económica y militarmente hasta tal punto que luego puedan ocuparse de su rival geopolítico, el único capaz de poner en peligro su supremacía como potencia mundial: China […]. No, esta guerra no tiene que ver con nuestra libertad […]. Rusia quiere impedir que su rival geopolítico, Estados Unidos, adquiera una superioridad estratégica que amenace su seguridad (…)
Y añade Diesen: Washington creía que la guerra podía utilizarse en una campaña geopolítica más amplia, porque debilitar a Rusia y derrocar a Putin enviaría un fuerte mensaje a China (…) El principal objetivo de Occidente es recuperar su debilitada posición en el mundo y restaurar su hegemonía colectiva bajo el liderazgo de Estados Unidos. Derrotar a Rusia eliminaría al rival clave en Europa y debilitaría a China, lo que permitiría al Occidente colectivo restaurar el llamado orden internacional basado en normas. Sin embargo, una derrota en Ucrania desacreditaría a la OTAN en Europa y avivaría el surgimiento de un mundo multipolar”.
En octubre de 2022, Zelenski invocó un decreto del Consejo de Seguridad Nacional y de Defensa de Ucrania que prohibía entablar negociaciones con Putin, lo cual ponía más trabas a una posible paz. En febrero de 2023, China propuso un plan de paz de 12 puntos para iniciar las negociaciones. La respuesta tanto de Rusia como de Ucrania fue hasta cierto punto positiva (…) pero EEUU expresó su profunda preocupación por la propuesta pues legitimaría la conquista de tierras ucranianas por Rusia, mientras presionaba a Ucrania a que iniciara una contraofensiva.
Los profesionales militares saben que Rusia no tiene intención de invadir la Unión Europea, en primer lugar porque nunca se ha encontrado ningún documento o declaración rusa en esa línea, segundo porque el ejército necesario para una operación de ese tipo es mayor del que dispone Rusia en este momento y, sobre todo, porque la UE tiene un PIB casi 10 veces mayor que Rusia y la triplica en población, y en una guerra estos factores son determinantes. Sin embargo, las élites europeas insistentemente inventan provocaciones contra Rusia y supuestos ataques de Rusia que parecen intentar convencer a la población de que este país es un peligro que obliga a la UE a rearmarse.
Como afirma Martyanov (La Guerra Final de los Estados Unidos), la geopolítica de Rusia no es reconstruir el antiguo imperio zarista, ni apoderarse de Europa Occidental sino que, debido a la historia militar rusa, lo que motiva a Rusia son sus objetivos de seguridad, cuya escala y duración sencillamente superan la capacidad de comprensión del ejército de los Estados Unidos. Como incluso llegó a reconocer el difunto Richard Pipes en 1977 cuando resumió la historia de Rusia y sus bajas a manos de invasores extranjeros: “unas cifras así superan la comprensión de la mayoría de los norteamericanos. Sin embargo, es obvio […] que un país así (Rusia) también tiende a evaluar las recompensas de la defensa en términos mucho más realistas”.
La propaganda continua sobre que la invasión rusa era injustificada y no provocada resulta necesaria para mantener la guerra proxy sin dar chances a la negociación, pues subraya que su causa es el agresivo imperialismo ruso, que es necesario desanimar por la fuerza. Si no se detenía en Ucrania a ese “dictador” y “nuevo Hitler” que era Putin, acabaría invadiendo toda Europa.
Sin embargo, tras la anexión rusa de Crimea en 2014, el profesor John Mearsheimer afirmó que «Estados Unidos y sus aliados europeos comparten, en muy buena medida, la responsabilidad de la crisis. La raíz del problema es la ampliación de la OTAN». Tras la invasión rusa de 2022, nada menos que el papa Francisco sugirió que «en Ucrania fueron otros Estados los que crearon el conflicto» y añadió que tal vez «los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia» hubiesen provocado la invasión. Incluso el halcón neoconservador Robert Kagan afirmó que «insistir en que no hubo ninguna provocación que explique la invasión resulta engañoso», ya que «las decisiones rusas han sido una respuesta a la expansión de la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados en Europa tras la Guerra Fría».

Fig. John Mearsheimer, prestigioso profesor de la Universidad de Chicago y continuador de la escuela del realismo geopolítico
Además de debilitar a Rusia y perseguir el cambio de régimen, otros buscaban un objetivo aún mayor: destruir a Rusia desmembrando el país. El 23 de junio de 2022, un organismo del Gobierno estadounidense supervisado por el Congreso, la Comisión sobre Seguridad y Cooperación en Europa, también conocida como la Comisión de Helsinki, inició un debate sobre la «descolonización de Rusia». La premisa era que Rusia no es un país, sino un imperio que Estados Unidos debe desmantelar apoyando a los movimientos separatistas existentes en su seno. La planificación de cómo balcanizar Rusia se hizo con el pretexto de apoyar a los movimientos «anticoloniales» y «pro-soberanía» (…)
Algunos políticos como Anna Fotyga, miembro del Europarlamento y exministra de Asuntos Exteriores de Polonia, promovieron aún más el objetivo de destruir a Rusia. Fotyga llamó a sembrar la división en el país: «Deberíamos centrarnos más en las regiones y naciones de la Federación Rusa, sus capacidades y sus perspectivas de soberanía». Según ella, el objetivo de Occidente debería ser dividir Rusia en Estados más pequeños: «Tenemos que ser conscientes de que la disolución de la Federación Rusa puede acarrear ciertas dificultades y riesgos, como en cualquier periodo de transición. Sin embargo, esos riesgos serán mucho menos peligrosos que dejar intacto ese agresivo imperio».

Fig. Posibles repúblicas en las que podría dividirse Rusia si el sueño de algunas élites occidentales llegara a realizarse
La OTAN siguió su habitual incrementalismo/táctica del salami, proporcionando armas cada vez más potentes y de largo alcance y aviones F-16, incluso permitiendo que se lanzaran misiles dentro del territorio ruso, a medida que se cruzaba una línea roja tras otra.
El 7 de febrero de 2022, el presidente Biden, en una rueda de prensa junto al canciller alemán Scholz, advirtió de que, si Rusia invadía Ucrania, «ya no habrá Nord Stream 2. Le pondremos fin». Cuando un periodista le preguntó cómo acabaría con un proyecto bajo control alemán, Biden respondió: «Le prometo que podremos hacerlo». El portavoz estadounidense Ned Price fue entonces secretario de Estado Mike Pompeo dijo: «Haremos todo lo posible para asegurarnos de que ese gasoducto no amenace a Europa». Las tensiones entre Ucrania y Rusia aumentaron a lo largo de 2021 y las amenazas contra el Nord Stream se intensificaron. El senador estadounidense Tom Cotton anunció en mayo de 2021 que «aún hay tiempo para detenerlo […]. Destruir el Nord Stream 2 ahora y dejar que se oxide bajo las aguas del Báltico». El 14 de enero de 2022, el asesor de Seguridad Nacional estadounidense Jake Sullivan también amenazó al gasoducto: «Hemos dejado claro a los rusos que, si avanzan en Ucrania, el gasoducto estará en peligro ». El senador Ted Cruz utilizó asimismo un lenguaje muy directo para pedir que se detuviera el Nord Stream: «Hay que parar este gasoducto, y la única forma de impedir que se complete es utilizar todas las herramientas disponibles para ello». A medida que la OTAN rechazaba las demandas rusas de garantías securitarias en las semanas previas a la invasión de Ucrania, las amenazas se hacían evidentes (…)
El 26 de septiembre de 2022, los gasoductos germano-rusos Nord Stream fueron destruidos por una explosión submarina (…) El exministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, tuiteó «Gracias, EEUU», acompañado de una foto del gasoducto destruido. Al día siguiente, el 27 de septiembre de 2022, los dirigentes de Polonia, Noruega y Dinamarca asistieron a una ceremonia en Polonia con motivo de la inauguración del nuevo gasoducto báltico Noruega-Polonia, construido para reducir la dependencia europea del Nord Stream. El secretario de Estado estadounidense Antony Blinken incluso celebró la destrucción del Nord Stream y afirmó que suponía «una tremenda oportunidad (…) para acabar de una vez por todas con la dependencia de la energía rusa». Blinken también se ofreció a ayudar a Europa occidental sustituyendo el gas ruso por suministros estadounidenses, mucho más caros.

Fig. Gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 (en construcción), entre Rusia y Alemania
En el verano de 2023 quedó claro que la ofensiva ucraniana en el sur había fracasado. Las enormes pérdidas para unos mínimos avances territoriales desanimaron a los ucranianos, aunque los estadounidenses no opinaban lo mismo. Ya que no era realista sostener que Ucrania vencería a Rusia en el campo de batalla, el discurso occidental cambió a que Rusia había fracasado en sus intentos de apoderarse de toda Ucrania, reconstituir el imperio soviético y conquistar luego toda Europa, lo cual era una victoria.
Según Adrián Celaya (¿POR QUÉ EUROPA NO NEGOCIA?) las élites europeas están obsesionadas con eliminar el poder político e ideológico de Rusia porque se trata de una cultura europea, mucho más cercana e influyente en las poblaciones y políticos europeos que el modelo chino, que es culturalmente más lejano. Y a la vez, está mostrando a Europa un modelo político que le quita a los mil-millonarios la libertad de intervenir en la política estatal. Esto es un precedente muy peligroso para el poder de las élites neoliberales occidentales. Si Rusia acabara ganando la guerra de Ucrania, su prestigio aumentaría enormemente y también la probabilidad de contagio de su modelo en algunos países europeos. Otro punto importante que subraya Celaya es que las élites del poder son y han sido siempre muy inseguras, porque son una ínfima minoría frente a la población general, de ahí su obsesión (casi desde la Revolución Francesa diría yo) por controlar y dividir a la población y que no miren hacia arriba cuando la economía va mal, como en esta época del neoliberalismo tardío. Porque si ahora miraran hacia arriba verían que a Rusia le va mejor que a Europa en gran parte por haber separado del poder político a los mil-millonarios. Esta evidencia es muy preocupante psicológicamente para nuestros oligarcas, aunque la propaganda occidental sólo llama “oligarcas” a los oligarcas rusos, nunca a los oligarcas europeos ni norteamericanos.
Finalmente, como afirma Martyanov, occidente se engañó a sí mismo sobre lo atractivo que era su modelo político y económico. Pero esto siempre ha sido secundario para la perspectiva de los países del Sur Global. Éstos siempre han percibido el poder militar occidental, la explotación y el robo de las riquezas materiales del resto del mundo, como la clave de la hegemonía de Europa y EEUU. Y “la Democracia”, las “elecciones libres”, “los derechos humanos” y otros símbolos de la Pax Americana ya no surten el efecto que solían ejercer, tras haberse visto cómo utilizaba occidente estos símbolos para justificar su dominación intervencionista. Por ello la mayoría global simpatiza con Rusia cuando la ve derrotar militarmente a la OTAN. Rusia y China proporcionan al sur global modelos para sacudirse la dominación occidental y esto de nuevo es un peligro para nuestras élites. El diplomático singapurense y expresidente del Consejo de Seguridad de la ONU Kishore Mahbubani lo expresó así: «Muchos países del Sur que aún conservan recuerdos del Occidente antaño dominante saben que este volverá a ser arrogante e insufrible si derrota por completo a Rusia» (citado por Diesen).
Las élites políticas europeas comenzaron con provocaciones verbales que anunciaban la entrega a Ucrania de misiles de largo alcance capaces de atacar ciudades del interior de Rusia, que en parte se concretaron al final. Siguieron amenazas de enviar tropas europeas a Ucrania, que nunca se ha concretado al menos abiertamente. Luego la retórica crecientemente amenazadora sobre que Rusia amenazaba a Europa, que Europa estaba en guerra con Rusia, y que había que prepararse para iniciar una guerra explícita con Rusia en unos pocos años. Acusaciones de que Rusia interfería informáticamente en el avión de Úrsula von der Layen, que luego se demostró falso. Recientemente, Polonia anunció que el 9 y 10 de septiembre de 2025 unos 19 drones rusos habían invadido su espacio aéreo e invocó el artículo 4 de la OTAN de ayuda a otros miembros. Sin embargo sólo se mostraron restos de varios de ellos y uno vuelto a recomponer que hacían pensar que eran drones de tipo Gerbera sin carga explosiva. Según la propia inteligencia ucraniana estos drones tiene un alcance de 600 km, y 700 km en su versión modificada; la distancia desde la frontera rusa más cercana y el punto donde fue recogido ese dron (véase mapa siguiente) es de 1200 km. La conclusión es que esa trayectoria es imposible. En cambio, si fueron lanzados desde la propia Ucrania, esto podría tener beneficios para este país, traducidos en una intervención directa de los países europeos en la guerra, y para las élites europeas que abogan por la intervención en Ucrania y la guerra de la OTAN contra Rusia.

Fig. Supuesta trayectoria del dron recogido en Polonia en 2025
El 19 de septiembre fue Estonia la que invocó el artículo 4 de la OTAN alegando que cazas rusos habrían violado el espacio aéreo de Estonia durante 12 minutos. El gobierno ruso negó sin embargo dicha información, declarando que los aviones rusos volaron por el estrecho pasillo que utilizan habitualmente para llegar a Kaliningrado desde Karelia en la región de Leningrado, sin desviarse de ese pasillo.
Entre finales de septiembre y principios de octubre distintos países nórdicos de la OTAN han denunciado el avistamiento de decenas de drones en distintos países. Sin embargo, pese al alto número de denuncias, del orden de 60 u 80, los radares no parecen haber detectado nunca su trayectoria, ni su origen ni su destino final. Tampoco se ha presentado ni un solo dron caído como demostración de que se trataban de drones rusos, cuando lo esperable es que un dron que ha llegado hasta Dinamarca, llegue un momento en que agote sus baterías o su combustible y caiga a tierra. Los países de la OTAN no parecen haber averiguado ningún detalle técnico ni militar sobre estos drones. También afirman que satélites norteamericanos, franceses y alemanes están siendo observados y perseguidos por satélites rusos, aunque no se han mostrado imágenes de alta resolución ni telemetrías completas, supuestamente por razones de seguridad. Sin embargo, todos los titulares de periódicos y las declaraciones de los líderes europeos dan por cierto, sin presentar pruebas, de que todo ello procede de los rusos, quienes han emprendido una guerra híbrida contra Europa.
Durante la Conferencia Lennart Meri en Estonia a finales de enero de 2025, mientras Donald Trump hace un último intento de conseguir una paz definitiva en Ucrania o, al menos, salirse del conflicto, la representante de exteriores de la UE, Kaja Kallas, siguió insistiendo en la necesidad de derrotar a Rusia, y en que esta derrota podría abrir la puerta a un cambio profundo en su estructura política y social, sugiriendo que dividirla en unidades más pequeñas podría reducir su capacidad de desestabilizar el orden internacional.
En toda esta escalada verbal y material las élites europeas hacen el juego, conscientemente o no, a la estrategia promovida por la Rand Corporation y los países anglosajones de impedir cualquier alianza entre Europa y Rusia (Luis Fraga, en Europa: nuevo telón de acero – El manifiesto ), de la mano del resentimiento histórico contra Rusia de los Países Bálticos y Polonia. Esto está echando a Rusia en los brazos de China y los BRICS, aumentando el poder geoestratégico de éstos frente a EEUU y acelerando el declive económico de Europa, mientras Rusia apenas se ha visto afectada.
Por supuesto, los medios europeos no comentan que los países de la OTAN, desde 2014, están proporcionando a Ucrania armas, militares de la OTAN que saben disparar esas armas, inteligencia por satélite sobre posibles objetivos en Rusia, servicios secretos propios, formación militar y reclutamiento exterior de mercenarios, y presencia en Ucrania de militares de la OTAN en excedencia voluntaria o en supuesta visita turística.
Por qué las élites europeas quieren continuar la guerra?
Es bastante verosímil que la mayoría de las supuestas provocaciones rusas sean montajes de los propios países de la OTAN para convencer a sus poblaciones, muy reacias a emprender una guerra contra Rusia, de que una guerra con este país es inevitable antes o después. También han dado argumentos para intentar convencer a las poblaciones europeas que ese gasto del 5% del PIB en armamento, acordado por las élites europeas con el presidente norteamericano Trump, es imprescindible.
Parece haber una mezcla de motivos para esta política belicista. Un intento de complacer al hegemón de que somos obedientes y seguimos sus demandas de compra de armas a EEUU y por tanto debería respetarnos y mantener la protección militar sobre la UE sin la cual no tenemos ninguna influencia internacional. Un residuo de esperanza de que Rusia sea efectivamente más débil de lo que aparenta y acabe colapsando ante las sanciones y presión militar, evitando la pérdida de influencia económica internacional de los globalistas europeos y sus inversores de la City de Londres, París y Berlin. Un intento de desviar recursos del estado de bienestar hacia empresas privadas armamentísticas. Un intento de mantener atemorizadas a las propias poblaciones desviando su atención de los problemas económicos internos y del poco apoyo que tienen los líderes de todos los países europeos. También un intento de construir cierta disuasión por si a Rusia se le ocurriera atacar a los estados bálticos, a Polonia o a Finlandia. Finalmente, el rearme actúa de multiplicador económico a corto plazo, pues tira en parte de la demanda interna de la UE, en un momento en que la economía de muchos países europeos está estancada. Según Mearsheimer (John Mearsheimer: Por qué la UE no puede acabar con la guerra entre Rusia y Ucrania), las élites europeas siguen confiando tras 4 años de guerra en que, si se mantienen firme en el apoyo a la guerra, Trump acabará cediendo ante las múltiples presiones favorables a la continuación de la misma, y con el apoyo a largo plazo de EEUU y Europa, aún sería posible darle la vuelta a la tendencia actual del campo de batalla.
En una entrevista reciente (Putin Gana, Zelenski y la UE Atrapados, Trump Desesperado), el ex diplomático británico Alastair Crooke, antiguo agente de inteligencia del MI6 conocido por su papel en procesos de paz en Oriente Medio, dio una clave también importante: los políticos europeos de centro (centro-derecha y centro-izquierda) han organizado su poder en simbiosis con las corporaciones neoliberales, una creciente sustitución de las instituciones democráticas por tecnócratas neoliberales y un casi total control de los medios de comunicación, que desprecian a los partidos no centristas como populistas de ultraderecha o ultraizquierda peligrosos para el sistema. Pero si Rusia triunfase, podría implantarse un nuevo modelo de geopolítica que acabaría con sus carreras profesionales, adaptadas sólo a aquel modelo tecnocrático globalista unipolar.


Figs. Macron, Mertz, Starmer y Von der Leyen, principales protagonistas de la «coalición de los dispuestos» a luchar con Rusia y vencerla, gracias a su aplastante inteligencia, estrategia y superioridad moral (disculpe el lector que en este punto no haya podido contenerme)
Un último factor de la prolongación de la guerra es el propio Zelensky. Como afirma Luis Fraga (enlace antes citado): Éste, a quien la guerra hace rico, quiere mantenerla. Pero además es consciente de que si cede territorio (y no le queda otra) será asesinado por los vencedores del Maidan-2014 (que es donde empezó todo), es decir las fuerzas nacionalsocialistas del Oeste de Ucrania de las que es rehén y que ostentan importantes puestos en la actual Ucrania. Y no olvidemos que en Ucrania el asesinato es moneda corriente. He vivido allí como asesor del gobierno y sé de lo que hablo tras ver caer a varios amigos. Aquello es la jungla.
En octubre de 2025, la Comisión Europea y varios líderes de la Unión Europea, encabezados por Ursula von der Leyen (presidenta de la Comisión), presentaron una hoja de ruta de defensa que advierte que Europa debe estar “lista para la guerra con Rusia en 2030”. A estas declaraciones y otras similares el presidente Putin respondió el 2 de diciembre, en una rueda de prensa, que si la UE atacaba a su país, Rusia estaba preparada para responder; pero que esta respuesta no sería “quirúrgica” como está siendo en la operación militar especial [guerra de Ucrania].
El peligro de esas estrategias de provocación acompañadas de discurso belicista es que podrían salirse fuera de control por culpa de un malentendido y escalar hasta el lanzamiento de misiles nucleares tácticos o de misiles hipersónicos sobre blancos de la UE por parte de Rusia. Es una gran imprudencia andar jugando al Maquiavelo amenazador con una superpotencia nuclear, se está jugando con la vida de millones de personas sólo por el interés de unas élites muy minoritarias. En ese caso la profecía se auto cumpliría: “¿veis como Rusia era un estado asesino e imperialista? O ellos o nosotros”.
Hubiera sido mucho más prudente para la UE salir parcialmente de la sumisión a EEUU y entablar acuerdos de seguridad mutua con Rusia a cambio de la venta de minerales, gas y petróleo baratos y otros acuerdos mutuamente beneficiosos. Pero para ello hubiera sido necesario que tuviéramos al mando a estadistas del estilo de Churchill o De Gaulle y no a políticos de la estatura de Macron, Mertz, Von der Leyen, Kaja Kallas y Starmer.
La tozudez de las élites de la UE deriva en parte también en mi opinión del supremacismo de la cultura europea desde la revolución industrial, que nos impide tolerar la diversidad cultural y política. Nos hemos acostumbrado a vernos a los occidentales como la civilización superior, y al resto del mundo como los inferiores. Y nuestras élites globalistas, que además se han acostumbrado a imponer su modelo neoliberal por todo el mundo a través de sus corporaciones, no acaban de entender por qué les cuesta tanto últimamente que los inferiores obedezcan a los superiores. Si nuestro modelo debería ser admirado e imitado como la cumbre del progreso humano, ¿cómo es posible que tantas naciones se rebelen contra él fuera de Occidente?
Según Mearsheimer (Putin’s Next Move Challenges Europe’s Expectations | Prof. John Mearsheimer ) tras la caída de la URSS muchos líderes europeos se dejaron llevar por el espejismo del Fin de la Historia y de que el liberalismo y el comercio globales llevarían a una geopolítica en la que los valores universales y las instituciones bastarían para dar prestigio y poder (blando). Pero el desmarque de EEUU de la política europea para centrarse en Asia y la reacción belicosa rusa ante la expansión de la OTAN han devuelto a los europeos a la realidad de que la geopolítica sigue siendo la de la lucha por el poder y la seguridad nacional entre los Estados. Pero habiendo descuidado su poder militar, que descansa en la protección de EEUU, sus amenazas a Rusia o China resultan retóricas y patéticas.
Según Andrei Martyanov, militar ruso expatriado en EEUU, en su libro La Guerra Final de los Estados Unidos, a todo lo anterior se añade cierta degradación de la calidad profesional de los ejércitos de la OTAN. EEUU no acaba de ver que la hegemonía global es histórica, no es un destino manifiesto eterno. Se ha acostumbrado a no tener competidores y esto ha degradado la profesionalidad de su ejército. Sus fuerzas armadas se han acostumbrado durante décadas a luchar sólo contra rivales militarmente insignificantes, y mantienen doctrinas militares no adecuadas para la guerra moderna. Por otra parte, la clase política occidental está ella misma abrumadoramente formada por licenciados en leyes, periodismo, empresariales y carreras de letras sin ningún conocimiento de la física, la ingeniería y la matemática necesarias para entender una guerra moderna. Si a esto le unimos el sentimiento supremacista y la soberbia triunfalista de quienes no han tenido rivales geopolíticos durante décadas, el resultado es según Martyanov una élite que vive en una cámara de eco que sólo repite una y otra vez su propia propaganda, mezcla de unos pocos datos, muchos prejuicios y mucha fantasía.
Aparte de la retroalimentación de la propia propaganda, hay un factor cultural: la geopolítica de Occidente ha tendido al universalismo idealista sobre todo desde que dejó de haber potencias competidoras tras la caída de la URSS. Como afirma Glenn Diesen: El universalismo suele ir acompañado de la promesa de unificar a todos los pueblos bajo una fe, unas normas o unos valores comunes para elevar el orden mundial más allá de la mera política del poder. El universalismo también ofrece un potente argumento contra el relativismo moral, cultural o civilizatorio, ya que se puede argumentar objetivamente que algunos valores y normas son superiores a otros. No obstante, puede asimismo utilizarse para la política del poder, invitando a dominar a los demás. En este marco mental, la actitud de Rusia de rechazar el (neo)liberalismo y negarse a aceptar los dictados políticos de Occidente y la OTAN ha cogido a los globalistas occidentales por sorpresa. Con élites que se guían desde hace décadas con las ideologías de una idealizada democracia que no existe en Occidente, todavía sueñan con imponer una Pax Romana.
Una consecuencia de este mundo supremacista e imaginario en que aún vive occidente fue que subvaloraron sistemáticamente la capacidad industrial y militar a largo plazo de Rusia. Por lo que decidieron apoyar militarmente a Ucrania pese a los intentos de ésta de firmar la paz con Rusia en las conversaciones de Estambul, y no calcularon lo que podría ocurrir si esta alianza de Ucrania más la OTAN no ganaba la guerra. Como afirma el exembajador Jose A. Zorrilla (Panorama geopolítico hoy ), este escenario estaba descartado en contra de cualquier prudencia político-militar. Como no había ni hay plan B, lo que vemos ahora es desconcierto, improvisación e intentos de huida hacia delante. Y este empecinamiento en la guerra está costando a Ucrania un precio terrible en hombres. Según Zorrilla, el jefe de la División Azov afirmaba en una entrevista que en su frente un jefe de brigada bien valorado en el ejército es el que pierde unos 600-800 hombres al mes. Teniendo en cuenta que una brigada son 2000 hombres y que hay luchando unos 700.000 ucranianos, podemos estimar que hay unas 350 brigadas que pierden en total unos 200.000 hombres al mes, entre muertos y heridos.
La cámara de eco persiste aún en 2025. En este video (Putin convierte la trampa de guerra de la OTAN en el asombroso colapso de Europa ), uno de los analistas, Patrick Henningsen, describe la opinión de la mayoría de los militares británicos que ha entrevistado el último año en relación con la guerra de Ucrania. La mayoría de ellos seguía afirmando que la economía rusa estaba a punto de colapsar, al igual que su ejército, que Rusia está reclutando a hombres de 60 años, que Rusia había perdido más de un millón de hombres, un número muy superior al de las pérdidas ucranianas. Esto es lo que se informa desde la clase militar y política a los medios de comunicación, aún hoy, en contra de todas las evidencias del campo de batalla. Con lo que la narrativa generalizada en los países de la OTAN es prácticamente lo contrario de lo que está ocurriendo. Pero ni el retroceso de Ucrania en el campo de batalla ni la evidente implicación impotente de la OTAN en la guerra contra Rusia impide que todos incentiven la misma propaganda, repetida una y otra vez por Washigton Post, New York Times, BBC, Der Spiegel, El País, etc.
¿Se resolverá el conflicto de Ucrania en una negociación o en el campo de batalla?
El sistemático avance del ejército ruso en todo el frente de batalla durante todo 2025 ha dividido a la OTAN. Trump siempre ha estado dividido entre el sector militarista de su gobierno, del congreso y del estado profundo, y el sector MAGA republicano, que apoya una finalización de las aventuras exteriores y un centrarse en los problemas domésticos. De ahí derivan sus continuos bandazos a la hora de abordar esta guerra. En diciembre de 2025 parece haberse convencido de la imposibilidad de vencer a Rusia e inyenta obligar a Ucrania a aceptar lo esencial de las demandas que Rusia exige para terminar el conflicto, mediante un plan de paz redactado en 28 puntos o 4 bloques.

Fig. El presidente norteamericano Donald Trump
El gobierno ucraniano y sus promotores británicos y europeos han intentado eliminar algunos de los puntos principales de este plan. Esto choca sin embargo con el planteamiento de Rusia que, como ha reiterado innumerables veces, se ha metido en esta guerra con el objetivo de acabar con las raíces últimas del conflicto. Lo que los rusos conciben en este contexto como una negociación es un acuerdo internacional de reestructuración de la seguridad colectiva en Europa, o como incisivamente lo ha expresado Jose Julio Cuevas, lo conciben como una reestructuración del equilibrio de poder. Este acuerdo sería una parte o primer paso de un reordenamiento del Orden Internacional que ya ha comenzado.
No se trata, como tienden a concebir muchos líderes europeos, de un alto el fuego que permita a ambas partes recuperarse y rearmarse para retomar el conflicto en unos pocos años. A Ucrania esto podría venirle bien, pero nunca al bando que está ganando la guerra, que es Rusia.
Las élites británicas, todavía obsesionadas con la fantasía de que Rusia está, ahora sí, a punto de colapsar, cualquier arreglo pacífico les parece inaceptable. Según analistas como Scott Ritter, Andrei Martianov y Adrian Zelaya, son los británicos quienes probablemente están detrás de los ataques con drones marinos a cuatro petroleros de distintas nacionalidades utilizados por Rusia para exportar su petróleo. Estos ataques, que son ya actos terroristas contra objetivos civiles, se produjeron a finales de noviembre y principios de diciembre de 2025 cerca de Turquía y frente a Senegal.
Este aventurerismo pirata es peligroso. Putin declaró en los días siguientes que respondería en tres fases: (i) aumentaría sus ataques sobre barcos e infraestructuras portuarias de Ucrania; (ii) caso de que continuaran los atentados, Rusia atacará intereses de los países que están ayudando a Ucrania en sus ataques piratas (probablemente UK y Francia); (iii) como último recurso, bloquearían toda entrada y salida de barcos de los puertos de Ucrania. Esto dejaría a Ucrania sin salida al mar y sin capacidad para exportar la mayoría de su producción agrícola. Los ataques podrían haber convencido a Putin de iniciar algo gordo en la región de Odesa.

Fig. Región de Odesa, clave en la entrada de ayuda occidental desde Rumanía a Ucrania, así como para las exportaciones ucranianas desde los puertos de Odesa, y sus satélites Chornomorsk y Pivdennyi
El 18 de diciembre de 2025, la UE ha aprobado una ayuda de 90.000 millones de euros para Ucrania, en base a emisión de deuda europea. Ello permitirá la continuación de la guerra durante uno o dos años más. En un artículo del 12 de diciembre en el diario La Presse, Kaja Kallas afirmó que “Rusia no puede aguantar o gastar más de lo que nosotros podemos”. Esta afirmación parece revelar la esperanza de la Comisión Europea y los países más belicosos de la UE: seguir armando y financiando a Ucrania los años que hagan falta hasta que la economía de Rusia no pueda soportar la carrera. Con la esperanza añadida de que en EEUU vuelvan a gobernar los demócratas, que son mayoritariamente neoliberales globalistas, y la geopolítica norteamericana vuelva a apoyar la guerra contra Rusia.
El principal problema de este plan es que para Rusia esta guerra es existencial, se siente amenazada vitalmente por una OTAN en su misma frontera; mientras que en la mayoría de países de la UE, salvo los Bálticos y Polonia, la población no percibe en Rusia un estado amenazante. Es decir que Rusia no puede perder esta guerra, pues antes de ello usaría sus armas hipersónicas y de todo tipo para reducir Ucrania a un territorio sin infraestructuras energéticas, portuarias, y de transporte de agua, y obligarle a una rendición incondicional. Esto sería un desastre para Ucrania, aunque parece importar poco a las élites de la UE, si con ello consiguen debilitar económicamente a Rusia unos años más.
El ascenso de China y los BRICS y la reformulación del Orden Internacional
Echar a Rusia en brazos de China y los BRICS está contribuyendo a dividir el mundo en dos, EEUU y sus vasallos anglosajones y europeo-occidentales de un lado; China, Rusia y los BRICS de otro. Creyendo aislar a Rusia, las élites europeas están aislando a Europa, pues para EEUU el subcontinente europeo es cada vez más secundario. En las conferencias internacionales de los BRICS o en la III Conferencia Internacional de Seguridad Euroasiática, celebrada a finales de octubre del 25 en Minsk, los países europeos no enviaron siquiera delegaciones para enterarse de lo que discutían 40 países de todo el mundo no-occidental; con la excepción de Hungría y Serbia, que sí estuvieron presentes. En todas estas conferencias la palabra clave que emerge de nuevo es Eurasia como contrapeso al control unilateral del mundo por parte de EEUU y sus aliados. La geopolítica de Mackinder ( Teoría del Heartland – Wikipedia, la enciclopedia libre ) parece estar de vuelta. Henry Kissinger ha venido advirtiendo contra la ceguera occidental de aislar a Rusia de Occidente, porque esto puede provocar y está provocando la peor pesadilla para Occidente, que es una alianza sólida entre Rusia y China. Esta alianza va a controlar vastos recursos energéticos, industriales y militares en el “Heartland” euroasiático (lo que recuerda a la teoría de Mackinder sobre el dominio mundial desde Eurasia) lo cual puede desplazar a Occidente como hegemón mundial. Jose A. Zorrilla afirma que Kissinger llegó a decir en una conferencia que tal asociación sería “letal” para Occidente. Pues bien, la estupidez de las élites occidentales globalistas parecen haber realizado esa pesadilla. Jose A. Zorrilla afirma que hubise sido mucho más inteligente estratégicamente establecer buenas relaciones de cooperación con Rusia, para separarla de China, en lugar de dedicarse a cercarla con la OTAN y con golpes de estado, duros o blandos, en Georgia, Kirgistán, Moldavia, Ucrania y Rumanía. Es como si siguieran viendo el mundo como en la época de Nixon cuando hasta Kissinger, el geoestratega de Nixon, ha visto que el mundo ha cambiado.
En EEUU hay un sector de republicanos, American Conservatives, que se oponen bastante frontalmente a la visión neoconservadora imperialista de las relaciones exteriores de EEUU, basada en el intervencionismo y los golpes de estado. Zorrilla entrevista a Ron Aledo, un excontratista de la CIA y de la DIA (Departamento de Inteligencia del Ejército) cercano a esa corriente, que se define como paleoconservador y que afirma que todas las supuestas “revoluciones populares” citadas anteriormente fueron golpes de estado, y que el golpe de estado en Ucrania fue financiado por la USAID, una agencia supuestamente no gubernamental de ayuda al desarrollo (Ron Aledo, contratista de la CIA y la DIA.). Este sector paleoconservador está mejor posicionado que los globalistas para adaptarse a un nuevo mundo multipolar, pero es minoritario todavía.
China tras años de políticas industriales cuyo objetivo era alcanzar a Occidente, ha comenzado a perseguir el liderazgo tecnológico. En 2015, presentó el programa Made in China 2025, una política industrial estatal con el fin de convertir a China en el líder mundial de las principales industrias del sector de la alta tecnología. La política industrial se desarrolló aún más con el China Standards 2035 Plan, para establecer unos estándares globales para la próxima generación tecnológica. La «Ruta de la Seda Digital» pretende conectar el resto del mundo con las tecnologías e industrias estratégicas chinas. Su tecnología 5G está reconocida como el sistema nervioso digital del «internet de las cosas», los coches autónomos y otras tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial. La respuesta estadounidense ha sido una guerra económica contra China para sabotear su ascenso industrial que ha intensificado su desacoplamiento tecnológico e industrial de las cadenas de suministro estadounidenses. En una línea similar, Rusia ha desarrollado un ecosistema digital independiente, que no es vulnerable a las presiones y coacciones económicas de Occidente. En ámbitos donde sus capacidades son limitadas, prioriza la cooperación tecnológica con China, aunque sigue aspirando a la soberanía tecnológica para evitar una dependencia excesiva (…) China también asume una posición de liderazgo en el desacoplamiento del sistema financiero que, liderado por Estados Unidos, ha dominado a nivel mundial desde Bretton Woods. China es el mayor participante en el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, fundado en 2014. También lanzó el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) en 2015 como competidor del Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo. Washington advirtió a sus aliados para que no se unieran, pero al final todos, con la excepción de Japón, se sumaron a la iniciativa. China también desarrolló el Sistema de Pago Interbancario y Transfronterizo (CIPS, por sus siglas en inglés) en 2015 para reducir la dependencia del sistema SWIFT, que se estaba utilizando cada vez más como arma política (…) China intenta aumentar el uso del yuan en el comercio internacional y fomenta acuerdos que contemplen el uso de monedas nacionales. También ha desarrollado el Pago Electrónico de Moneda Digital (DCEP, por sus siglas en inglés), que utiliza la tecnología blockchain para soslayar la dependencia de los bancos. Se espera que la digitalización de la moneda nacional china genere demanda y aumente su atractivo frente al dólar estadounidense. Rusia apoya la desdolarización y, tras las sanciones de 2022, empezó a rechazar dólares y euros en sus exportaciones. Desde la guerra de Ucrania, tanto Rusia como China han intensificado sus esfuerzos por reducir sus reservas de dólares y acumular más oro (…) A diferencia de los siglos xix y xx, Rusia no tiene ni la capacidad ni la intención de afirmar su hegemonía en Eurasia, por lo que su objetivo es ser alguien que mantenga un equilibrio que facilite la multipolaridad. Esto implica la aceptación de China como economía líder en Eurasia, aunque lo que no admitirá Rusia es el dominio chino. La diferencia entre una China que desempeñe un papel protagonista y una que ejerza el dominio está garantizada por la diversificación de la conectividad económica euroasiática a través de países como India, Irán, Turquía u otros, lo que da cabida a un mayor número de centros de poder (Diesen).
Hasta ahora, EEUU no ha estado dispuesto a hacer un hueco ni a Rusia ni a China en un orden mundial multipolar; en lugar de esto, pretende debilitarlas. El expansionismo de la OTAN es el instrumento clave de Estados Unidos para debilitar a Rusia, que es un aliado de China, mientras que, en el caso chino, pretende hacerlo abandonando la política de una sola China e impulsando la secesión de Taiwán.
El nuevo orden internacional multipolar está empezando a articularse institucionalmente. En la reunión de Minsk de octubre de 2025, Bielorrusia ha propuesto escribir una Carta Internacional del Nuevo Orden Multipolar en la que, liderada por la Organización de Cooperación de Shanghái, las distintas organizaciones eurasiáticas se coordinen debajo de un paraguas común. Mientras la OSCE (Organización de Seguridad y Cooperación en Europa) pierde importancia por culpa de la rusofobia de los líderes Macron, Stermer, Mertz y Von der Leyen, las nuevas instituciones euroasiáticas junto a los BRICS van ganando influencia política.
Mientras que el poder de Estados Unidos depende de un conflicto perpetuo que debilite a Irán y haga dependiente a Arabia Saudí, China y Rusia no promueven un sistema de alianzas, ya que no sirve a sus intereses dividir Eurasia en bloques rivales. Un reto clave para China y Rusia es profundizar en la conectividad económica tanto con Irán como con Arabia Saudí sin alienar al otro. De este modo se crean incentivos estratégicos para resolver disputas (…) La mediación de China que condujo a la normalización de las relaciones entre Arabia Saudí e Irán en marzo de 2023 demostró que un enfoque multipolar podría ser un formato superior para promover la paz (…) China y Rusia incluso evitan formar una alianza formal entre sí, ya que los chinos alienarían a Europa y Rusia a India, y posiblemente incentivarían el establecimiento de contraalianzas. La transición hacia la multipolaridad económica y política se convierte así en una propuesta cada vez más atractiva para la mayor parte del mundo (…)
BRICS+ es antihegemónico y no antioccidental; su objetivo es crear un sistema multipolar y no afirmar una dominación colectiva alternativa a Occidente. A diferencia de los sistemas de alianzas liderados por Estados Unidos, que dividen a los países en adversarios debilitados y aliados obedientes, los BRICS persiguen la seguridad con otros miembros y no contra los no miembros. Por ejemplo, tanto Arabia Saudí como Irán se unieron para mitigar su rivalidad en la región, y tanto Egipto como Etiopía se unieron por sus disputas sobre el río Nilo. Así pues, los BRICS muestran algunas diferencias cualitativas con respecto al sistema de alianzas imperiales de divide y vencerás (Diesen).
Un mundo multipolar exige no sólo respeto a la soberanía de los países sino también a las múltiples culturas. Tal como lo expresaba de forma muy confuciana el presidente chino Xi Jinping defendiendo su Iniciativa de Civilización Global: Una sola flor no hace la primavera, mientras que cien flores en plena floración traen la primavera al jardín […]. Abogamos por el respeto a la diversidad de las civilizaciones. Los países deben defender los principios de igualdad, aprendizaje mutuo, diálogo e inclusión entre civilizaciones, y dejar que los intercambios culturales trasciendan el distanciamiento, el aprendizaje mutuo trascienda los enfrentamientos y la coexistencia trascienda los sentimientos de superioridad.
Esta aproximación seduce a muchos países del sur global, porque contrasta con la que tradicionalmente ha empleado Occidente, que es colonialista, imperialista o neo-colonial. Desde el sur global no se ven a Rusia ni a China como amenazas sino como dos de los pocos países que están consiguiendo zafarse de los intentos de dominación occidentales. Y, como afirma Jose Julio Cuevas, son conscientes de que ningún país donde los occidentales han intervenido para “llevarles la democracia” se ha convertido en una potencia económica similar a ellos; por el contrario, se han convertido en fuente de mano de obra barata y/o de materias primas para los países occidentales, con su economía en muchos casos intervenida por las instituciones de gobernanza global occidentales.
En los años anteriores a la guerra de Ucrania, la UE empezó a formular el objetivo de «autonomía estratégica» y «soberanía europea». En un mundo multipolar, estos objetivos exigen una diversificación de las asociaciones, ya que una dependencia excesiva de Estados Unidos subordinará políticamente a los europeos (…) La presión de Washington para desacoplar a Europa de Rusia, China, Irán y otros de sus adversarios alimentará la animadversión a medida que los europeos se vuelvan cada vez más irrelevantes como apéndice de Estados Unidos (…) Las elites ideológicas europeas puede que sigan actuando en contra de sus propios intereses estratégicos, pero no pasará mucho tiempo antes de ser sustituidas por nuevas fuerzas políticas. Los populistas, tanto en Estados Unidos como en Europa, expresan cada vez más el deseo de abandonar la hegemonía y aceptar una posición más moderada en el sistema internacional. Además, muchas de estas voces también se oponen a los excesos del liberalismo y, en consecuencia, simpatizan ideológicamente con Rusia (…) Los excesos del neoliberalismo perturbaron a los conservadores a medida que el liberalismo se desvinculaba del Estado-nación, y muchos populistas empezaron a ver el mundo dividido entre nacional-patriotismo y cosmopolitismo-globalismo, contexto en el que Rusia pasó de ser un adversario a un aliado (Diesen).
La izquierda neoliberal europea, representada por los socialdemócratas y verdes, tendrán que aprender a desligarse del neoliberalismo, del globalismo, del supremacismo y del intervencionismo, si quiere evitar ser arroyada por el populismo y el conservadurismo nacionalista.
A medida que el poder y la capacidad de influencia continúen desplazándose hacia Oriente, Occidente en general y Europa en particular aprenderán a valorar la preservación del carácter distintivo de las civilizaciones, aunque tendrá menos capacidad para influir en los demás y los demás tendrán más capacidad para influir en Occidente.
Otra cosa que deberán hacer los partidos europeos neoliberales de centro-izquierda y centro-derecha es aceptar la victoria rusa en Ucrania, le legitimidad de sus demandas de seguridad, y volver a establecer acuerdos comerciales con la Federación Rusa. Si no, el declive económico europeo se acelerará al no ser competitiva frente a su “aliado” norteamericano ni frente a China y sus aliados.
Pero para lograr eso, la UE deberá antes independizar su política de la de EEUU. Es muy improbable a corto plazo, pues son las mismas élites neoliberales las que controlan los estados de un lado y otro del Atlántico. La ausencia de imaginación política de las élites neoliberales ha generado una visión del mundo en la que el caos es la única alternativa a su dominio mundial ejercido políticamente a través del Estado norteamericano.
Sin embargo, las élites económicas y sus representantes empiezan a estar divididas respecto al rendimiento del neoliberalismo. Mario Draghi, que fue presidente del Banco Central Europeo entre 2011 y 2019, fue uno de los grandes promotores del neoliberalismo. Sin embargo, su posición ha cambiado radicalmente tras la crisis de 2008 que demostró según él que los mercados desregulados podían colapsar el sistema financiero mundial, obligando a una intervención masiva del Estado.
Como alternativa Draghi propone inversiones públicas masivas en la UE para digitalización, descarbonización y defensa, financiados con deuda mancomunada. Así como un papel planificador para el Estado: El sector público debe marcar el rumbo de la economía, ya que el mercado por sí solo no conduce a la transición ecológica ni a la seguridad estratégica.
Estas divisiones en las élites europeas son prometedoras. A largo plazo es plausible que la ideología neoliberal globalista entre en crisis en su competencia con los tipos de capitalismo que están ensayando los BRICS y, antes que un declive económico irreversible, la UE deje ascender al poder político a élites realistas que se centren en los intereses nacionales de sus países y en las relaciones multilaterales con el resto del mundo.
Por su parte, el gobierno español de Pedro Sánchez parece tener la inteligencia política suficiente para darse cuenta de la necesidad de un acercamiento a China, tal como manifiesta la visita oficial de Pedro Sánchez a Pekín en abril de 2025, donde presentó un Plan de Acción bilateral para reforzar la Asociación Estratégica Integral entre ambos países entre 2025 y 2028. A este viaje siguió el de los reyes de España en noviembre, y el del ministro de transporte en diciembre de 2025.

Fig. Visita de los reyes de España a Pekín en noviembre de 2025
En las élites actuales (finales de 2025) de la UE cunde el desconcierto y la improvisación. La Comisión Europea está fracasando en generar una geopolítica europea prometedora, su belicismo está desindustrializando la UE, ha dividido a la UE en países halcones (nórdicos, Polonia, Holanda y Alemania), países contrarios al belicismo antirruso (Hungría, Eslovaquia, Chequia), y países renuentes o dubitativos (el sur de Europa). El presidente francés Macron tras diversos bandazos estos años, ha encontrado la oportunidad a finales de 2025 de mejorar su protagonismo y el de Francia promoviendo conversaciones bilaterales con Putin. Esto profundiza la ruptura de la buscada unidad de la UE, pero abre también una vía esperanzadora de salida al callejón sin salida del belicismo de las élites globalistas dominantes. Europa sin Rusia está abocada al declive económico por falta de competitividad, y más vale que los líderes de la UE se den cuenta pronto de la necesidad de crear un marco euro-asiático de intercambio económico y confianza mutua.












